Por: Johnny Nogales V. |
Casi cinco semanas de paro en Santa Cruz es un sacrificio que es digno de el mayor de los reconocimientos.
Decirlo no refleja con justicia los avatares que ha pasado el pueblo cruceño; podemos hacer referencia a los graves incidentes a los que ha estado sometido y elaborar una lista tan larga de arbitrariedades y abusos, que produzca náuseas; pero es preciso destacar la valiente decisión de estar resueltos a permanecer día y noche al pie de una trinchera; la conciencia y firmeza en la petición; la solidaridad, expresada en ollas comunes y en contribuciones de genuino respaldo; la identidad nacional, reflejada en la presencia de bolivianos de todos los rincones patrios, en unión fraterna y sacrifico compartido; la fiereza en la resistencia al acoso; la dignidad en el discurso y la acción; la alegría, tan propia del camba, en la música, los bailes e incluso en la creatividad de la protesta: hasta de poner arbolitos de navidad, en señal de su invariable determinación de continuar, sin retaceos; y tantas otras virtudes que se podrían enumerar, llenando hojas enteras.
Por eso dije y sostengo: ¿Qué más se le puede pedir al pueblo cruceño?
Pero ha llegado el momento de la reflexión. Hagamos un recuento de lo obtenido hasta ahora. Empecemos por el logro de que se realice un censo cuyos resultados definitivos estén disponibles en septiembre de 2024. Es decir, que estén a tiempo, antes de los próximos comicios generales, para realizar cuando menos tres acciones: Redefinir la coparticipación económica, replantear el número de representantes políticos y rediseñar las circunscripciones electorales. En conferencia de prensa, autoridades de tres Poderes del Estado (el Ejecutivo, el Legislativo y el Electoral) se han comprometido públicamente a atender oportunamente, en el ámbito de sus respectivas atribuciones, estos tres aspectos.
También se logró la liberación de los detenidos en los recovecos del paro, aunque no hay que olvidar el socorro que se debe prestar a muchos que fueron heridos y damnificados en la contienda.
No se consiguió el objetivo de que el acto censal se lleve a cabo el 2023. Es cierto. Pero ha sido muy significativo el avance logrado en que se lleve a cabo el recuento de población en una fecha cierta y definida, anterior a la que inicialmente determinó el poder político. Luego, que, producto de las cifras que emanen de él, se restablezca la participación económica y política. Que se alteren, de acuerdo a la realidad, los espacios físicos que delimitan el ejercicio democrático del voto y la elección de los diputados.
Quedan temas pendientes, como la forma en que la sociedad participe activamente en todos los actos planificados para la realización del censo, a través de entidades que tenga gente preparada en la materia y que no estén sujetas a ninguna influencia partidaria. Queda claro que el Instituto Nacional de Estadística - INE no ha demostrado cualidades profesionales ni independencia para que su trabajo sea confiable. Por el contrario, tuvieron diez años para preparar detalladamente la labor que se les encomendó y, por la evidencia, no hicieron nada o, en el mejor de los casos, engañaron al país.
La otra es desnudar de una vez por todas el famoso Padrón Electoral, tan debatido. Una danza de números se ha lanzado para cuestionar su transparencia. No se puede pedir el criterio del ciudadano en elecciones cuya limpieza no esté demostrada fehacientemente. Escudarse en maniobras dilatorias o encubrimientos es simplemente alimentar las dudas de la población. Pero eso se verá a su debido momento.
Por tanto, no es necesario perder más tiempo en la infructuosa espera de que la Asamblea Legislativa discuta y apruebe una ley. En caso de darse, esa ley tendrá dos características: Primera, que jamás los parlamentarios del oficialismo (a pesar de su aparente división) llegarán a plantear una fecha distinta a la determinada por el gobierno, ni ofrecerán más que lo que ya han comprometido las autoridades; y segunda, que siendo susceptible de ser tachada de inconstitucional y, dados los antecedentes del caso, no hay nada bueno que esperar.
La actuación de la brigada cruceña quedará simplemente como un referente testimonial. Ni en la comisión, ni en la cámara baja, ni en la de senadores (que ya se han pronunciado por que impedirán la aprobación de cualquier ley sobre el censo), tienen el número suficiente para imponer su criterio. Sería disparatado culparlos de traidores si no consiguen su cometido, cuando la mayoría de ellos ha demostrado que están dispuestos a defender, incluso con fiera convicción, el mandato popular.
Finalmente, una de las tareas que emergen del impresionante y multitudinario Cabildo del 13 de noviembre pasado fue la de encomendar a la entidad cívica la formación de un cuadro de asesores, para evaluar la relación de Santa Cruz con el gobierno y el estado. Esta no es una labor que hay que descuidar. Deberán de ser convocados los mejores exponentes de la intelectualidad, pero privilegiando la experiencia y el amor a esta tierra, como requisitos fundamentales.
Habrá quienes no quieran reconocer los avances que ha logrado la valentía y entereza de todo un pueblo y se sientan defraudados por no llegar a obtener todo lo que se buscaba. Incluso estarán aquellos que inciten a radicalizar las medidas de presión o a ir por los escabrosos caminos del enfrentamiento. Pero ya tendrán ocasión de mostrar su civismo. Esta es apenas una batalla.
Estamos, entonces, ante una espera inútil y un desgaste inservible de toda la energía y potencial de este pueblo heroico. Es absolutamente improbable que se pueda obtener más de lo señalado. No hay porqué postergar por más tiempo el sacrifico de la población. Por eso, es hora reconocer lo que ha sido posible conseguir, que no es poco, y tomar la decisión de PARAR EL PARO.