Por: G. J. Andrés Uzín P. |
Para el año 2000 la entonces Alcaldía de La Paz se transformaría en el Gobierno Municipal de La Paz por mandato de la Ley de Municipalidades 2028, pero la mayor reforma institucional de su historia no estaría dictada por esta ley, sino por un factor básico de la institucionalidad, el factor humano.
Contra todo pronóstico y luego de una serie de gestiones fallidas, donde los grandes programas de reforma institucional nacionales e internacionales, no pudieron contra la corrupción, los intereses sectoriales y particulares, el año 2000 un alcalde hizo la diferencia, superó la visión de corto plazo y coyuntural, y fue más allá. Dejando a un lado las recetas académicas, las de organismos internacionales y gestores públicos tradicionales, priorizó como principal insumo para su gestión al recurso humano local, pero además a los jóvenes profesionales en contra de los grandes curriculums, el compromiso y seriedad contra el oportunismo y la politiquería, y junto con muchas otras políticas públicas, luego de 10 años, pudo darle forma a la palabra “Institucionalidad”.
Solo un liderazgo sólido y responsable en esos 10 primeros años, lograría generar una institucionalidad mientras el país tenía una de las crisis políticas e institucionales más profundas de las últimas décadas; 6 presidentes, nueva constitución y un sistema político colapsado.
El liderazgo de esos 10 años terminó su gestión con la mayor aceptación de la historia municipal, la institucionalidad forjada pudo trascender al cambio de liderazgo y esa institucionalidad sirvió de plataforma para otra década de progreso para la ciudad de La Paz. Sin embargo, ahora luego de 20 años de estabilidad institucional, la otrora Alcaldía se enfrenta a otro cambio de liderazgo.
El nuevo burgomaestre tendrá en frente la difícil tarea de ajustar la institucionalidad del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz a su visión de ciudad. La historia y sobre todo la última crisis política del país, nos ha mostrado, que la institucionalidad es algo muy difícil de forjar y que la improvisación, oportunismo, clientelismo, falta de transparencia y finalmente la corrupción erosionan rápidamente una institución hasta destruirla sin piedad.
Esto nos obliga a los ciudadanos, a escoger con responsabilidad un nuevo concejo municipal y burgomaestre que entiendan la magnitud del reto, ya que es mucho más fácil destruir institucionalidad que crearla o desarrollarla, si equivocamos la decisión, para una reconstrucción tendremos que esperar mucho más que los cinco años que toma el cambio de autoridades.
G. J. Andrés Uzín P. es Especialista en Políticas Públicas