Por: Gonzalo Chávez Álvarez
El gobierno ha vuelto a sacar su megáfono y a apuntar sus cañones contra la Asamblea Plurinacional, asegurando que el problema del diésel y la gasolina se resolverá ipso facto si el Legislativo aprueba unos 1.600 millones de dólares. La Asamblea, con una ceja levantada y cara de “otra vez sopa”, ha respondido que ya aprobaron 4.000 millones y que, hasta el momento, el único combustible que han visto en abundancia es el de la retórica gubernamental.
El teatro de las
recriminaciones mutuas entre el gobierno y la Asamblea ha alcanzado niveles de
cinismo tan refinados que podrían ser declarados patrimonio inmaterial de la
humanidad. La crisis de combustible, en lugar de generar soluciones, ha dado
pie a un espectacular campeonato de lavado
de manos en el que todos los participantes compiten por el título
de “Pilatos del Año”.
En un giro digno de una ópera
bufa, han reaparecido en escena figuras que llevan 18 años disfrutando del
poder y que, con una coordinación envidiable, han comenzado a entonar el
clásico infantil: “Yo no
fui, fue Teté”. Finalmente, han reconocido (casi por accidente)
que la debacle energética tiene algo que ver con la caída de las exportaciones
de gas, que en 2014 generaban la friolera de 6.500 millones de dólares y que en 2024
apenas rascan los 1.500
millones. Un “modesto” 75% menos. Detalle menor.
Esta revelación ilumina, con la
fuerza de un apagón energético, el colosal fracaso de la política de hidrocarburos
y la nacionalización del gas del maismo. Pero, como en todo buen truco de
magia, de repente el gas ha desaparecido y nadie recuerda quién lo perdió. La propaganda
oficial nos informa que en la época crítica, Arce enseñaba inglés con un entusiasmo
shakesperiano, García Linera dirigía la prestigiosa Academia de Declamación
Bolchevique "Rosita Luxemburgo" (filial andina) y Evo Morales
transmitía desde la Luna
de Paita. Con semejante currículo y recurrido, ¿quién podría
culparlos del colapso del modelo económico? La culpa, al parecer, recae en
oscuros ministros de hidrocarburos cuyo nombre nadie recuerda, como si fueran
personajes secundarios en una telenovela de bajo presupuesto.
Arce, con la candidez de un
niño que descubre que papa Noel no existe, confesó que al asumir la presidencia
se llevó la “gran sorpresa” de que la producción de hidrocarburos estaba en
caída libre. Recordó con nostalgia que el país vivía del gas, pero que
"lamentablemente no se cuidó la nacionalización". Lo dijo con la ternura
de quien extravía un bulto en una terminal de buses y, sin darse cuenta, pierde
5.000 millones de dólares en exportaciones. Detalle sin importancia. ¿Quién es
hábil descuidista? Ahora bien, cabe recordar que Arce no era precisamente un
turista en el gabinete: fue el ministro
de Economía, jefe
del gabinete económico, padre
del modelo económico, director de YPFB y el encargado del presupuesto general del Estado,
que define anualmente la inversión en gas. Alegar desconocimiento de esto es un
acto de prestidigitación que haría palidecer al mismísimo Poncio Pilatos.
Como si el espectáculo
necesitara más emoción, desde la Argentina ha salido del clóset del anonimato, temporalmente,
el ex vicepresidente García Linera, quien ha revelado una verdad escalofriante:
el gas era el que generaba
los dólares (¡quién lo hubiera imaginado!). Y además, que un
travieso fantasma—posiblemente Gasparín—se encargó de hacerlo desaparecer. Y
pobre angelito de Lenin ni se enteró. Ahora, su propuesta estrella es que los
empresarios exportadores entreguen sus dólares voluntariamente o, en su
defecto, serán tomados del
cuello hasta que escupan las divisas. Y si aún así no
colaboran, pues se les
expropiará las empresas. Todo muy democrático y sutil.
Este episodio final es la
confesión más espeluznante de cómo mataron
a la gallina de los huevos de oro—YPFB—y ahora, en un acto de
cinismo extremo, proponen
control de capitales y expropiaciones como solución mágica.
Como revertir la crisis energética en el corto plazo es imposible, el gobierno
de Arce ha optado por la estrategia de lanzar bolitas de colores al aire en un
acto circense digno de un circo
pobre con magos incompetentes. Y claro, como la ideología
siempre ha sido más fuerte que la lógica económica, ahora toca el acto final: raspar la olla para ver
si quedan algunas migajas de dólares en el fondo. Recapitulemos la estrategia
de contar los centavos..
Inicios
del 2023 nos dijeron que era cuestión de vida o muerte vender 22 toneladas de
oro del Banco Central para garantizar el abastecimiento de hidrocarburos (algo
como 1.500 millones de dólares). Se vendió el oro, pero el único brillo que
vimos fue el del sol reflejándose en los surtidores vacíos. Más tarde, con la
misma solemnidad con la que se anuncia un nuevo milagro financiero, aseguraron
que utilizarían los Derechos Especiales de Giro del FMI para resolver el tema
de los combustibles (como 500 millones de dólares. Se usaron… y el único
giro que vimos fue el de los conductores dando vueltas por la ciudad buscando
gasolina.
Después,
en una operación financiera con más sombras que certezas, trajeron 200 millones
de dólares de la Gestora Pública que estaban en el exterior para inyectarlos al
Banco Central de Bolivia. La inyección fue aplicada, pero al paciente –la
economía– se le siguen viendo las costillas.
Más
adelante, como si fueran ilusionistas con un truco repetido, aprovecharon la
aprobación de la Ley Financial (esa que define el presupuesto 2025) para darse
luz verde y empeñar las últimas 22 toneladas de oro restantes. Y, sin embargo,
el único cambio tangible es que las filas en los surtidores se han convertido
en el nuevo pasatiempo nacional.
Ahora,
en un acto de déjà vu financiero, la propaganda oficial nos asegura que la
salvación está en unos frescos 1.600 millones de dólares. Pero, entre líneas,
ya han admitido que, de esa suma, apenas 300 millones podrían entrar pronto a
la economía, lo que alcanza para importar gasolina y diésel por mes y medio. O
sea, llegamos a mayo… ¿y después qué?
Porque
el resto de los créditos, como es costumbre, tienen cronogramas, papeleo y una
velocidad digna de una fila en el banco un lunes por la mañana. A este paso, no
sería raro que la próxima medida de emergencia sea una “vaquita patriótica”, en
la que los bolivianos de bien donen sus dientes de oro, anillos de boda, topos,
aretes y cadenas de oro, todo en nombre de la soberanía energética. Si la
situación se pone más grave, no descartemos que el gobierno haga rifas o venda
empanadas en las esquinas.
Al final del día, en el noble arte del
bicicleteo financiero, lo importante no es llegar a ningún destino… sino
mantener el pedaleo constante, sin mirar atrás ni preguntarse hacia dónde va la
bicicleta.