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En tan solo un año y por la pandemia del Covid-19, el número de personas que viven con hambre en Bolivia y América Latina se elevó en 13,8 millones, alcanzando un total de 59,7 millones de personas.
Conforme a una evaluación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el hambre en la región está en su punto más alto desde 2000, después de un aumento del 30 por ciento en el número de personas que padecen hambre entre 2019 y 2020.
El organismo en su informe sobre el panorama regional de seguridad alimentaria y nutricional de 2021, expone que la prevalencia del hambre en América Latina y el Caribe -que incluye a Bolivia- se sitúa actualmente en 9,1 por ciento, la más alta de los últimos 15 años, aunque ligeramente por debajo del promedio mundial de 9,9 por ciento. Solo entre 2019 y 2020 la prevalencia del hambre aumentó en 2 puntos porcentuales.
“Debemos decirlo fuerte y claro: América Latina y el Caribe enfrenta una situación crítica en términos de su seguridad alimentaria. Ha habido un aumento de casi el 70 por ciento en el hambre entre 2014 y 2020”, dijo Julio Berdegué, Representante Regional de la FAO.
“Aunque la pandemia ha agravado la situación, el hambre ha ido en aumento desde 2014. Debemos corregir las vulnerabilidades profundas de nuestros sistemas alimentarios, hacerlos más inclusivos y sostenibles y asegurarnos de que brinden bienestar a las personas que alimentan a nuestras sociedades”, acotó Rossana Polastri, directora del FIDA para América Latina y el Caribe.
Entre 2019 y 2020, Mesoamérica experimentó el mayor aumento (2,5 puntos porcentuales) alcanzando su valor más alto en los últimos 20 años: 10,6 por ciento, o 19 millones de personas. El Caribe tiene la prevalencia más alta a nivel regional (16,1 por ciento, 7 millones de personas), mientras que en América del Sur el hambre afecta a 33,7 millones de personas, el 7,8 por ciento de la población.
LAS CIFRAS DE LA SUBALIMENTACIÓN
“Los países con la mayor prevalencia de la subalimentación en América Latina y el Caribe durante el último periodo disponible (2018-2020) son Haití (46,8%), la República Bolivariana de Venezuela (27,4%), Nicaragua (19,3%), Guatemala (16,8%), Honduras (13,5%), el Estado Plurinacional de Bolivia (12,6%) y Ecuador (12,4%)”, detalla el documento de la ONU.
El resto de los países con información disponible tienen una prevalencia de la subalimentación inferior al 10%, y en Brasil, Cuba y Uruguay esta es menor al 2,5%.
En 2020, en Sudamérica había 33,7 millones de personas subalimentadas, lo que representa más de la mitad (56%) de las personas subalimentadas en América Latina y el Caribe. El número de personas que sufren de hambre en Sudamérica aumentó en 18 millones entre 2014 y 2020. La mitad de este incremento (9 millones), sin embargo, se dio entre 2019 y 2020, en el contexto de la pandemia de Covid-19. En otras palabras, la cantidad de personas que padecen hambre creció en un 36% en apenas un año.
En 2020, aproximadamente 59,7 millones de personas en América Latina y el Caribe padecían subalimentación, el número de personas más alto en los últimos veinte años. Entre 2019 y 2020, la población que vivía con hambre creció en un 30%, aumentando en 14 millones en apenas un año.
En 2020, en Sudamérica había 33,7 millones de personas subalimentadas, lo que representa más de la mitad (56%) de las personas subalimentadas en América Latina y el Caribe. El número de personas que sufren de hambre en Sudamérica aumentó en 18 millones entre 2014 y 2020. La mitad de este incremento (9 millones), sin embargo, se dio entre 2019 y 2020, en el contexto de la pandemia de Covid-19. En otras palabras, la cantidad de personas que padecen hambre creció en un 36% en apenas un año, reitera el organismo en su informe.
¿AVANCES?
En el caso del país, la FAO destacó que el país ya ha implementado medidas de apoyo para poblaciones vulnerables pero llamó al Gobierno a extremar esfuerzos para tratar de llegar a una población mayor, en particular, a los pueblos indígenas.
“Estamos ante una situación que podría significar un retroceso de al menos 20 años en la lucha contra el hambre y la reducción de la pobreza”, apuntó el organismo.
Los efectos de la crisis ya son visibles en los sistemas alimentarios: la vulnerabilidad de los trabajadores ha crecido y los precios internos de los alimentos están subiendo más que el precio de otros productos de la canasta básica, según el Índice de precios al consumidor IPC. Por el aumento del desempleo y la caída en los ingresos, millones de personas no están pudiendo adquirir suficientes alimentos, y muchas otras están teniendo que optar por alimentos más baratos y de menor calidad nutricional.