Por: Hernán Terrazas |
La historia no termina. En el caso de los mensajes racistas del candidato a la vicepresidencia de Libre, Juan Pablo Velazco, todavía hay tela para cortar, sobre todo porque hasta la fecha – ya pasó el límite – no hubo un desmentido creíble y mucho menos una disculpa pública. Lo que hubo fue, lamentablemente, un toque más de soberbia y el intento, burdo, de patear la pelota hacia afuera para ganar tiempo.
El antimasismo no es sinónimo de racismo. No debiera serlo en todo caso, aunque algunos creen que un gobierno de derecha ajustará cuentas con la izquierda, como si la democracia fuera un escenario de venganza y no de un debate racional y apasionado, claro, de las ideas. Si los otros no lo hicieron durante 20 años es problema suyo y tal vez por eso es que hoy quedaron fuera de la historia.
La derrota del MAS - se dijo antes -, no significa la desaparición de los movimientos campesinos, indígenas y de los sectores populares que eligieron esa vía de representación en el pasado, ni se pueden borrar irresponsablemente y de un plumazo las conquistas sociales, objetivas e intangibles, alcanzadas.
Hace algunos años, en tiempos del primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, a Lidia Katari, esposa del vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas, no se la quiso atender en el restaurante del Hotel Sucre de la ciudad de La Paz solo porque vestía pollera. Tuvo que armarse un pequeño escándalo para que los propietarios del lugar finalmente se deshicieran en disculpas, pero el daño estaba hecho y la demostración de racismo más que comprobada.
Hoy, afortunadamente, el letrero de todos somos iguales ante la Ley figura en todos los negocios, grandes y chicos, y al dueño de alguno que se le ocurra discriminar lo más probable es que se lo vea en un post viral o, de última, detrás de las rejas por haber actuado contra la norma.
Pero las culturas tardan en cambiar, en evolucionar y no porque haya una ley que prohiba algo necesariamente una conducta va a desaparecer. Hay cambios normativos que demoran en convertirse en comportamientos sociales. Ejemplos sobran. La aprobación de la Ley de Derechos Civiles en Estados Unidos no desterró del todo ese tipo de prácticas y el extraordinario salto histórico que dio Sudáfrica también demoró en reflejarse en la vida cotidiana.
El tuit racista de Juan Pablo Velazco no es solo un problema electoral o de campaña. Que haya gente que lo defienda o busque pretextos para encubrir o disimular, por ejemplo, es indignante y muestra cuánto cuesta cambiar. La Ley contra el Racismo data de hace 15 ó 16 años, pero esta visto que todavía falta mucho para construir una sociedad de respeto y encuentro.
El binomio de Libre ya perdió la oportunidad de llevarse la mano al pecho y asumir la responsabilidad sobre algo absolutamente reprochable y que podría ameritar una sanción. Prefirieron seguir haciendo política, con un disfraz de indígena aquí, otro más allá, que no alcanzan, sin embargo, para cubrir la vergüenza.
Todavía estamos a tiempo de no caer nuevamente en el país de los extremos. Si otros no pudieron aprovechar la oportunidad, problema de ellos. Ahora nos toca.