Por: Zulema Alanes B. |
“Ojalá la muerte viniera de Tarija, para que llegue tarde” solía decir Coco Manto, “alias Jorge Mansilla”, como acostumbraba presentarse. Pero este 24 de enero, la muerte lo encontró en Cochabamba, la ciudad que eligió para vivir sus últimos años desde su retorno a Bolivia, en 2014, luego de más de tres décadas en México, el país que lo acogió en su segundo exilio.
Nacido en Uncía, en abril de 1940, fue un radialista nato, se podría decir que creció a la par de las radioemisoras mineras, semilleros de formación empírica de una generación de periodistas y radialistas que luego se proyectaron a las principales ciudades capitales del país e hicieron posible la época de oro de la radiodifusión boliviana. Fue también parte de la primera promoción de periodistas que se formó en las aulas de la Universidad Católica en la ciudad de La Paz.
Sus inicios estuvieron marcados por los procesos políticos, las luchas obreras y la resistencia a los gobiernos totalitarios, militares y de facto de los años 70 y 80. Luego de cumplir una destacada labor en las radioemisoras mineras Pío XII y Vanguardia (1960-1965), se radicó en La Paz y dejó su sello particular en las radios Altiplano e Illimani de La Paz (1966-1971).
De esos tiempos el periodista Juan Carlos Salazar recordó en un homenaje póstumo que “Lo conocí en mis inicios del periodismo, a mediados de los 60, él como locutor de Radio Altiplano y yo como reportero de Fides, época en la que ganó fama con su programa de humor político “Olla de grillos”. Me dio espacio en su programa radial “Juan”, una tribuna que compartíamos con algunos activistas políticos y sindicales, entre ellos Marcelo Quiroga Santa Cruz y Filemón Escobar, durante el régimen de Barrientos Ortuño”.
DEL RADIODRAMA A LA SÁTIRA POLÍTICA
En la radiodifusión minera, el radiodrama, que originalmente se utilizó para el entretenimiento devino en un recurso educativo y de formación ideológica, marcó el estilo de hacer radio de Coco Manto que a través de los micrófonos se comprometió con los momentos más críticos de la vida política y social del país.
La “Olla de grillos, para gringos y k’usillos”, el programa de sátira política que emitía los sábados por Radio Altiplano, lograba cautivar a sus audiencias y enfadar a los regímenes de turno. “Era muy agresivo… fue un programa suicida”, dijo Coco Manto de ese programa que lo inició en su innovador estilo de integrar el humor a la crítica y al análisis de la coyuntura política.
De la radio pasó a integrar el equipo de la legendaria revista Cascabel fundada en 1960 por Pepe Luque (José Luque Medina) y Rulo Vali (Raúl Gil Valdez) inaugurando una década de caricatura política de alto nivel. Coco Manto, consideraba que Cascabel era “una ventana de aire refrescante” en medio del difícil clima político que azotaba al país. Fue la única revista en la historia con 123 números publicados hasta que cerró en 1971 con el golpe de estado de Hugo Banzer Suarez.
LA “AGUILITA VOLADORA” Y SU PRIMER EXILIO
Cuando Juan José Torres (1970-1971) gobernaba el país, Coco Manto era el jefe de informaciones de radio Illimani y desde ese cargo, asumió la tarea de coordinar las acciones de resistencia al golpe de estado contra el “general del pueblo”.
Desde su puesto en la emisora estatal, esperó infructuosamente con el vinilo de “Aguilita voladora”, una de las populares canciones de Pepe Murillo y Carlos Palenque, para anunciar que los aviones de la Fuerza Aérea se habían sumado a la resistencia y en favor de Torres. El apoyo nunca llegó, “se traicionó a Torres y los vuelos rasantes de las aeronaves militares se volcaron contra los trabajadores que resistían en el Laikakota, matando muchos de ellos y consumando el golpe de Hugo Banzer”, recordó en sus memorias.
Inició su primer exilio, en Lima. Alfonso Gumucio, recordó esos tiempos. “Coco Manto es parte de mi vida desde que hicimos periodismo en El Nacional (1970-1971), y luego en el semanario Aquí con Luis Espinal, René Bascopé y Antonio Peredo como directores. El exilio mexicano que compartimos mientras ambos trabajamos en Excelsior, fue otra etapa dura pero estimulante. Muchas anécdotas se atropellan en la memoria, pero es necesario procesarlas, acomodarlas en su justo lugar”.
PERIODISMO EN SERIO, PERO CON HUMOR
Coco Manto era capaz de transformar en prosa y presentar su visión personal y a veces humorística de los acontecimientos. “El periodismo es cosa seria, pero no hay por qué hacerlo dramático”, me dijo un día de 1980 en los estudios de radio Fides. Entonces yo hacía mis primeras armas como reportera novata y él presentaba las noticias del medio día con su visión personal, sorprendente y con no poca dosis de humor. Se salía de la formalidad del libreto, improvisaba, contextualizaba, recordaba personajes, y decía que “una condición para hacer buen periodismo es no olvidar la historia”.
En ese tiempo, combinaba su trabajo radial con la redacción en el Semanario Aquí con Luis Espinal, René Bascopé y Antonio Peredo, entre otros. Lo hacía con la misma pasión y compromiso con los que una década antes había sido parte del equipo que hizo posible el semanario sindical “La Prensa” de los periodistas de La Paz.
Tras el golpe militar de García Meza, llegó el momento de su segundo exilio, esta vez en México, donde trabajó como redactor, editorialista y editor de los diarios Excelsior y Últimas Noticias por dos décadas y media, y entre 2006 y 2012 asumió como Embajador plenipotenciario de Bolivia en el país que no sólo lo cobijó, sino que premió su trayectoria como periodista y escritor.
“Contra viento y marea boliviano, Jorge Mansilla Torres, periodista, poeta, escritor, epigramista, autor de nueve libros, voz al grano. El alias Coco Manto es una mano de buen humor anticapitalista; estudié en la UCB, fui radialista en Pío XII, Vanguardia, Altiplano. Nací el año 40 allá en Uncía y en Llallagua pasé toda mi vida hasta los 22; en la salida viví en Perú y México. Un día fui embajador. Currículum escueto, les dije algo de mí en un soneto”. Así se describió en la presentación, en 2016, de su «Mantología poética, ofrendas y militancia», que recoge su trabajo de 55 años de escribir poesía tanto en Bolivia como en México. El libro tiene 555 páginas e incluye 10 volúmenes de sus textos.
Entre otros libros también escribió: En verso y en directo (1978); Huelga de hambre, mujeres mineras (1978); El delito de ser periodista (1978); Arriesgar el pellejo. Biografía de Mauricio Lefebvre (1983); Pienso, luego exilio (1986); Animalversiones, zoopatologías de ciertas bestias (2000), Breverías (2002).
Mereció varios reconocimientos: Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, Zacatecas, 1982; Medalla de Oro al Mérito Profesional y de Creación Intelectual “Franz Tamayo”, por la Asociación de Periodistas de La Paz, 1996; Premio a la Dignidad de la Prensa “Luis Espinal Camps” (placa de plata) del Sindicato de Periodistas de La Paz, 1999.