Por: Hernán Terrazas E. |
Las relaciones entre el sector privado y el gobierno no han sido buenas desde el primer día de la gestión del presidente Arce y ahora pasan por su peor momento. A pesar de innumerables solicitudes de los empresarios para poder conversar formalmente y aportar a una agenda de reactivación económica, las puertas de las principales dependencias públicas han permanecido cerradas.
El propio mandatario ha reiterado una y otra vez que las políticas serán discutidas y aprobadas en consenso con los movimientos sociales y no así con los privados. Es como si en Bolivia la buena marcha de la economía dependiera exclusivamente de lo que haga el Estado.
La discusión sobre el incremento salarial también es solo un asunto que involucra a trabajadores y autoridades, aunque los sueldos dependen más de las empresas.
Recientemente los empresarios transitaron de la queja más bien interna al pronunciamiento público firme. Primero fue la Cámara Nacional de Industria, que organizó una cumbre para levantar un diagnóstico y proponer una serie de iniciativas destinadas a reactivar al sector productivo. Fue un foro de propuestas que encerraban críticas, pero el tono ciertamente no dejó de ser diplomático. Sobre esta Cumbre poco o nada se dijo desde el gobierno.
Desde la CAINCO, en cambio, el énfasis no dejó dudas: “No pedimos que nos regalen nada ni que nos den pegas. Pero eso sí merecemos más respeto porque somos nosotros los que llevamos adelante a este país”, dijo el presidente de esa institución, Fernando Hurtado.
No fue una crítica superficial, sino que apuntó al corazón del modelo económico que defiende el gobierno. “ Tenemos que dejar atrás las añoranzas del pasado, ancladas en modelos económicos que no acompañan este nuevo ciclo…No necesitamos un gobierno empresario, lo que necesitamos es un Estado amigo de la libre iniciativa, de los emprendimientos y las empresas familiares”, añadió Hurtado.
El gobierno y los empresarios parecen vivir en dos mundos diferentes. Mientras que el primero habla de cifras optimistas, alentado quizá por la subida del precio del gas y de algunas materias primas, e incluso insinúa que este año podría pagarse el doble aguinaldo, los privados no ven que haya llegado la reactivación a sus empresas y siguen observando los mismos problemas que se arrastran desde la pandemia y los que son secuela inmediata de la guerra en Ucrania.
Una vez más, parece no existir una relación directa entre los datos del crecimiento del PIB, que según el gobierno cerró en 6% el año pasado, y la realidad rutinaria de industrias que han optado por el cierre, otras que experimentan una caída sistemática de sus ventas internas y externas, y algunas que trasladaron sus operaciones a otros países – Perú y Chile – por ejemplo, donde las condiciones y el entorno normativo son más favorables.
La reacción del gobierno al pronunciamiento del empresariado cruceño, que en buena medida refleja el malestar sectorial en todo el país, fue más ideológica que técnica. “Es totalmente inoportuno insistir en un modelo neoliberal que ya fracasó”, aseguró la ministra de Planificación del Desarrollo, Gabriela Mendoza, quien insistió en que “ese fracaso nos ha posesionado como gobierno nacional”, porque en la época neoliberal “ no hubo avances para el país en inversión, ni generación de empleo”.
El problema, si se mantiene este divorcio entre un gobierno que no escucha a los empresarios y sus planteamientos, pero que estigmatiza a sus representantes como voceros del neoliberalismo, y un sector privado que hasta ahora no ha logrado permear la barrera que parece aislar al presidente Luis Arce, es que difícilmente va a conseguirse que las políticas de reactivación realmente abarquen y beneficien a la totalidad del sector productivo y, por ende, a quienes tienen un trabajo formal y de calidad.
Sostener que el empresario es de derecha o neoliberal solo porque no coincida con la línea oficial no parece lo más sensato, ni lleva a la solución de los problemas. De hecho, los tiempos de ese tipo de polarización han quedado atrás en la mayor parte del mundo, salvo en aquellos países que al persistir en esa visión han llevado a la destrucción a sus economías.
No deja de ser cierto también que calificar como “obsoleto” al Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo que administra el gobierno del MAS desde hace más de 15 años” puede entenderse como una comprensible queja airada de los empresarios por la falta de atención, pero no es con un cruce de espadas ideológico como se van a subsanar los problemas que afectan a la economía.
El gobierno todavía está a tiempo de dar un viraje en algunas posiciones que ha mantenido a rajatabla en diferentes ámbitos, incluida la de dar la espalda al sector privado, precisamente cuando se necesita de los empresarios de todo tamaño para producir más y mejor, competir en la región, generar empleo de calidad y mayor bienestar para las familias.
El presidente Arce tiene cuatro años por delante y seguramente sabe que los factores externos, aparentemente favorables e inesperados – como una guerra en Europa-, pueden cambiar repentinamente y tomar un rumbo negativo. La montaña rusa de los precios internacionales de las materias primas va de simas a cimas y Bolivia no ha jugado nunca ningún papel en estas tendencias. A lo sumo goza de la emoción de la subida y, por lo general, ha preferido cerrar los ojos en el descenso.
| Hernán Terrazas E. es periodista