Por: Manfredo Kempff Suárez |
Pese a que para algunos la Navidad es un día más del año, sin un significado de paz y de amor, porque así les dicta su costumbre y su fe, para la inmensa mayoría de los bolivianos estos son días de recogimiento, de alegría, compra de algunos regalos para los padres, hijos y amistades, para la pareja amada naturalmente, de cenar todos en una mesa junto al arbolito y cantar villancicos. Y para los verdaderos católicos, de acudir a la misa de Gallo cuando ya está entrada la noche.
A mí me llena de recuerdos, tristes y alegres, porque los pasé con mis padres y hermanos y sin ellos, debido a que, con Teresita, mi esposa, tuvimos una vida de muchos traslados, cosas del trabajo, como la deben tener los militares, sin duda. En Santa Cruz he pasado muchas navidades cuando era niño, cuando joven, y ahora en esta veteranía ya prolongada. Pero más nochebuenas he celebrado en La Paz, como muchas en Santiago de Chile, Madrid, Asunción, México, Buenos Aires y una en Montevideo.
En todas esas ciudades, católicas por excelencia, el nacimiento del Señor se celebraba, según recuerdo, casi de la misma manera. En algunas regiones con mucho frío, en otras con calor intenso. Lugares hubo donde la chimenea ardía y reventaba la corteza de la madera, cuyo olor producía una sensación grata en la intimidad; otros, como Santa Cruz, por ejemplo, donde la Navidad siempre fue calurosa y se la disfrutaba con puertas y ventanas abiertas, y hasta con sillas puestas en el patio. En algunas partes el recogimiento y el canto de los villancicos era conmovedor, en otras se festejaba la llegada del Niño con música y hasta con baile. Igualmente, todo tenía el profundo sentimiento de estar con la familia reunida, junto al tradicional arbolito, donde se producirían los abrazos, los buenos deseos compartidos, y el recuerdo intenso de quienes partieron y que amamos tanto.
Armar el arbolito sigue provocando la emoción de los niños, porque a sus pies estará el Nacimiento de Jesús, pero, además, los regalos que se han pedido al Papa Noel. Los arbolitos en casas de mis abuelos, padres y en la mía, fueron de pino, que recuerde. Y dicen que eso viene de una tradición europea, probablemente alemana. A mis años he visto armar el arbolito navideño muchísimas veces, solo a María Teresa en más de cincuenta oportunidades. Se trata de toda una ceremonia adornar el pino con una radiante estrella en lo alto, y luces multicolores, lazos, algodones que asemejan copos de nieve y el Nacimiento con figuras sagradas y los animalitos que le dieron calor al Niño, que guardamos desde nuestros abuelos o que adquirimos en algunos anticuarios, dando un marco de gran belleza.
La cena es muy importante en la Navidad, la más importante del año. En Santa Cruz comemos casi todos el chanchito al horno (y ahora pavo también), ese chancho relleno de doña Guillermina, que devorábamos donde mi abuelita Rogelia y después donde mi madre, acompañado de ensalada de palmito fresco. En el caserón de mi abuela en la calle Arenales, cenábamos más de cincuenta personas (otros llegaban después de la cena) y se bebía clericó, que lo preparaba y que lo servía ella en persona. ¡Para qué más delicia!
En La Paz, se come el cerdo también, pero igualmente el pavo relleno. Aunque la comida navideña andina por excelencia, es ese guiso que se llama picana y que es la delicia absoluta, porque está hecho en base a carnes de res, cerdo, gallina y cordero ¡nada menos!, con choclo tierno desgranado y ají colorado, todo hervido en vino tinto, Oporto principalmente. La delicia absoluta, la mano mágica, aunque las modalidades para preparar ese plato son variadas de acuerdo a la región.
En todo caso, en el mundo occidental, no existe Navidad sin arbolito y pesebre, sin villancicos, sin pavo, sin regalos, y sin misa de Gallo. Los regalos los hacemos en nuestra América, en la Nochebuena, y están puestos a los pies del árbol, cuando no en los zapatitos que, cuando éramos niños, dejábamos, con mis hermanos, en la ventana de nuestra habitación. En España, donde en Navidad comí durante años maravillosamente, los regalos se entregan en Reyes, el 6 de enero, fecha que nosotros no recordamos con tanta expectativa.
Que esta Navidad sea buena para todos, que cada uno de nuestros compatriotas pase de la forma que mejor le permita su situación, y ojalá que para el próximo año nuestros espíritus se apacigüen y que la llegada del Niño nos haga mejores personas. No está de más desearlo.
| Manfredo Kempff Suárez es escritor, diplomático y político boliviano.