Por: Amalia Pando |
El MAS está dividido. “Si vamos divididos, perderemos la próxima elección”, sentenció Álvaro García Linera quien no sabrá multiplicar pero tiene alguna intuición política.
Cada fracción del MAS por separado puede obtener un 30 % o menos de la votación. En consecuencia la oposición necesita un candidato que se aproxime a ese porcentaje para ir a una segunda vuelta de infarto.
Al margen de los porcentajes, que de momento son especulativos, la división del MAS abre para la oposición una posibilidad excepcional, una posibilidad cierta de librar una batalla electoral triunfante.
Luis Arce Catacora ha dividido al que parecía imbatible partido de gobierno que hasta hace poco era solo de Evo Morales.
¡Gracias Luchito, quién cómo tú! La TSE, la Fiscalía, el Parlamento, el poder judicial, las organizaciones sociales, todo está partidos en dos.
El TSE ha quedado bajo el control de los “evistas”. Dio su aval al Congreso de Evo en Lauca Ñ y, tras una votación a calzón quitado, la mayoría de los vocales decidió no asistir al Cabildo oficialista de El Alto.
Un Tribunal entonces que, primero, no le dará la sigla a Arce, y, segundo, que tendrá más dificultad para hacer fraude a favor de su candidato porque tendrá el control tanto del gobierno como de la oposición democrática.
¿DIVISIÓN SIN VUELTA ATRÁS?
La división es real. Evo ha ordenado bloqueos en el Chapare para boicotear el Cabildo de Arce, ha dejado 23 heridos graves, se han agarrado a puños en el Legislativo y el “evismo” ha pasado de las denuncias mediáticas a la acusación formal en la Fiscalía contra el hijo de Arce, es un ataque directo a la yugular.
En respuesta, el gobierno está haciendo espacio en Palmasola y Chonchocoro para los “evistas” más hostiles y está por verse si en caso extremo de necesidad se anima a acusar a Evo por narcotráfico.
TODO INDICA QUE NO HAY VUELTA ATRÁS. DIOS PERDONA, EVO NUNCA.
El MAS y su líder histórico, Evo Morales, viven un proceso de descomposición y desgaste como resultado de tantos años usufructuando del poder y de la corrupción descontrolada.
Y, sobre todo, están pagando una factura política que estaba pendiente, la del 10 de noviembre de 2019 cuando Evo Morales renunció a la Presidencia y huyó del país. Se lo echan en cara y es el argumento principal para aquellos que quieren cruzar al bando oficialista.
Ese desgaste y fracaso político no ha llevado agua al molino de la oposición democrática. El único que ha capitalizado es Arce Catacora que no tiene ningún merito propio pero sí la chequera del gobierno.
Las cúpulas de las organizaciones sociales y base del partido se le arriman porque sigue siendo el “cajero”, el que distribuye las dádivas, las vagonetas, los maletines, las pegas, el que garantiza la impunidad o el castigo a los infieles. Finalmente es el presidente en ejercicio del Estado Plurinacional, cargo que siempre ha sido un imán para los que viven de los favores del Estado.
¿PODRÁN CRUZAR LOS RÍOS DE SANGRE?
Nadie puede predecir el futuro y asegurar que nunca jamás estas dos fracciones se van a unir otra vez. Aunque Evo jamás perdona, quién sabe lo que haga si las “pititas” se convierten en una amenaza para ambos.
En el pasado vimos cómo Jaime Paz Zamora, jefe del MIR, y el jefe de la ADN, Hugo Banzer Suárez, saltaron ríos de sangre para cogobernar sin mayor problema.
Pero en el caso del MAS, las heridas aún están frescas y la guerra entre ellos recién está comenzando.
Sin embargo, esta división es un hecho que marcará la vida política del país, tal como fue la división en cuatro fracciones del MNR, el partido de la Revolución del 52, de la Reforma Agraria, de la Nacionalización de la minas y de las milicias obreras armadas.
Nada, ni siquiera ese legado, impidió que su división marcará el principio de su fin, aunque por separado cada líder protagonizó un capítulo destacado en la historia. Guevara Arce fue presidente de la República en la aurora de la apertura democrática; Hernán Siles fue quien inauguró la vida democrática en 1982; Víctor Paz Estenssoro el que estabilizó la economía con el decreto 21060 y Juan Lechín Oquendo nunca dejó de ser el máximo líder de la COB.
Igual, el MNR desapareció porque su misión política, su proyecto de país, se había agotado, la corrupción los devoró y la división los liquidó. Es el mismo derrotero, inevitable, sin vuelta atrás, que seguirá el MAS.
Sin embargo, la Historia no da vuelta sus páginas con la premura que uno quisiera. A veces toma décadas para que el pueblo que apoyó con pasión a un partido se decepcione de él y de sus caudillos.
Lo que está muy claro es que el MAS ya no tiene nada qué ofrecer y que aún falta un componente que apretará el acelerador del desencanto que es la crisis económica.
A pesar de las advertencias de los especialistas sobre el impacto del agotamiento del gas, de los dólares y de las inversiones, en las calles no se siente esa tremenda crisis que más parece un ataque de la “derecha”. Pero sabemos que la economía es una bomba de tiempo y seria mejor que estalle en manos de Arce.
WALKOVER (W. O.)
El 2025 la oposición democrática podría perder por W. O. y la segunda vuelta podría dirimirse entre “arcistas” y “evistas”.
La oposición está diezmada pero no liquidada. Cada día aparece un nuevo aspirante a la Presidencia y el argentino Milei ha despertado la ilusión de que cualquier liberal despeinado y gritón puede convertirse en una opción de masas, pero no es así. Los caudillos son unipersonales.
En todo caso, si no surge una liderazgo aceptable en la acera democrática, perderemos por W. O.
En Venezuela, desde donde ambas fracciones del MAS reciben línea, es decir, pautas a seguir, el gobierno de Maduro y la oposición han llegado a un acuerdo para que las próximas elecciones sean más o menos limpias, pero sin que puedan participar los principales candidatos de la oposición.
Algo parecido podría ocurrirá aquí. El juicio a la cúpula cruceña, entre ellos al rector Vicente Cuellar, tiene por objetivo proscribir a quien podría convertirse en ese “liderazgo o candidato aceptable”.
Ocho o diez candidatos opositores de menor cuantía es lo mismo que nada. Y este es el riego, perder por W. O. en una situación política excepcional.