En cinco días, hasta el 3 de febrero, Bolivia vacunó a 3.560 personas. A esa velocidad, la vacunación de los 7,2 millones de ciudadanos en edad de recibir la inmunización en el país tomaría 10.112 días, es decir 27,7 años sin parar, incluyendo domingos y feriados. Regla de tres simple.
Ya sé, dirán que lo harán más rápido con las próximas vacunas, pero esto es lo que hay, se anota lo que se pincha y no es cacho. Como ejercicio, seamos optimistas: supongamos que lo hacen diez veces mejor que ahora; en ese caso demorarían 2,7 años. Pero eso es dudoso, porque si sólo 20 mil vacunas no pueden trasladar, incluso usando frigoríficos de pollos, ni aplicar con prontitud, ¿cómo harán con 15 millones? Eso es 750 veces la cantidad de las Sputnik V que llegaron el viernes 29 de enero (imaginemos 750 vuelos trayendo cada vez 20.000 vacunas). Aritmética simple, los números no mienten.
Además, ahora están vacunando en ciudades capitales y a personal de hospitales en los hospitales; es decir, la tienen fácil. No me digan que lo harán más rápido cuando tengan que ir a las provincias y las áreas rurales. Y mejor no contabilicemos a las nuevas generaciones que cada año entrarán a la edad de vacunación. Eso ya es... álgebra.
Lo bueno es que de aquí a unos 20 años, cuando en teoría sigan vacunando en Bolivia, ya se podrá viajar en el tiempo; entonces, antes de cumplir 18, los jóvenes viajarán al pasado −dos o tres años, a elección− y así volverán a tener 14 ó 15 y cuando se acerquen otra vez a los 18, nuevamente podrán escaparse al pasado. De esa manera se librarán de la vacuna. Podemos esperar tranquilos, porque además el 2048, último año de la vacunación boliviana de la actual generación, tendremos como presidente a algún nieto de Morales −o con suerte al mismo Evo− y el modelo boliviano será tan exitoso y próspero, que Suiza −la que tiene por capital a Berna, no la otra Suiza que tiene por capital a Sucre− será un país tercermundista comparado con el nuestro.
TIB (This is Bolivia)
De Juan Carlos Rocha (Exalumno Juan XXIII)