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UN BOLIVIANO SECUESTRA Y CONVIERTE EN ESCLAVO SEXUAL A UN NIÑO DE 12. 17 años después, Lucas habla del horror que sufrió

Vía: Infobae | 

Por: Federico Fahsbender | 

Hay chicos perdidos y hombres que los depredan. A comienzos de 2005, Roberto Santy Lozano, nacido en 1968 en Potosí, Bolivia, dueño de una librería de materiales escolares, encontró al suyo. Lo llevó a la parte trasera de su comercio y allí lo encerró durante casi ocho meses. Ese chico, llamado Lucas Benvenuto, tenía doce años.

Santy Lozano lo conoció en una sala de chat en Internet. El librero le mintió cuando le dijo su edad, según la acusación judicial en su contra. Lo citó en una dirección inexistente, luego le dio pistas para que se acercara. Le ofreció dinero para violarlo, 200 pesos de aquel entonces, lo penetró por la fuerza y lo filmó. En todo ese tiempo, a Lucas, que vivía en Mataderos, nadie lo fue a buscar. Su madre era una adicta. Su familia estaba rota. Así, Lucas cumplió sus trece años en el encierro, mientras veía a otros chicos que iban y venían. Encontró, de acuerdo a su relato, una colección de videos en su calabozo, con otros supuestos abusos filmados.

Luego, en septiembre de ese año, el chico se fugó, volvió a su casa en Mataderos. Santy Lozano lo siguió hasta allí, se apareció a los gritos, diciendo que le había robado diez mil pesos. Luego lo llamó una y otra vez para que volviera. Nunca regresó. No era la primera vez que Lucas era corrompido sistemáticamente. Había sido sometido un año antes en una historia aberrante por el profesor de música Marcelo Rocca Clement, cómplice de Jorge Corsi en la llamada banda de los boy lovers.

Rocca Clement fue denunciado por Lucas años después, en 2012. Aceptó su culpa en un proceso abreviado en el Tribunal Oral Criminal N°3, donde Benvenuto fue representado por su histórico abogado querellante, Javier Moral. Acordó una pena de seis años. Su nueva condena se unió a sus otras, con un cómputo final de catorce años y cuatro meses de prisión, todas por supuestamente abusar de chicos y corromperlos. Lucas fue uno de ellos. El profesor de música dejó la cárcel en 2020, con su pena cumplida.

En 2012, Lucas también fue por Santy Lozano, lo denunció en la Justicia tal como a Rocca Clement con el patrocinio de Moral. Declaró como testigo, enfrentó pericias. El librero fue allanado en su local por la Policía Federal, se le encontró una computadora con pornografía. No se negó a declarar, al contrario de la gran mayoría de abusadores de chicos. Respondió preguntas en su indagatoria, en donde aseguró que su víctima le robó y lo trató de mentiroso. Literalmente admitió todo, pero dijo que Lucas no era su siervo infantil, sino su novio.

Admitió “haber conocido a Lucas Benvenuto a mediados del año 2005 en una sala de chat gay de citas para mayores de edad”, según un documento de la causa, lo que llevó a “una relación de noviazgo con la víctima” de “consentimiento mutuo”. Santy Lozano dijo que creía que tenía “15 años”, no doce o trece, como si hiciera una diferencia. Reconoció haberlo sometido sexualmente, haberlo filmado y fotografiado, pero que no lo tenía encerrado. Lucas, según él, era libre. Hay pasajes más insidiosos. “Lo describió como un chico morrudo, de voz grave y desenvuelta... una persona experimentada que se manejaba bien”, continúa la transcripción.

Lucas declaró todo lo contrario. Atravesó una pericia psiquiátrica, cuyo resultado afirmó que lo que enfrentó con Santy Lozano podría haber afectado su integridad psicosexual. La acusación original asegura, incluso, que el librero lo hizo participar de un encuentro con otros dos chicos. Parecía un modus operandi. “El imputado publicaba en su librería anuncios ofreciendo trabajo para chicos entre diecisiete y veintiún años de edad, y elegía únicamente aquellos que era jóvenes y homosexuales, a quienes les daba trabajo por un corto plazo, durante el cual mantenía relaciones sexuales con ellos y luego los despedía”, continúa otro documento que contiene la imputación. Lucas recuerda a esos chicos, dice que los vio llegar e irse, uno tras otro.

Así, el 22 de noviembre de 2017, el Tribunal N°21 lo condenó a quince años de cárcel, la pena que había pedido el querellante Moral por los delitos de abuso sexual agravado por acceso carnal en forma reiterada contra un menor de 13 años de edad y corrupción de menores agravada por la edad de la víctima. Le prohibieron salir del país, pero no fue preso. Había estado apenas un mes y doce días preso, cuando la Federal lo arrestó en marzo de 2014. La prisión no fue declarada de inmediato en su condena. El fallo debía quedar firme.

La condena fue confirmada por Casación en noviembre del año pasado, cinco años después del veredicto original. La cárcel por un delito aberrante no parece lejos. Sin embargo, la defensa de Santy Lozano continúa la pelea en Tribunales, hasta el último cartucho: la Corte Suprema.


Primera instancia: la condena a Santy Lozano de 2017.


A lo largo de la causa, el librero fue representado por una abogada del Patrocinio Jurídico de la Facultad de Derecho de la UBA, que asigna defensores de forma gratuita. Así, fueron a la instancia superior. Objetaron que Santy desconocía que Lucas tenía menos de trece años y plantearon la inconstitucionalidad de la edad mínima para consentir una relación sexual, también objetaron el monto de la pena. La Sala III de la Cámara Criminal confirmó la sentencia al rechazar varios de esos planteos.

Entonces, su defensa fue por todo: planteó un recurso extraordinario federal y que la Corte Suprema intervenga en el caso. Pidieron que declare nula la confirmación de la condena, afirmando cuestiones de arbitrariedad en la valoración y que no se le habría recibido audiencia previa. También, planteó la cuestión del plazo razonable para que Santy Lozano sea condenado.

El fiscal Fernando Fiszer, uno de los acusadores que logró la condena al portero Jorge Mangeri, el femicida de Ángeles Rawson, se opuso al planteo y pidió que se declare inadmisible. Aseguró, para empezar, que Santy Lozano si tuvo una audiencia en su declaración indagatoria. También rechazó, citando a la Cámara, que se haya violado un plazo razonable. “El tiempo insumido en esta instancia destacado por la defensa, lejos de implicar un déficit del órgano jurisdiccional, refleja el arduo y pormenorizado trabajo de este Tribunal de acuerdo a los recursos que tiene su alcance”, citó Pfizer en su rechazo.

Así, la Sala III deberá decidir. Si decide en contra del librero, Santy Lozano podrá ir preso para envejecer en un pabellón de violadores de chicos.

Mientras tanto, Lucas, la víctima, está atento a su teléfono. Para su corazón, Santy Lozano preso puede ser el fin, pero no tanto.

Javier Moral, su abogado, dice: “Hoy Lucas puede cerrar un capitulo. Nadie más lo va a lastimar. Estuvo raptado a los 12 años y llevó una década que la Justicia nos dé la razón. Todo el proceso fue muy revictimizante para él. Las pericias, los señalamientos y las audiencias donde se lo señalaba como culpable de haber sido abusado. Pero se sobrepuso y hoy es un ejemplo de las víctimas de abuso para que cuenten y no bajen los brazos. Todos conocemos a alguien que fue abusado, pero no conocemos a ningún abusador. No cierra la ecuación”.

Al teléfono, Lucas mismo cuenta su historia. Su corazón está a la espera, partido en dos.


Lucas Benvenuto, hoy.

-¿Qué sentís al ver la condena a Santy Lozano finalmente confirmada por Casación?

Hay dos lados de mí al respecto. Estoy feliz, orgulloso, porque esta denuncia que hice pudo salir a flote, para tener un final. Por otro lado, siento una tristeza profunda, terrible, por la Justicia que tenemos en Argentina. Es increíble que haya tenido que esperar todos estos años para ver mi historia finalmente en Casación. En 17 años me pasaron un montón de cosas, eso no me lo va a devolver nadie. Siento vergüenza por haber tenido que esperar tantos años. En el medio intenté suicidarme tres veces. Están las pericias y los psicólogos por la parte acusadora. Se han dicho cosas horribles de mí. yo era un niño. Todo lo que tardó la Justicia llevó a que pasaran cosas muy feas en mi vida. Y para ese chico que fui no hay vuelta atrás.


-¿Sentís un cierre?

-No. No lo siento, porque hice muchas denuncias que quedaron atrás. Santy Lozano no fue mi único abusador. Logré que pase algo gracias a Javier Moral, mi abogado. Es más, yo hace unos meses hice otra denuncia y me dijeron que prescribió. Nunca fui el único involucrado en esta historia. Siempre hubo más niños. Y siguen cerca de niños, yendo a hacer las compras, a pasar las Fiestas con su familia. No termina. Hoy me escriben chicos que no deben pasar los 19 años, me doy cuenta por su forma física. Me cuentan que estuvieron los abusadores que denuncié, que se encontraron en los mismos lugares donde fui atacado. Me hace mierda, ¿me entendés? ¡Mierda! Es horrible para mí. Por eso me desanima tanto. Sacrifiqué la intimidad del Lucas adulto que soy hoy para contar mi historia. Tengo 29 años ya. Hay días buenos y malos. Pero mi vida cambió un montón. Pude construir un mundo para mí.


¿Qué lugar ocupa Santy Lozano en tu cabeza?

Ninguno. Fueron tantas personas que abusaron de mí en esa época... Hice tantas horas de terapia. Uno a uno, pude matar la sensibilidad. Ha dolido tanto que cuando se pellizca tanto en el mismo lugar, deja de doler. Mi vida corrió riesgo. Esta historia es un sinónimo de lucha. Si pude con eso, pude con todo.

-Venías de ser abusado por Rocca Clement. Imagino una situación de vulnerabilidad enorme, pasar del sometimiento de un pedófilo a otro.

-Rocca Clement fue quien más me dañó. Venía destrozado física y emocionalmente. Por eso caí tan vulnerable. Todavía lo charlo en terapia. Es algo muy parecido al síndrome de Estocolmo. Solo Santy Lozano me secuestró, pero el resto hizo un trabajo parecido. ¿Sabés qué? Era la única forma de amor que yo conocía. Era un nene callado que miraba para abajo. Venía no solo de vivir esos abusos: pasaba una situación terrible en mi casa. Nadie me salvó. Mi mamá era adicta a las drogas, estaba terriblemente enferma. Los primeros recuerdos de mi vida son ella drogándose. Y así caí en manos de los boylovers, Rocca me acariciaba, me abrazaba. Eso no me había pasado, nunca. Yo no lo busqué. Eso me encontró. Tenía 11 años. Ni siquiera había desarrollado emociones. Mucho menos estaba desarrollado para sentir placer.


-¿Cómo lo recordás?

-Como una persona muy fría, pero con un instinto paternal muy despierto. No sé si sabría los métodos de tener a un nene de doce secuestrado. Allí cumplí los trece años, secuestrado. Era muy amable, me llevó al supermercado para comprarme lo que necesitaba. Dentro de mi inocencia, estaba preocupado por la escuela. Allí empeoró todo. Ya no podía salir directamente. Estaba encerrado en un depósito de una librería de artículos escolares. Uno de sus empleados me cuidaba, me vigilaba para que no fuera. Estaba encerrado todo el día. Venía a la madrugada borracho y me abusaba por la fuerza, con violencia. Me grababa en esas situaciones, forzándome a tener sexo. Tenía más videos, no era el único. Tenía una colección de videos. Yo estaba encerrado, entonces me ponía a verlos. Ahí entendí que la situación no estaba bien del todo. Me quise ir. La violencia aumentó. Me enseñaba otras cosas: cómo doblar las medias, hacer la cama. Empecé a seguirle la corriente. Logré cierta confianza. Y un día me escapé.


-Con el tiempo, volviste a tu casa.

-Nadie de mi familia me buscó. Llegué a mi casa y mi mamá se estaba drogando. No llegué como un chico normal. No quebré.

-Según la causa en su contra, supuestamente atacaba a otros chicos, usando su librería como frente.

-Viví situaciones. A los dos meses me empecé a negar, ya estaba oficialmente secuestrado. Empezó a usar un método: me decía que iba a ver otros chicos. Sé que iba a un boliche donde iban menores y adultos. Llegó a traer a dos chicos estando yo secuestrado. Me dejaba en la parte de la librería y hacía sus cosas con esos chicos. Uno tenía 17, el otro tendría 19. Yo los había visto en los videos, siendo mucho más jóvenes. Salía del lugar, con la camioneta, volvía. Y yo volvía a estar secuestrado. Él publicaba avisos en sitios web buscando chicos para trabajar en la librería, jóvenes. Los tomaba a prueba, 15 días. En ese período lograba acercarse. Llegué a verlos a esos chicos. Pasaban 15 días, los volvía a cambiar. No tenía Internet, teléfono. Todo lo que decía lo absorbía.


-¿Y qué te hacía sentir?

-No sé qué decirte. ¿Viste cuando apagás una heladera? Así estaban mis emociones. Él tenía el control remoto de mí.


-¿Santy Lozano alguna vez volvió a contactarte?

-Nunca. Una vez me lo crucé en la calle. Estábamos en un semáforo. Bajó la ventanilla. Lo miré, él me miró. Y se fue.

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