¡Qué fascinante ver a los intelectuales blandiendo sus espadas retóricas en las orillas embravecidas de la política! Ni punto de comparación respecto a los políticos profesionales cuando cruzan las suyas saturadas de una semántica biliosa. Nada de esto tuvimos estos días a raíz del paso al frente que dio Susana Bejarano al aceptar ser primera senadora por La Paz por Alianza Andrónico Rodríguez Popular.
A las pruebas me remito.
Escribe Andrés Gómez dialéctico: «El esposo, con la derecha; y la esposa, con la izquierda. Cualquiera que pierda, ambos ganan. Una pareja, dos candidatos y un solo destino: caer siempre parados». Una pieza argumentativa a la que responde Bejarano como política criolla: lo tilda de “ignorante”; pero luego recupera el aliento y le espeta: “¿Acaso pretende decir que una mujer debe de subsumirse a la política del marido?”. Respuesta fuera de tiesto, aunque realiza un repliegue táctico hacia la zona de confort del género. Desde otra esquina, Rafael Archondo también arremete contra la figura zaherida de la política en ciernes: «Tras casi dos décadas de militar en privado en el MAS, Susana Bejarano decide brincar a la arena política. Cuando la entrevisten ahora, sus criterios no habrán cambiado ni un ápice. Pablo Iglesias ya tiene a su corresponsal en campaña”. La respuesta de Bejarano no responde, pasa de largo sobre el mensaje y le clava los dientes al mensajero: “(Él) me pidió en más de una oportunidad que invitemos a Evo Morales (…) para darle un abrazo”. Y así pone sobre el tapete que Archondo fue encargado de negocios de Bolivia ante Naciones Unidas en el gobierno precisamente de Morales. El resultado del cruce verbal, un juego de suma negativa: ambos pierden lustre.
No todo queda aquí, Fernando Molina, esposo de la aludida, como el Cyrano de Bergerac de Rostand, sale en defensa de su amada con pasión lingüística en su opúsculo “Un par de aclaraciones para la afición”: “Le deseo lo mejor a mi esposa, la admiro, creo que es una reencarnación de Bartolina Sisa y María Barzola mezcladas, en una versión mucho más guapa, pero no votaré por ella”. Aquí hay tinta enamorada, pero declarar que no votará por esa reencarnación de Bartolina Sisa y María Barzola, ¿no es tinta política desenamorada? Y para Gómez y Archondo este mandoble de Cyrano Molina: “Los malvados que me persiguen no tienen ninguna razón para hacerlo: no les he hecho nada, no los odio, no me importan, no les debo plata, incluso alguno me debe un par de favores a mí (…) El único complot en el que estamos empeñados juntos es en la crianza de nuestras dos hijas para que no sean como los que ahora nos atacan. Jamás”. Molina, si se precia de intelectual, está perdido: quien ejerce la crítica, cuando le toca ser el sustantivo de su conjugación, también debe saber asimilarla.
A Bejarano un consejo de conejo: mucho cuidado con la política, empieza por vampirizar el lenguaje y luego acaba succionándoles el alma a quienes pretenden levantar vuelo bajo sus toscas alas, para después de unos años entregarles a cambio de sus vanos oropeles un pellejo vacío. [P]