Por: Manfredo Kempff Suárez |
Creemos que la oposición al masismo ha sido siempre lerda en sus reacciones, frente a unos “hermanos”, que, asesorados por venezolanos, españoles y cubanos, aprovechan de esas experiencias que cuestan dinero. Obedeciendo a los enviados del Grupo de Río, al de Puebla, a todo el despelotado Socialismo del Siglo XXI, los “nietos de Tupac Katari” y los “guerreros del Inca” han obtenido notables éxitos políticos que jamás hubieran salido de sus cráneos llenos de fábulas y mitos.
La Constitución del 2009 ha sido un parto masista, por supuesto, pero donde nadie sabe quién fue el padre. Muchos atrevidos participaron del amorío, pero no se conoce el nombre de quién engendró a una hija tan defectuosa. Esperemos que no fuera la madre, Bolivia, la que aportara con tan malos genes. Con tantos sujetos minusválidos metidos en el mismo lecho es muy difícil saber quién fue el que llegó al óvulo ansioso de fecundidad. Quien fuera o quienes fueran, nos embromaron la vida, porque nació un engendro.
Mediante la abrumadora presencia masista en las dos cámaras durante una década (2009-2014 y 2014-2019) Evo Morales pudo hacer aprobar las leyes que se le ocurrieron abusando de los dos tercios de los escaños que tenía en la Asamblea Legislativa. La oposición no tuvo ni derecho al pataleo porque los dos tercios eran suficiente argumento para definir la “suficiente discusión” e ir al voto donde el MAS imponía su voluntad, a veces hasta cantando el himno nacional con gran alborozo al final de una sesión exitosa. Es por esa razón que una de las metas más anheladas de la oposición fue evitar que el oficialismo mantuviera los dos tercios de los curules. Eso le quitaba su esencia a la democracia al desconocer la opinión de las minorías, al tener a la oposición como mera comparsa de acompañamiento, que, pese a que chillaba y maldecía corajudamente, nada podía hacer en el momento de la votación.
Estamos de acuerdo en que los días de paro y bloqueos transcurridos son suficientes una vez que se ha logrado victoriosamente la abrogación de la ley 1386 y que, por tanto, la gente quiere regresar al trabajo. No solo los gremialistas y los transportistas del país lo desean, sino también los productores de la agroindustria cruceña y quienes ejercen actividades liberales. Sin embargo, tanto los gremios como los comités cívicos, conocen muy bien al MAS y saben que abrogada la ley 1386 y abrogadas otras de las leyes malditas, los masistas pueden reponerlas utilizando otro nombre, pero con el mismo contenido. Y para lograr eso solo necesitarán, ahora, de la mayoría absoluta, es decir el 50% más uno, que lo tienen. ¿Pero qué pasó con los dos tercios? ¿Por qué hoy no son necesarios los dos tercios de los votos para aprobar las leyes importantes? ¿Acaso no nos amargaron la vida enrostrándonos que los reglamentos legislativos los autorizaban para hacer lo que les viniera en gana?
Todo se debe a una trampa del MAS, a otra celada de las suyas, que, sabedor de una victoria que no le daría los dos tercios de escaños de anteriores elecciones, optaron con descaro por eliminar ese requisito. Lo realizaron ladinamente, de manera taimada, en la última sesión de la última legislatura, cuando ya sabían que había vencido Arce Catacora, pero no con la holgura que le permitiera manejar la Asamblea a su antojo. En esas condiciones observaron necesario eliminar la necesidad de los dos tercios, porque ya no los tendrían y no les daría más réditos. Eso, bajo la mirada y aceptación de Eva Copa, ahora convertida en la gran demócrata de El Alto, pero que presidió un Congreso, libremente, sin trabas, aunque la actual alcaldesa acuse desvergonzadamente, ahora, al Gobierno de entonces, como de facto.
Nos encontramos con que las llamadas leyes malditas han sido aprobadas simplemente por mayoría, no permitiendo discutir ni negociar con quienes se oponen a sus proyectos. Han fraguado un engaño en los reglamentos de las dos cámaras, dejando a la oposición que se desgañite gritando y protestando, pero aprobando leyes dictatorialmente, solo con su mayoría.
Es por eso que tanto como abrogar la ley 1386 y demás normas, se impone restituir la condición de los dos tercios como asunto fundamental para un legal y ecuánime funcionamiento legislativo. Y por tanto no se debe aflojar ni un milímetro en la demanda que impulsa el Comité Cívico cruceño y de otros departamentos en apoyo a las justas protestas en todo el país,