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Por: Sonia Montaño V.-
En poco tiempo deberemos decidir acerca del mejor camino hacia la reconstrucción de la democracia. Habrá que elegir al candidato que tiene las mayores posibilidades de ganar y alejar del espectro político a los autoritarismos que aspiran a ganar. Lo haremos cuando el coronavirus ocupa la agenda social.
Los países verdaderamente democráticos son aburridos y en la medida que cuentan con instituciones fuertes el nivel de incertidumbre es más bajo. No es el caso de Bolivia. Nuestra democracia es tan precaria como apasionante.
Antes de la llegada del Coronavirus , vivimos momentos de incertidumbre que nos “entrenaron” a vivir en la duda y nos bajaron el nivel de tolerancia a las frustraciones, actitud que se repetirá ante los candidaturas que terciarán el 3 de mayo.
Las encuestas que circulan muestran ya las tendencias y aunque la gestión de la pandemia puede modificar los resultados, es poco probable que esto ocurra.
La Presidenta Añez tendría que hacerlo muy mal -cosa que no parece estar ocurriendo- para bajar su intención de voto. Todo indica que es el segundo lugar el que está en disputa y que la segunda vuelta contra Arce será con Mesa o Yáñez.
Toca pues evaluar con perspectiva de largo plazo las razones por las que optamos por una de las candidaturas.
Del 21F al 3M
En 2016, el MAS fue derrotado en las urnas de manera contundente. Bolivia dijo NO en el referéndum que buscaba legalizar la re elección indefinida de Morales, quien ya había gambeteado la ley en 2014 cuando su postulación ya era ilegal. Hasta que logró inventar un derecho nuevo y fue habilitado.
¿ Qué importancia podíamos darle a la maniobra que justificó la reelección cuando, según el MAS, la República había muerto y nacido el estado Plurinacional?
Lo que parecía un detalle, fue el sello de un gobierno que si quería podía hacer girar el reloj a la inversa mientras el consumo crecía y el capitalismo depredador se instalaba en el país gracias a la alianza con los empresarios de la agroindustria, los empresarios ilegales y la corrupción.
El voto duro contra el MAS es todavía un voto del miedo. Si algo parece identificar a la mayoría de la gente es su rechazo al autoritarismo del gobierno anterior.
Este es el primer valor que debemos considerar para elegir.
Octubre también cuenta
El 20 de octubre de 2019 las elecciones iban a dar ganador a Carlos Mesa, pero un fraude monumental puso fin a las expectativas de un cambio y hoy la ciudadanía se ve obligada a salir a votar de nuevo en mayo.
En aquel momento Mesa captó el descontento de los electores que lucharon por la democracia, contra los incendios de la Chiquitanía, el hartazgo con la corrupción, el sometimiento de la “clase política” al régimen, la falta de oportunidades para la juventud sin olvidar la traición a los postulados de defensa de los pueblos indígenas.
EL respeto al voto es la segunda consideración.
El fraude de octubre y los acontecimientos posteriores, en particular la instalación del gobierno de transición, abren un nuevo escenario donde el MAS derrotado y la derecha venida a menos -los demócratas lograron apenas el 4% de los votos- consiguen reubicarse de manera importante.
El MAS y JUNTOS han aprovechado el tiempo transcurrido con eficacia. El partido de Morales está llevando a cabo una ofensiva con fuerte apoyo internacional que instala la narrativa del golpe y adquiere fuerza entre los grupos sociales que ven caerse el sistema corporativo que les aseguraba beneficios. Una campaña que reivindica orden y estabilidad, crecimiento económico y reducción de la pobreza, algo que podría enorgullecer a cualquier gobierno neo liberal y que resuena al viejo “orden, paz y trabajo de Bánzer.
La derecha tradicional, apoyada por grupos religiosos que sufrió el impacto de su larga alianza con el MAS y cuyos resultados electorales fueron magros, pudo dar un golpe de timón y recuperarse, montarse sobre la movilización ciudadana, primero apoyando a Camacho y luego cerrando filas alrededor de Janine Añez.
De hecho, más llamativa que la recuperación del MAS que tuvo catorce años para montar un aparato político narco delincuencial, ha sido la subida de la derecha que ha encumbrado a Camacho primero y a la Presidenta Añez después. El desempeño inicial de esta última convocando a elecciones, pactando con el MAS, nombrando un Tribunal Electoral confiable es el capital con que lanza su candidatura.
Añez y el MAS reflejan a nivel nacional la nueva pugna internacional donde la ultraderecha, como Bolsonaro y afines, trata de desplazar definitivamente a los gobiernos del ALBA.
Por eso, para no permitir el retorno del MAS ni abrir las puertas a la derecha fundamentalista, es necesario optar por una propuesta moderada que no prometa mucho y que pueda encauzar las energías democráticas a través del respeto a las instituciones.
Este es el tercer aspecto a considerar.
Desde un punto de vista programático Arce y Añez coinciden en el proyecto basado en la explotación de recursos naturales en alianza con el sector exportador. Mesa, a pesar de sus guiños al ambientalismo tendrá que lidiar con una fuerte crisis económica agudizada por el impacto de la pandemia. En esta etapa, lo más importante es recuperar las instituciones, impulsar los pactos políticos por el bien común y garantizar el derecho a la protesta de los actores sociales que se alejan del MAS sin pasar a las manos del nuevo clericalismo político.
Cuarta consideración.
Mesa ha mantenido un bajo perfil y se ha equivocado al pensar que los votos a su favor durante las pasadas elecciones, eran parte de su capital político. Aunque segundo en las encuestas, la distancia que lo separa de Arce es muy alta y aunque en el posible balotaje podría ganar, no logrará una bancada que facilite la gobernabilidad.
Tendremos en cualquier caso un gobierno débil, un legislativo plural y una sociedad enfrentando la crisis económica que el virus agrava.
Carlos Mesa aparece como la opción moderada con una mayoría relativa frágil, una propuesta programática empeñada en mantener puentes con “las cosas buenas” del pasado ( lo que sea que eso quiera decir) y una composición de sus candidatos donde no hay una presencia evidente de las fuerzas derechistas y Neo conservadoras las que en realidad constituyen el peligro principal. Una bocanada de aire fresco en un panorama desolador.
Mesa puede dar pies a un verdadero gobierno de transición que instale una comisión de la verdad, reforme la justicia y busque un pacto para salir de la crisis económica.
En ese contexto además de escoger por los mejores candidatos uninominales, votando cruzado, habrá que mantener la confianza en Mesa porque sus pecados son veniales comparados con los de los otros candidatos
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