Por: José Luis Saavedra |
Dedicado a mi maestra y amiga Jenny Ybarnegaray Ortiz, quien suele decirme que está bien que escriba sobre el medio ambiente; pero, “y la problemática de la violencia contra la mujer, ¿no te conduele?”.
Precisamente, acabo de ver y leer la impactante noticia acerca de que ¡Bolivia es uno de los países con más feminicidios per cápita del mundo! (Agencia de Noticias Fides). Si bien la problemática del feminicidio, es decir el asesinato de las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, es antigua; es también evidente que ha empeorado -gravemente- en los últimos 15 años, esencialmente por el carácter machista y patriarcal del régimen MASista y también por la impunidad con la que actúan u operan los feminicidas.
Y no es la única noticia preocupante, hay otra tan o más alarmante, es la que refiere que Bolivia también está entre los países con mayor deforestación de bosques en la región y el mundo. Si bien la problemática de la deforestación, al igual que la del feminicidio, es rancia, prácticamente se remonta al Siglo XVI, cuando el virrey Toledo mandó u ordenó talar los árboles y arbustos de los alrededores del cerro rico de Potosí; se ha agravado en el decurso de los últimos 15 años, con las políticas ultra extractivistas y depredadoras y devastadoras del régimen MASista, tanto que actualmente “Bolivia (está) entre los tres países con mayor deforestación de bosques tropicales”.
Empecemos viendo -en los límites del presente artículo y sin pretensiones de exhaustividad- algunos datos en relación con el tema de la deforestación, que comprende el desmonte y la tala de árboles, y sus principales consecuencias, tales como la escasez de agua y la degradación de los suelos.
Según un estudio publicado por la Fundación Inesad (Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo), Bolivia tiene una tasa de deforestación per cápita de 310 metros cuadrados por persona al año. La cifra supera de lejos al promedio mundial que es de nueve metros cuadrados. Y, en los últimos 20 años, según el mismo Inesad, el país ha incrementado la deforestación anual de 150 mil a 350 mil hectáreas.
Si asumimos que, en Bolivia, la tasa de deforestación es de 350.000 ha al año, entonces, en términos per cápita 320 m2/persona/año, resulta en una tasa 20 veces más alta que el promedio mundial (~16 m2/persona/año) y una de las más altas del mundo, superando los niveles de otros grandes países deforestadores.
¿En qué región hay más deforestación? “De los 25 municipios a nivel nacional, que están en la lista de mayor deforestación, el 80% son de Santa Cruz”, con notable énfasis en la región de la Chiquitanía, que cumple un rol fundamental para las funciones ambientales en esta parte del departamento de Santa Cruz, y es hasta donde se está expandiendo la frontera agrícola, está entrando la minería y, además, es donde ha habido más afectación por incendios forestales (cfr. “Incendios en Bolivia provocan gran pérdida de su bosque amazónico y chiquitano”, Red Amazónica, 4 junio 2021).
¿Cuál es la causalidad primordial de la deforestación?, además de la expansión de la actividad agropecuaria (principalmente ganadería), la minería ilegal y el crecimiento de la mancha urbana, la causa reside en la agroindustria y el monocultivo de caña y soya transgénica (cfr. “Con 200% de deforestación, Bolivia cambia bosques por la agroindustria”, Pagina Siete, 29 de septiembre de 2019). Y las quemas para habilitar tierras para estas actividades aceleran pues la pérdida sustancial de bosques.
Y por si -todo lo anterior- fuera poco, actualmente YPFB está encaminado hacia la producción de biocombustibles, “ya se tiene etanol y ahora el objetivo es biodiésel”. Hablamos de la producción de aceites vegetales para generar biodiesel, entre las cuales están la soya, la iatropa, la palma, etc., cultivos que implican la expansión de la frontera agrícola y “por supuesto, eso significa tener menos bosques”.
Con estos motivos, es posible afirmar que Santa Cruz -prácticamente- ha perdido su cualidad forestal, ya que inclusive en áreas de reservas naturales se han registrado desmontes (cfr. “Áreas protegidas, están en la mira de la deforestación”, El Deber, 16 mayo 2021), como es el caso del Parque Nacional Amboró, donde está la reserva de Choré.
Cuando se dice pérdida de cualidad forestal se hace referencia al deterioro de los ecosistemas tropicales que cumplen funciones como mitigadores de cambios climáticos, ecoturismo, fuentes de biodiversidad y reguladores de regímenes hídricos.
Esta problemática es -en verdad- muy grave porque -recordemos- la masa boscosa del parque nacional Amboró es responsable de la calidad del agua de Santa Cruz de la Sierra y del norte integrado.
El biólogo Huáscar Azurduy nos explica que cualquier producto que se vaya a sembrar en una reserva natural trae consigo la deforestación. “En el caso concreto del Amboró, en ese parque está el futuro del agua para toda esta región. Su masa boscosa regula la humedad de Santa Cruz de la Sierra y del norte integrado. Si, con el tiempo, se hace una afectación severa, estamos poniendo en riesgo el agua, independientemente de la rica flora y fauna icónica como el oso jucumari que allí existe”.
Otra de las consecuencias más graves de la deforestación, además de la degradación del suelo, es que también se incrementan las emisiones de carbono, producto de la deforestación en el país, alcanzando la aterradora cifra de 14 toneladas de CO2 por persona al año (una de las más altas del mundo). Recordemos que la media anual mundial es de alrededor de 4,5 toneladas de CO2.
Y sin dejar de lado que gran parte de la deforestación es ilegal (cfr. “El 58% del área deforestada es ilegal; ven normas permisivas”, Los Tiempos, 02 marzo 2020) y que las sanciones son insignificantes frente al grave daño ambiental.
¿Perspectivas?, hay que trabajar en el campo de la reforestación, la gestión de incendios y la restauración de bosques. Pero, de este tema y de la violencia machista trataremos en el próximo artículo.
| José Luis Saavedra es miembro de Somos Sur y profesor de teoría y política poscolonial.