El joven senador es el favorito en las encuestas y se perfila como el único que puede darle continuidad al proyecto del Movimiento Al Socialismo en Bolivia. Su incursión en las elecciones movió el escenario político y marcó un punto de inflexión en el bloque cocalero.
Vía: Infobae |
Andrónico Rodríguez es una de las figuras que representa a la nueva generación de líderes en la política boliviana y el movimiento popular. El que muchos consideran el “sucesor natural” de Evo Morales cobró notoriedad como presidente del Senado y en sondeos recientes se perfila como el favorito para ganar las elecciones del 17 de agosto, lo que según analistas podría significar la “jubilación” de los políticos de izquierda que lo antecedieron.
En ese escenario, Rodríguez se convirtió en el nuevo objeto de disputa entre grupos de poder que quieren lucrar de su capital político y de su legimitidad de representación para mantenerse en vigencia.
El senador de 36 años, que se forjó como dirigente cocalero y tiene formación académica, emergió como una figura nacional ante el vacío de poder que había en el bloque popular tras la caída de Morales en 2019, cuando se constituyó como referente de la resistencia al Gobierno de Jeanine Añez. Seis años después, la historia lo pone en el mismo lugar: puede llegar a ser presidente ante el vacío de poder en la izquierda boliviana, tras de la debacle del Movimiento Al Socialismo (MAS) por la guerra intestina que libran Morales y el presidente Luis Arce.
Rodríguez nació en 1988 en la localidad de Sacaba, en el departamento de Cochabamba, en un hogar de productores agrícolas en el que sus padres participaban activamente en el movimiento sindical del trópico cocalero. Desde niño acompañaba a su padre a las reuniones con los campesinos y pronto se dio cuenta de la necesidad de tener educación formal. “A mi padre le faltaba un poco de conocimiento y pensé que debía superar eso. Debo leer, debo estudiar y ver cómo colaborar con mi comunidad con mayor sabiduría académica”, manifestó en una entrevista.
Según su propio relato, Rodríguez tuvo en su juventud un programa de radio en el que pasaban canciones de reguetón a la vez que se iba involucrando de a poco en actividades sindicales junto a su familia. Al salir bachiller, se mudó a la ciudad de Cochabamba para estudiar Ciencias Políticas en la universidad pública, donde el movimiento cocalero tenía incidencia a través de los centros estudiantiles.
A los 24 años fue elegido presidente de las juntas universitarias de las Seis Federaciones Cocaleras del Trópico de Cochabamba y cuatro años más tarde asumió la vicepresidencia de las federaciones, consolidando su imagen como el segundo hombre después de Evo Morales en el enclave cocalero.
Su nombre sonó a nivel nacional por primera vez en marzo de 2019, cuando el ex presidente lo mencionó como uno de los jóvenes capacitados para conducir el proyecto político del MAS en el futuro. Diez días más tarde, Andrónico – como todo el mundo lo llama en Bolivia- apareció sentado por primera vez en el plató de una de las principales cadenas televisivas del país en prime time, dando una entrevista en la que fue presentado como “el heredero” de Morales.
Ese año inició su carrera política institucional, fue candidato a senador por Cochabamba pero las elecciones fueron anuladas por los indicios de fraude que terminaron con el derrocamiento de Morales y, paradójicamente, con el surgimiento de Rodríguez como dirigente fuera del espacio cocalero.
Ante la ausencia de Morales y en medio de la huída la cúpula del MAS, asumió el mando de las Seis Federaciones del Trópico y se convirtió en el vocero político de las organizaciones sindicales. Horas después de la asunción de Jeanine Añez al poder, Rodríguez se dirigió a los movimientos sociales del país y les pidió manifestarse en contra del nuevo gobierno y mantenerse unidos en pie de lucha hasta el retorno del líder cocalero.
“Dijeron que ya había presidenta y que había policías encubiertos para detener dirigentes. Todos se levantaron de la mesa y nos despedimos como si nunca nos fuéramos a volver a ver, me quedé solo parado ahí. Le dije a la radio, ‘entrevisténme’”, rememoró años después sobre su debut como dirigente nacional cuando el país aún estaba en llamas. “Agarré cámaras y micrófonos, con una polerita a rayas, todo demacrado, llamé a la unidad y a la movilización (…) solo yo ahí, defendí el orden constitucional”, narró. Meses más tarde confesó al sociólogo Fernando Mayorga que habló “con mucho miedito” en ese momento.
Su posición en las federaciones cocaleras y la ausencia de la élite del masismo, “le proporcionó un espacio institucional para actuar con autoridad y le otorgó un poder simbólico que formó su liderazgo”, señala Mayorga en el libro Resistir y retornar (2022).
Con el poder asumido, el Gobierno de Añez lo convocó en sus primeras semanas para participar en el “Acuerdo de Pacificación” logrado con algunas organizaciones campesinas. Rodríguez viajó a La Paz para asistir al encuentro pero llegado el momento de ir se echó para atrás: uno de sus allegados contó a Infobae que se negó a ser escoltado por la Policía y que no quería lucirse como un “trofeo” del entonces ministro de Gobierno, Arturo Murillo. En vez de acudir a la reunión, fue a la ciudad de El Alto para visitar a los familiares de las víctimas de la denominada Masacre de Senkata, una posición que lo ayudó a catapultar su liderazgo.
En la pandemia de Covid-19, el cocalero de entonces 32 años mantuvo un discurso de rechazo a las medidas del gobierno para contener la crisis sanitaria y realizó campañas solidarias que consistían en la entrega de víveres en sectores empobrecidos del país. Como máximo representante de los cocaleros y un liderazgo en expansión, Rodríguez fue propuesto por organizaciones sociales que respaldan al MAS como candidato a vicepresidente para las elecciones de 2020 junto a David Choquehuanca.
Sin embargo, la decisión de las bases fue vetada en Buenos Aires, donde el cónclave del evismo se inclinó por Luis Arce, el ex ministro de Economía a quien venían con potencial para seducir a la clase media con las credenciales de haber sido el conductor de la política financiera del país durante sus años más prósperos. Choquehuanca fue designado candidato a la vicepresidencia y Rodríguez quedó relegado a candidato a tercer senador por Cochabamba. Aunque el cocalero aceptó esta decisión, la selección del binomio puso de manifiesto tensiones internas en la relación entre Morales y las organizaciones sociales.
En el Senado, Rodríguez brilló poco por su gestión legislativa a pesar de la campaña centrada en su imagen que desplegó en las redes sociales. Tuvo un perfil conciliador y más proclive a los pactos que la vieja camada del MAS, lo que le permitió ser elegido presidente de la Cámara de Senadores durante los cinco años de su mandato. Logró acuerdos pragmáticos con la oposición y mantuvo una distancia prudente con el presidente Arce, que se limitó a lo institucional bajo la vigilancia desconfiada de su mentor.
Prácticamente no se conoce lo que piensa sobre los temas trascendentales para el país. Sus declaraciones más famosas tienen que ver con una ley que protege a las mujeres de la violencia machista a la que calificó como “anti hombres” para retractarse poco después ante una oleada de críticas. Luego, en un foro empresarial en Santa Cruz, dijo lo que sus interlocutores quería escuchar: cuestionó el modelo económico del MAS y manifestó su preocupación por el “Estado paternalista” que deja en segundo plano las economías privadas, comunitarias y cooperativas.
En los últimos meses, la figura de Rodríguez se popularizó como la del candidato que puede “salvar” al movimiento popular y a la izquierda boliviana de la debacle a la que la llevaron Arce y Morales que sumidos en una feroz disputa por el control del partido y la candidatura a la Presidencia, terminaron fracturando el partido político que fue imbatible en las urnas a nivel nacional en las últimas dos décadas.
El quiebre con su padre político se hizo evidente en enero de este año cuando en un acto público dijo que no debía sentirse “celoso” de que los jóvenes siguieran sus pasos. Luego vino una seguidilla de desaires: faltó a dos convocatorias públicas de Morales y en cambio se reunió en España con figuras de la izquierda europea como Pablo Iglesias y José Luis Rodríguez Zapatero.