Por: Edwin Herrera Salinas |
Las elecciones regionales de este año, a diferencia de las anteriores tres realizadas en 2004, 2010 y 2015, no servirán solamente para completar el mapa de poder político en el país. Darán paso a un nuevo ciclo político en Bolivia que deberá terminar de configurarse en los próximos cinco años o más. En la derecha, en el centro y la izquierda, apelando a la clásica división del campo político nacional, el nuevo ciclo podrá experimentar dolores de parto de carácter prematuro en algunos casos y en otros se tomará tiempos más extendidos hasta que nazcan nuevas realidades políticas en cuanto a organizaciones y por su puesto en cuanto a liderazgos.
En el terreno del conservadurismo y dependiendo de los resultados de las elecciones regionales, el retornado y finalmente habilitado Manfred Re yes Villa, quien posee mayores posibilidades de lograr un perfil político nacional a partir de un eventual triunfo en la capital cochabambina, puede asumir el desafío de renovar los objetivos, el discurso y la acción política de la derecha boliviana con la construcción de un bloque que contemple, por ejemplo, a Luis Fernando Camacho y Creemos, y otros liderazgos nuevos o resurgidos en regiones de lo que fue la Media Luna, aunque tratando de expandirse al conjunto del país.
¿Será que ese extremo finalmente logra construir un proyecto que le dispute el poder al MAS en la próxima elección nacional? Nuevamente, todo dependerá de los resultados de esta elección subnacional porque será a partir de ese momento en que se conocerá a quiénes verdaderamente irán en busca del estandarte y si otros referentes bastante conocidos como Samuel Doria Medina y su partido Unidad Nacional, Tuto Quiroga y su audacia de siempre, y nuevas figuras que emerjan de las urnas deciden aglutinarse o mantienen la idea de seguir marchando separados.
En la acera del frente, entre la elección nacional y las justas regionales se han dado pasos iniciales que apuntan a que el Movimiento Al Socialismo debería superar la perniciosa dependencia política de Evo Morales que ha ido quedando en calidad de recuerdo, con toda la intranquilidad que eso significa para el líder cocalero acostumbrado a salirse con la suya internamente y definir con el dedo quiénes son candidatos y candidatas a las nueve gobernaciones y a las 339 alcaldías del país, promoviendo a quienes le son útiles coyunturalmente mientras que deja en modo espera a los que optaron por los méritos partidarios.
David Choquehuanca, ahora vicepresidente del país, y Eva Copa, hoy candidata a alcaldesa de El Alto por una organización que no es el MAS porque le cerraron el paso internamente, son dos liderazgos que quieren convertirse en los nuevos conductores del proceso de cambio, no solamente del instrumento político. El abrazo que se dieron el velatorio de Felipe Quispe, El Mallku, no fue un gesto fraterno para olvidar las penas, fue esencialmente un acuerdo político para tomar las riendas del proceso que Morales, García Linera y otros personajes traicionaron en sus contenidos de verdadera transformación de la sociedad boliviana.
El ex jefazo lo sabe y tiene sus fichas para intentar neutralizar la jugada. Andrónico Rodríguez es una de ellas y, otra vez dependiendo de los resultados de las elecciones regionales, puede impulsar a gobernadores y alcaldes que salgan victoriosos pero que tengan la ambición necesaria de no quedarse en el poder local o departamental. El histriónico Mario Cronembold puede cumplir ese rol desde Santa Cruz. Pero el propio Evo Morales puede utilizar el nuevo ciclo político para reinventarse y tratar de volver triunfante, aunque con sectores masistas liberados del yugo interno, una hegemonía política que ya es historia y un país que también puede salir adelante sin su venia.
En medio de estos extremos, organizaciones como Soberanía y Libertad de Luis Revilla, Comunidad Ciudadana de Carlos Mesa, un número considerable de agrupaciones ciudadanas que se definen como progresistas o de pensamiento indígena pero reñidas con el MAS y tal vez el Movimiento Demócrata Social de Rubén Costas tienen el enorme reto de vencer el peligro de la desaparición, como efecto de los resultados de las elecciones regionales pero también por la falta de sentido de ubicación en el campo de disputa política en el país.
El nuevo ciclo político en Bolivia terminará de abrirse en breve, cuando culmine el proceso electoral regional, y serán al menos cinco años de acomodos y reacomodos, de pugnas internas y ojalá de debates serios y descarnados, y debería ser el lapso en el que Bolivia dé a luz organizaciones políticas que llamándose lo mismo sean sustancialmente diferentes y liderazgos que teniendo rostros conocidos puedan expresar el nuevo tiempo político que vivirá nuestro país.