Por: José Luis Saavedra |
El régimen (que no gobierno) MASista es muy profuso en la producción de una retórica e ideología exuberantemente indigenista y populista y que seduce, en realidad engatusa, a las élites urbanas, esencialmente blanco mestizas, y obviamente a la izquierda internacional, cuya ingenuidad política, con respecto al (supuesto) primer presidente “indígena”, no es sino la expresión de una desdichada conciencia colonial y colonialista.
El régimen MASista es también muy pródigo en la elaboración y aprobación de una compleja y enredada e incluso contradictoria serie de leyes, normas, políticas, planes y proyectos sobre la Pachamama, la Madre Tierra, el buen vivir en armonía y complementariedad, los derechos (más o menos fundamentales) de los pueblos indígenas, y un largo y embustero etcétera. Y qué es lo que tenemos en la práctica, extractivismo puro y duro.
La discursividad ideológica e indigenista del régimen MASista, con todo y el soporte de una poderosísima red mediática (nacional e incluso internacional), no logra ocultar, ni siquiera disimular, el desarrollo de un conjunto sistemático de políticas públicas que apuntan no al bienestar social y/o humano sino más bien al impulso decidido del sistema capitalista en su fase más salvaje y depredadora y devastadora de los bienes comunes (como son el agua, el territorio y la misma biodiversidad).
Las principales expresiones del extractivismo depredador, activamente prohijado por el régimen MASista, tienen relación con el campo hidrocarburífero y las peligrosas contaminaciones e intoxicaciones de los suelos, las vertientes y los cursos de agua dulce; luego, el campo minero, tanto en tierras altas (desde hace 500 años) como en tierras bajas, es decir en la Amazonia, donde la minería aluvional está envenenando -con las gigantescas dragas chinas y el mercurio- los ríos y los peces y por tanto la alimentación humana. También están el agronegocio, los monocultivos, los transgénicos y los agrotóxicos (venenos), que están contaminando y depredando el agua, el suelo y el aire. Y no podemos, ni debemos olvidar los efectos socioambientales de los lixiviados de la cocaína.
Y para qué todo este preámbulo, para entender que las recientes y violentas usurpaciones, avasallamientos, despojos, saqueos y depredaciones de los territorios indígenas, principalmente de los pueblos t’simanes, ayoreos y guarayos no son hechos aislados y menos casuales (cfr. “Comunidades tsimanes denuncian que los interculturales siguen avasallando sus tierras”, ANF, 5 diciembre 2021; “Indígenas ayoreos denuncian la invasión de interculturales a la comunidad 27 de Mayo”, Erbol, 28 diciembre 2021, etc.).
Estos abusos y expoliaciones impunes -hasta ahora- forman parte intrínseca de un sistema geopolítico de explotación y opresión muy bien planificado y de una estrategia de dominación capitalista e imperialista (de la que el régimen MASista es un fiel alano). Por tanto, es profunda y radicalmente etnocida, ecocida, biocida y -más grave aún- genocida (entendiendo por genocidio todo atentado a las condiciones materiales y espirituales de la vida de los pueblos) (cfr. “Dirigenta denuncia que en Bolivia está en curso un plan de extinción de los pueblos indígenas”, ANF, 30 octubre 2018).
Más aún, el día martes 28 de diciembre de 2021 nos enteramos de que los “Avasalladores queman casas y atemorizan con armas a indígenas t’simanes para quitarles sus tierras” (ANF). Los colonizadores (mal llamados interculturales) y avasalladores de tierras invadieron violentamente la comunidad Jatatal en territorio t’simane y prendieron fuego a las viviendas. “A punta de escopeta y dinamita”, los invasores amenazaron a los indígenas para que abandonen sus territorios que habitan y protegen ancestralmente (“desde hace muchos años”). Así, “ellos (los avasalladores) vinieron, quemaron las casas (…). Nos amenazan con escopetas, traen sus armas”, afirma con tristeza don Ismael Cuata.
Cuata indica que los maltratos, por parte de los avasalladores, son cada vez más frecuentes y violentos. Comenta que -en otras oportunidades- su comunidad ya fue desalojada (a la fuerza) de sus tierras y se asentaron en otras regiones para no seguir con los enfrentamientos; sin embargo, ahora también pretenden despojarlos de sus hogares. “¿Dónde van a vivir nuestros hijos?, queremos nuestras tierras para nuestros hijos. Pedimos al Estado que se respeten nuestros derechos, no vamos a salir porque es nuestra tierra”.
En resumen, decimos y reiteramos que el régimen MASista es racista, no sólo porque discrimina, segrega, relega y violenta a los pueblos indígenas, sino también y más aún porque atenta flagrantemente -a través de las usurpaciones, despojos y avasallamientos- contra las condiciones de vida de los pueblos y las territorialidades indígenas.
¿Por qué hablamos de que el régimen MASista es fascista? Supuesto que el fascismo es un régimen autoritario y por ello mismo implica el ejercicio de la violencia contra los que se definen como enemigos, aquí el régimen de gobierno practica y ejerce -impunemente- el terrorismo de Estado y por tanto usa métodos violentos, además de bandas armadas y encapuchados, cuando no mercenarios y terroristas (como en Las Londras), para asaltar, saquear y arrasar violentamente los territorios de los pueblos indígenas (Cfr. “Grupo armado expulsa a familias indígenas de sus propias tierras en Santa Cruz”, Sputnik, 06 enero 2022).
Finalmente, el régimen MASista es extractivista, sustancialmente por continuar (hoy como hace 500 años) con la economía primario exportadora de materias primas, al presente llamados comodities, y también por seguir (igual que en la época colonial) depredando, devastando y destruyendo violentamente los recursos naturales, los bienes comunes y las territorialidades ancestrales de los pueblos indígenas.
¿Qué queda por hacer?, por ahora reactivar la resistencia territorial.
| José Luis Saavedra es miembro de Somos Sur y profesor de teoría y política poscolonial.