En los últimos años, los habitantes de la zona de frontera con Venezuela han aprendido a convivir con situaciones diarias que suelen cruzar el lindero de lo impensado.
Esta población, que en su mayoría es venezolana, ya se habituó a cruzar los 350 metros de largo del puente internacional Simón Bolívar, erigidos entre el vecino país y el municipio de Villa del Rosario (Norte de Santander), y encontrar compra y venta de cabello; expendio ilegal de medicamentos, artesanías tejidas con billetes de bolívares, y comedores comunitarios repletos de niños y mujeres, doblegados por el hambre.
Sin embargo, a estos ciudadanos, que ya ninguna de estas escenas les sorprende, se encuentran expectantes ante lo que se viene en los próximos días: una especie de duelo musical de dos conciertos, que estarán ubicados al lado y lado del puente internacional de Tienditas, a menos de 300 metros de distancia.
El espectáculo que está provocando un aluvión de extranjeros represados en los pasos limítrofes, es el del multimillonario británico Richard Branson.
Y así lo evidencian las cifras suministrada por Migración Colombia. Por los tres puentes internacionales de Norte de Santander pasan normalmente cerca de 35.000 personas diarias. Entre lunes y miércoles se han movido un total de 412.401 ciudadanos, siendo el miércoles el día de mayor afluencia con 139.506 registros en tan solo 24 horas.
Este evento musical unirá las voces de más de 30 artistas de talla nacional e internacional y se realizará el viernes, en el lado colombiano del puente, que permanece bloqueado por orden de Nicolás Maduro con un carro cisterna y contenedores marcados con la palabra ‘paz’.
Karen Villegas es una venezolana de 24 años, que piensa madrugar ese día, pasar la frontera y entonar los éxitos de Juan Luis Guerra y Ricardo Montaner. Ella vive en San Antonio, pero sin importar la distancia al otro lado del río Táchira, dice que no perderá esa oportunidad.
“Ese evento representa una esperanza para todo el pueblo. Es un momento para cantarle a la paz y sentirnos libres, porque, de verdad, todo lo que vivimos en Venezuela es un drama. Queremos sentir la solidaridad del mundo, porque allá –en su país- no hay nada”, indicó con una sonrisa estampada en su rostro.
Cuando esta joven recuerda que prácticamente a la misma hora se realizará un concierto, promovido por el gobierno chavista, en la otra punta de esta estructura, se le nubla la mirada y se asoma una expresión de indignación. “El otro espectáculo es una burla a todos los venezolanos. Uno cree haberlo visto todo en mi país y no. Las ideas del señor Maduro me dejan perpleja”, aseveró.
Lo mismo opina Pedro López, un venezolano nacido en Maracaibo, que llegó hace un mes a Cúcuta, en busca de refugio y alimento para su esposa, su hija y su mamá. Él cambió el escritorio y la oficina, donde trabajaba como contador en su país, y ahora descarga bultos de verdura en la Central de Abastos de la capital nortesantandereana.
“El concierto en Colombia me llena de mucha expectativa, porque busca ayudarnos a salir de esa situación tan difícil, que me hizo dejar mi hogar (…) Sobre el otro evento, ni sé qué pensar. Ya no me cabe tanta indignación por lo que hacen las mismas personas, que tienen a mi patria en esa condición”, precisó.
‘Hay miedo de que arremetan contra las donaciones’
Además de este clima de euforia y consternación, a estos extranjeros también les asalta un sentimiento de miedo por los posibles brotes de violencia, que un día después del concierto, durante el sábado 23 de febrero, se puedan desatar por la negativa de los militares venezolanos de dejar ingresar las más de 300 toneladas de ayuda humanitaria al vecino país.
Liza Vejar tiene 49 años y lleva más de 20 trabajando como secretaria en el Hospital Central de San Cristóbal, en la capital del Estado fronterizo del Táchira. Este centro asistencial no se escapa de la escasez de insumos médicos, que tiene agonizando al sistema de salud de Venezuela.
“Me siento muy entusiasmada por todo lo que está ocurriendo en pro de mi país. Realmente puede cambiar la historia. Pero, lo que de verdad necesitamos es el paso de esas ayudas humanitarias. Es muy duro lo que se vive donde trabajo y hay miedo de que los guardias arremetan con esas donaciones, que las pedimos a gritos”, pidió.
A pesar de estos temores, la oposición venezolana intensifica su campaña, entregando volantes en las zonas de frontera para ‘reclutar’ voluntarios, que estén dispuestos a respaldar en brigadas el traslado.
Quien encabeza esta labor es el diputado Wilmer José Azuaje, acompañado de jóvenes cuyas manos cargan manojos de publicidad con el mensaje #AvalanchaHumanitaria.
“No podemos sentir temor de nada. Debemos mantenernos firmes. La respuesta de Maduro del concierto es una prueba del desgaste de su gobierno, que cada vez eleva la indignación del pueblo. Por eso creo que desde el viernes podemos empezar a escribir una nueva historia”, afirmó el político.
//El Tiempo//