Por Zulema Alanes.-
Bajo presión. El coronavirus cambia la vida cotidiana y obliga a un régimen de prohibiciones
Desde este lunes rige el horario continuo en las oficinas públicas y privadas. Los colegios, institutos y universidades permanecerán cerrados. Están prohibidas las fiestas y ya no habrán funciones de cine, ni eventos deportivos, ni parques de diversiones. Tampoco abrirán los gimnasios. Los bares deben cerrar sus puertas y no se permitirán actividades nocturnas en centros de eventos. No podrán reunirse más de 100 personas en un solo espacio. A partir de las cero horas del miércoles no se permitirá el ingreso de personas que provengan de países europeos, asiáticos, del Reino Unido, Irlanda e Irán, excepto ciudadanos bolivianos o extranjeros residentes en el país.
El régimen de prohibiciones que sin duda cambiarán la vida cotidiana de la gente ha sido decretado por el Gobierno para dar batalla al coronavirus. En cuatro días, las restricciones fueron en aumento.
Al anunciar las nuevas medidas, la presidenta Jeanine Añez pidió a la población que evite salir de sus casas, salvo para ir al trabajo. Convocó a los medios de comunicación que en lugar de crear pánico informen sobre cómo prevenir el contagio. Demandó el compromiso de los empresarios para encarar el impacto económico que provocará esta situación de emergencia. Puso en alerta a la Policía y a las Fuerzas Armadas para la batalla contra el virus.
El mensaje de la presidenta fue como un llamado de urgencia al final de una jornada dominical que presentó las primeras señales de cambio en las rutinas habituales. Hubo menos gente en las calles casi en todas las ciudades capitales, aunque la vida no se detuvo del todo. En La Paz una fiesta folklórica patronal en la zona de Obrajes hacía pensar que no había motivo para estar perturbados, pues en plena plaza pública unas 200 personas departían bebidas y bailaban al ritmo de una banda. En la tradicional feria de la 16 de julio, en la ciudad de El Alto, faltaron compradores, pero se abrieron todos los puestos de venta. En todas las ciudades la gente continuó yendo de compras a los mercados y supermercados, en busca de todo lo que pudieran stockear y preguntando en las farmacias, aunque ya no queden barbijos ni alcohol en gel.
No sirve el “sálvese quien pueda”
Un día antes del mensaje presidencial, Alfonso Tenorio, representante residente de la OPS/OMS en Bolivia, dejó en claro que todas las medidas están orientadas a evitar la propagación del coronavirus, pero ese objetivo no será posible solo por decreto porque se trata de una batalla en la que no sirve el “sálvese quien pueda”.
Dijo que en la demora puede estar el peligro. Recomendó tomar acción inmediata ante cualquier síntoma: aislarse y ponerse en cuarentena. Insistió en la importancia de una consulta inmediata ante la presencia de fiebre, síntomas respiratorios (tos, dolor de garganta, dificultad para respirar) y antecedente de viaje a zonas con circulación viral o contacto estrecho con un caso confirmado, pero recomendó no concurrir a un hospital o centro de salud porque la posibilidad de contagiar a más personas es mayor.
Tenorio recordó que ya se sabe que las personas mayores o con alguna enfermedad preexistentes como diabetes, insuficiencia cardíaca o respiratoria, e inmunodeprimidas son las que corren más riesgo y deben recibir cuidados para aliviar los síntomas. Sólo en casos graves, el tratamiento debe incluir internación y atención médica urgente para apoyar el funcionamiento de los órganos vitales.
Hay que minimizar la circulación del virus, hacer todo lo posible para que el virus no circule ni se propague. Eso es posible porque el COVID-19 se transmite por goteo, no por aerosoles. Eso significa que, si estamos a un metro de una persona infectada, o rozamos con las manos superficies que contaminó al toser o estornudar, se corre el riesgo de contagio. Por eso es importante evitar tocarse la cara o los ojos sin previamente lavarse las manos.
Ahuyentar el miedo con la verdad
El miedo tiene la capacidad de poner de manifiesto lo mejor y lo peor de la condición humana. Las reacciones ante los primeros casos confirmados de coronavirus así lo demuestran. El miedo a contraer la enfermedad sacó a relucir prejuicios, discriminación, estigmatización y hasta amenazas de muerte.
“Por favor no me maten” clamó desde su aislamiento, dentro de su vivienda, una de las mujeres con diagnóstico positivo de coronavirus. Quedó consternada ante los gritos y amenazas de sus enardecidos vecinos.
“Me han dado la espalda en mi propio país” lamentó la paciente que peregrinó por siete hospitales, durante dos días y medio, porque una multitud delirante la expulsó del hospital de su pueblo e impidió que sea internada en otro centro médico.
En tiempos de coronavirus la verdad está amenazada y la mayor certeza parece ser la incertidumbre. A esta situación contribuyen las redes sociales se han convertido en vehículo de informaciones y recomendaciones falsas que multiplican la angustia y el miedo en tiempo real.
Los niveles de desinformación son tan graves que la Organización Mundial de la Salud (OMS) acuñó el término “infodemia” para definir las falsedades.
Y una muestra de que las mentiras suelen tener patas cortas es el alentador diagnóstico de las dos primeras pacientes que dieron positivo en el país y que, según las autoridades sanitarias, serán dadas de alta en las próximas horas.