La protesta de la alegría

Por: Homero Carvalho Oliva - Escritor                                                                                                                                                             

“Era una fiesta sin principio ni fin […] Parecía que el universo entero estuviera al revés; lo increíble se había convertido en habitual, lo imposible en posible”. Mijaíl Bakunin

Los jóvenes han salido a las calles, han tomado por asalto las ciudades y han colmado las esquinas de alegría. La protesta son ellos, la protesta somos nosotros nos invitan a acompañarlos. La protesta de los últimos diez días contra el fraude electoral ha tenido el sello de la juventud, de la tolerancia y de la alegría. “La imaginación al poder” escribieron los jóvenes del Mayo francés de 1968 y sus nietos lo practican en muchas ciudades del mundo, cada vez es más frecuente ver protestas convertidas en performances artísticos. Los jóvenes son la resistencia pacífica.

“No saben protestar, lo hacen con pititas, les puedo dar algunos talleres de bloqueo”, amenazó nada menos que el Presidente de los bolivianos acostumbrado a la violencia, intentando ridiculizar un movimiento que tiene características diferentes a las de su partido político; para ellos apóstoles de la violencia social, estos movimientos juveniles son una herejía que ataca los dogmas de sus creencias hegemónicas, porque los jóvenes de este siglo son diferentes, son tolerantes, son solidarios y son valientes.

Desde hace diez días en Santa Cruz de la Sierra es frecuente ver en los bloqueos conciertos de rock y música clásica, lecturas de poesía, pintores en las calles, danza aérea, teatro callejero y otras manifestaciones artísticas; además de ollas comunitarias compartiendo comida. Lo mismo he visto en otras ciudades de Bolivia y los felicito por ello. Armando Bartra lo explica mejor en su ensayo: Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela, cuando afirma: “Hay muchas cosas destacables en estos movimientos, entre éstas la imperiosa necesidad de teatralizar, de ritualizar y en definitiva de estetizar sus acciones. Estetización de la protesta que nada tiene que ver con la belleza y sí con que, para una generación graduada en los videojuegos y en los videoclips (…) Una generación a la que no dejaron intervenir el mundo, hecho por sus mayores de una vez y para siempre, y a la que no dejaron intervenir la historia porque dizque ya había terminado. Pero que, a cambio de estas prohibiciones y ataduras, mediante las pintas y el esténcil intervino los muros; mediante el fotoshop intervino las imágenes serializadas de los medios; mediante tatuajes y piercing intervino su cuerpo; mediante música tecno, tachas y sicotrópicos intervino sus sentidos. Una generación así no puede escalar sus intervenciones expandiéndolas ahora al ámbito sociopolítico, sin exaltar la dimensión formal, estética de la acción colectiva”. ¿Ya ven?, es una forma de lucha.

He caminado la ciudad desde el primer día y me siento orgulloso de ser parte de esta nueva sociedad que me está enseñando el verdadero significado de “vivir bien”, ese hermoso concepto que el gobierno nunca pudo llevarlo a la práctica porque estaba más interesado en la confrontación que en la conciliación.

En las calles he visto y escuchado a jóvenes discutir de política, sus conceptos son diferentes a los de mi generación, no hablan de marxismo, capitalismo, ni neoliberalismo, ni falta que hace, hablan de libertad, de democracia, de respeto al Estado de derecho, de ciudadanía, de derechos humanos; hablan de gobiernos honestos y corruptos, hablan de la manipulación de los medios de comunicación, hablan de la resistencia pacífica y de la resistencia en las redes sociales, su lugar común, su taypikala (su piedra de toque), su ciudad de la utopía. Estas elecciones fraudulentas han politizado a los jóvenes, ya no les interesa el discurso de izquierda y derecha, les interesa que los gobiernos sean eficientes. El paradigma ha cambiado y ellos, los millennians y los centennial, son su propio paradigma., quieren vivir en sociedades libres y justas, con independencia de poderes, tan sencillo como eso. Después de estos días Bolivia no es la misma, esta es la verdadera revolución desencadenada por un proceso que no quiere cambiar, que quiere eternizarse en el poder.

Para los amigos que les gustan las citas de grandes autores, porque si no el texto carece de valor académico, aquí les va una de Slavoj Žižek: “La revolución no tiene que ser experimentada como la serie de penalidades que tenemos que sufrir para la felicidad y libertad de las generaciones futuras, sino precisamente como esas penalidades presentes sobre las que esa felicidad y libertad futuras proyectan ya su sombra. En ellas ya somos libres cuando estamos luchando por la libertad y ya somos felices mientras luchamos por la felicidad” o esta otra de mi “pariente” Gilberto de Carvalho que explica el éxito de estas protestas: “No entendemos lo que está ocurriendo. Ni en nuestros tiempos conseguimos llevar 100 mil personas a la calle en pocas horas. Ellos, los jóvenes, dicen que nosotros usamos un repertorio del siglo pasado para dialogar y que no entendemos lo que está pasando. Nosotros estábamos acostumbrados a un vehículo con altoparlantes y líderes para negociar. Ellos no usan ni vehículo ni comando”. Y es claro que las redes sociales se han convertido en un elemento cohesionador y articulador de las movilizaciones. Cambia todo cambia, dice la canción.

Las protestas de hoy tienen un aire festivo y celebratorio, pero sobretodo tienen la voluntad de vencer y se han ganado que le reconozcamos que son la nueva expresión de la rebeldía social, con mucha imaginación y coraje. La protesta pacífica no estaba en el manual de los violentos, por eso se inventaron el “Cerco a las ciudades” para provocar enfrentamientos y muertes, la solución por la violencia, dando como resultado cientos de heridos y dos muertos. Respeto la memoria de los caídos, mis sentidos pésames a sus familiares, esos pésames que nuestros mandatarios tenían la obligación de hacerles llegar a las familias y no lo hicieron por soberbia y por odio.

Señor Presidente Evo Morales, si le preocupa el fútbol, vea la realidad, ahora el fútbol está en las calles.

Lo que he venido escribiendo estos días ha desencadenado la furia de la serpiente del mal, la furia del gobierno, me han dicho de todo en las redes sociales, tanto trolls como algunos contactos conocidos y no me importa que lo sigan haciendo, solo me interesa aportar a que se resuelva la crisis sin más víctimas. Me importa que la lucha de mis hijos y la de los hijos de todos nosotros, triunfe, para que puedan vivir en paz, sin odios y sin rencores; me niego a traicionar el coraje de los jóvenes y ya estoy viejo para ser cobarde. Sé que mi mejor arma es mi pluma (Cortázar, lo dijo) y la usaré simplemente como un escritor comprometido con su país, porque creo que esta es la hora en la que todos debemos tomar partido; es el tiempo del compromiso, lucho por la paz y mi bando es la esperanza. Van diez días y sé que muchos amigos se están perjudicando de ganar dinero pero no los he escuchado quejarse; yo mismo estoy dejando de ganar porque soy docente universitario, no importa los tiempos exigen sacrificio.

Van diez días de paro nacional y nadie se rinde. ¿Quién se rinde?, arenga una niña pequeña y delgada, con la bandera boliviana como capa, y el pueblo le responde: Nadie se rinde. Van diez días y seguimos. Espero que los políticos estén a la altura de los jóvenes.