Por: Edwin Herrera Salinas |
Estupefactos. Así quedamos muchos con los resultados de la elección presidencial del año pasado cuando Luis Arce del MAS ganó con el 55% de los votos después del obseno fraude electoral de 2019. Este 7 de marzo, el electorado boliviano puede protagonizar la revancha del voto. Puede darle la victoria a candidaturas opositoras en varias gobernaciones y en la mayoría de las diez principales ciudades del país. Puede conseguir el objetivo si el masismo no hace maniobras tramposas en el tramo final o enjuagues antidemocráticos en los tribunales electorales departamentales.
Si bien el triunfo de Arce también es por la cadena de errores de los opositores, algo que esa y la anterior elección anulada comenzaron a oradar es la hegemonía política del MAS que por casi década y media hizo lo que quiso en el país a partir de los dos tercios en la Asamblea Legislativa, además de la coptación de todos los poderes del Estado. Por tanto, las elecciones regionales también encarnan el desafío de liquidar la percepción del poder omnimodo y cuando se termine de pintar el mapa político boliviano, existe la posibilidad de que el color azul aparezca desteñido.
Empiezo por las gobernaciones. Por las tendencias que marcan las encuestas, todo apunta a que el MAS será derrotado en Santa Cruz en primera vuelta y en Tarija parece que ni si quiera participará en una probable segunda vuelta porque el candidato masista se ubica en tercer lugar. En La Paz, si bien el postulante “enlatado” del MAS puede terminar primero en la votación, se anticipa una segunda vuelta en la que los Quispe –Santos y Rafael– tendrán la opción de sellar un acuerdo para retener la gobernación paceña en manos opositoras.
Pero la revancha del voto puede alcanzar su mayor expresión en los departamentos del Beni y Chuquisaca, donde en 2015 el MAS cometió verdaderos crímenes electorales. Hace seis años, en Beni el Tribunal Electoral Departamental borró de un plumazo la candidatura de Ernesto Suárez a la Gobernación beniana –además de otros 200 postulantes de Demócratas– para favorecer al masista Alex Ferrier.
En Chuquisaca, el candidato del FRI, partido que ahora es el sostén de Comunidad Ciudadana, renunció días antes de la elección pero los votos que recibió esa fuerza política fueron sumados a la candidatura de Esteban Urquizo, famoso por manosear mujeres impunemente y no haber hecho nada cuando un asambleísta departamental de su partido violó a una funcionaria en ambientes del ente legislativo de ese departamento.
Hoy Suárez no candidatea a la Gobernación del Beni. En la carrera electoral departamental de este año los primeros lugares, según estudios de preferencia electoral, están ocupados por el dentista Alejandro Unzueta y la ex presidenta Jeanine Áñez, lo que abre la posibilidad de una segunda vuelta entre ellos y con Ferrier viendo el desenlace electoral por televisión.
De ahí viene la desesperación de Evo Morales de ir hasta el Beni y desempolvar el tétrico “espejuelo” de la construcción de la carretera que pretende aniquilar el corazón del TIPNIS, una obra ecocida frenada en 2011 por la VIII marcha de los pueblos indígenas pese a la represión policial en la localidad de Chaparina. Ese mismo nerviosismo también activó un proceso judicial ordinario en contra de Jeanine Áñez cuando ella solo puede ser sometida a juicio de responsabildades por eventuales delitos en su presidencia.
En cambio, en Chuquisaca el dirigente campesino Damián Condori, a quien le arrebataron el triunfo en 2015 sumando los votos del FRI al MAS, es nuevamente candidato a la Gobernación con ciertas posibilidades de vencer en primera o segunda vuelta al oficialista Juan Carlos León, según la percepción electoral. Condori fue víctima de una inconcebible maniobra ejecutada por miembros del Tribunal Electoral Departamental en el recuento de votos y prueba del trabajo sucio que hicieron en 2015 es que hoy algunos de ellos son candidatos del MAS en el área rural de Chuquisaca como Ramiro Tinuco, ex Presidente del TED y ahora candidato a Alcalde en el municipio de Padilla.
La revancha del voto también puede darse en las nueve capitales y El Alto. En 2015 los partidos de oposición ganaron la elección municipal en La Paz, El Alto, Cochabamba, Santa Cruz, Tarija, Trinidad y Oruro. El MAS triunfó en Potosí, Sucre y Cobija. Gran panorama para la oposición en ese entonces pero el gobierno del MAS empezó a asfixiar con juicios a los alcaldes, quemas de alcaldías, denuncias de corrupción y paralelismo en proyectos y programas urbanos provocando que no pocos hayan coqueteado con el masismo o decidieran entregarse mansamente como ocurrió con Edgar Bazán en Oruro, aunque eso no lo salvó de la cárcel.
Hoy el cuadro se pinta similar, las candidaturas opositoras tienen todo para conseguir victorias en las siete ciudades anotadas y con probabilidades de conquistar una o dos más, aunque la dispersión es su mayor enemigo. Y es que la hegemonía política del MAS se escurre entre los dedos de los desesperados jefes partidarios y actuales gobernantes que nuevamente exhiben espejuelos, creen que refuerzan a sus candidatos cuando más bien los perjudican, usan la justicia para perseguir a los oponentes electorales y chantajean descaradamente al electorado, incluso con la vacunación contra la COVID-19.
La respuesta está en manos de los electores. O abren las puertas del poder regional al asalto inescrupuloso en gobernaciones y alcaldías importantes del país o pueden sublevarse con el voto este 7 de marzo, en una gran señal de equilibrio político nacional, y finalmente el próximo 11 de abril, cuando se produzcan segundas vueltas en una cantidad todavía interdeminada de departamentos.