El 14 de febrero de 1990, la sonda Voyager 1 capturó una imagen de nuestro planeta a una distancia de 6.000 millones de kilómetros. La fotografía mostró al planeta como un minúsculo punto suspendido en la inmensidad del espacio. La idea fue impulsada por el célebre astrónomo, quien luego reflexionó sobre la fragilidad y la insignificancia de la humanidad en el vasto universo.
Vía: Infobae |
Fue pura coincidencia, pero un Día de San Valentín de 1990 se tomó la fotografía más lejana de la Tierra. Pasaron 35 años y sigue siendo una de las mejores fotografías históricas del Espacio. La responsable fue la sonda Voyager 1, a una distancia de 6.000 millones de kilómetros, gracias a una idea del célebre astrónomo y divulgador científico Carl Sagan. A los 34 minutos después de esta emblemática captura, las cámaras de la Voyager se apagaron por siempre. En la imagen original, que fue remasterizada por la NASA hace cinco años, nuestro minúsculo planeta aparece bañado por un rayo de sol suspendido en la inmensidad. Se observa como un punto apenas visible, “un punto azul pálido”, nombre con el que finalmente se bautizó la foto.
Una nueva hazaña
Cuando las sondas Voyager 1 y 2 fueron lanzadas en el verano de 1977 desde Cabo Cañaveral, su misión era explorar los planetas exteriores del Sistema Solar, en particular Júpiter y Saturno. Por primera vez, se lograron obtener imágenes detalladas de estos gigantes gaseosos, revelando sus nubes, tormentas y, en el caso de Saturno, la estructura de sus anillos. En su sobrevuelo, las sondas también descubrieron, entre otros hallazgos, los volcanes activos de Ío, una de las 95 lunas de Júpiter.
Los distantes Urano y Neptuno también formaron parte de este catálogo planetario. Gracias a esta misión, las Voyager se convirtieron en los primeros objetos creados por la humanidad en alcanzar el espacio interestelar, la región donde la burbuja magnética del Sol —conocida como heliosfera— se debilita y llega a su fin. Este límite, aunque lejano, sigue dentro del Sistema Solar. Las sondas Voyager 1 y 2 continúan enviando datos en su prolongada misión hacia los confines del espacio. La Voyager 1, la más alejada de la Tierra, sigue operativa junto a su gemela.
Un mensaje de la humanidad
Ambas sondas llevan a bordo unos discos fonográficos de cobre, bañados en oro, que contienen sonidos e imágenes que retratan la vida y la cultura terrestre. Bajo la supervisión del astrofísico Carl Sagan en estos discos se registraron saludos en 55 idiomas, incluidos dialectos y lenguas antiguas, entre ellos el sumerio con un mensaje que dice: “Que todos puedan estar bien”, y el mandarín, con una invitación más amistosa: ¿Cómo están todos? Deseamos mucho conocerles, si tienen tiempo vengan a visitarnos por favor”. También se incluyeron sonidos de la naturaleza, el canto de las ballenas y los pájaros, el latido del corazón humano y hasta el primer movimiento de la Quinta sinfonía de Beethoven.
Sin embargo, uno de los hitos más importantes de la misión, más allá de la recopilación de los datos científicos, fue la icónica imagen de la Tierra, tomada desde una distancia sin precedentes. La idea de capturar esta foto fue de Sagan, a cargo de las imágenes, que pidió que la sonda girara sus instrumentos hacia la Tierra para intentar captar “un retrato familiar del sistema solar”.
En esa particular sesión de fotos, la sonda Voyager hizo mucho más que el poético retrato de nuestra Tierra, que recibió el nombre de Pale Blue Dot (Un punto azul pálido). Antes de adentrarse al espacio profundo, tomó una secuencia de 60 fotos que incluyeron a nuestra estrella el Sol, y los planetas Venus, Tierra, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Mercurio, Marte y Plutón fueron excluidos. El primero estaba demasiado cerca del Sol y el planeta rojo se confundía con la luz solar