Por: Amalia Pando |
Mi querida amiga de toda la vida, Dunia Ordoñez ha muerto esta madrugada después varios días de estar intubada luchando desesperadamente contra el Covid-19. ¡Ay, qué dolor, qué pena! Cuando un amigo se va deja una espina clavada en el alma. 10 mil familias han sufrido una pérdida similar. 66 en las últimas horas.
Cuando en el centro de nuestras vidas aparecen los muertos es que estamos en medio de una catástrofe descomunal. Un ola inmensa de personas muertas ha traído otra vez el miedo a nuestra vida cotidiana. Un simple estornudo desata todos los temores y sospechas. Nada es igual. Pensábamos que el 2020 se había llevado lo peor. Pero no, este enero 2021, con su despliegue de crueldad, nos advierte que el final de la pandemia está en un horizonte lejano e incierto.
Murió el médico fundador del Hospital Arcoíris, también el ex Defensor del Pueblo, Rolando Villena; cuatro candidatos de El Alto, dos de C.C, el Mallku y en las últimas horas, Fermín Tarquino, un conocido presentador de la televisión que también postulaba a esa Alcaldía; Cristian Shlling, Gerente de INTI, y tantos, tantos otros. En el Tribunal Constitucional se registra un muerto y 16 contagios.
Me duele saber que el exministro de Salud de este gobierno, Edgar Pozo, está en terapia intensiva. Las fotos del Hospital Obrero son de espanto, hay pacientes en los pasillos y los más graves deben pelear por una camilla a falta de camas. Allí también tienen que hacer cola los afiliados que enferman de Covid-19 para pedir su baja médica, de lo contrario los echan de sus puestos de trabajo por ausencia injustificada.
Tenemos miedo al contagio y a morir. ¡No aguantamos más!, aunque lo pida el señor presidente. Y su vocero, Jorge Richter, salió a mentir al decir que gracias al gobierno ahora mueren menos que antes. ¿Gracias al gobierno?
Lo único que este gobierno hizo fue anunciar la compra de 15 millones de vacunas, cuyo precio, proveedor e intermediario, se mantienen en reserva. ¡NEGOCIADO A LA VISTA!. Dijeron que este mes llegarán las primeras 6 mil vacunas, para solo tres mil personas, dos dosis per cápita, cuando hay 42 mil contagios activos.
Los rusos se comprometieron a entregar a la Argentina seis millones de dosis de la Sputnik V para este enero, pero llegaron solo 600 mil. Además, apostar todo a las vacunas es un error pues no acaban de un día al otro con la pandemia.
Demandan de mucha organización y control para aplicar dos dosis a la misma persona, con una distancia de dos semanas entre la primera la segunda. El efecto protector no es inmediato y dura solo pocos meses.
Hay países que protegieron a su población sin vacunas y otros que con vacunas están peor que antes.
Los Colegios Médicos, que han enterrado a más de un centenar de sus colegas, piden cuarentena rígida y amenazan con un paro de 48 horas.
Y lo peor esta por llegar. Por la extensa frontera con el Brasil, una nueva cepa, ingresará al país. Tiene su epicentro en Manos, capital Amazónica, donde se terminó el oxígeno por la cantidad imprevista de contagios.
El señor presidente de Bolivia no se da por enterado y no toma medidas para prevenir la ola de la cepa brasileña que se avecina.
Los intensivistas han advertido: los pacientes de enero no tienen los mismos síntomas de la primera ola, hoy la enfermedad no da tiempo, es rápida y no responde al tratamiento anterior. ¿Por qué no los escuchan?
Están solos, batiéndose en la miseria de los hospitales públicos, cuyos pasillos no son transitados por los poderosos del MAS cuyo jefazo, que pregonaba la “primacía indígena”, supuestamente inmune al coronavirus, salió de la carísima clínica Los Olivos de Cochabamba, tras 12 días de internación, diciendo que el Covid había sido “fregadito”.
25 redes de la sociedad civil, le piden al gobierno de Arce que asuma su responsabilidad y tome medidas para controlar los contagios, atender los enfermos y salvar vidas.
Un comunicado que merece ser leído:
COVID 19: La vida antes que la política y el negocio
La pandemia está cobrando demasiadas vidas en el país y los esfuerzos institucionales para reducir las muertes y el sufrimiento de las familias bolivianas no son suficientes y no están respondiendo oportunamente a este problema de salud pública. Pesa sobre los líderes del mundo y de las autoridades nacionales y locales una responsabilidad con la humanidad.
Nuestros médicos, enfermeras y trabajadores de salud buscan enfrentar la pandemia en medio de un sistema de salud en estado crítico y precario. A ellos y ellas, nuestro mayor reconocimiento por su entrega para intentar salvar vidas. Expresamos nuestro dolor por la muerte de tantos y tan valiosos profesionales, y nuestra solidaridad con sus familias.
Escuchamos con preocupación declaraciones de autoridades, algunas de forma irresponsable e insensible, que nos ponen en alerta para demandar respuestas urgentes. No necesitamos proyecciones ni planes mediáticos, sino soluciones reales, porque dejar a la población desprotegida frente a un problema de salud pública es una flagrante violación a los derechos humanos. La obligación del Estado y de quienes circunstancialmente lo administran es proteger a su población, garantizando los derechos a la vida y a la salud, el acceso a tratamiento médico oportuno y confiable; además de las medidas económicas razonables que deben acompañar la difícil situación que deja la pandemia.
Ponemos atención en el informe de Amnistía Internacional y de más de 60 organizaciones y personalidades internacionales que denuncian un escenario tremendamente crítico en la realidad mundial, cuando constatan que los países desarrollados tendrán la cantidad suficiente de vacunas, y que acapararon tanto que inclusive dispondrán de tres veces más la cantidad de dosis que requiere su población; lo que reflejaría que no existen voluntades reales para que la solución sea de acceso universal.
Este informe nos advierte que en los países pobres 9 de cada 10 personas no recibirán este año la vacuna contra la Covid-19. Estamos ante un problema global que requiere una acción global. Nuevamente estamos ante una controvertida realidad de diferencias entre países ricos y pobres. Y al interior de nuestros países, también advertimos brechas de desigualdad.
Exigimos que la vacuna sea universal, más allá de los intereses privados de empresas que pueden llevar a verdaderos genocidios, solo por su ambición e interés de enriquecimiento a costa de la desgracia humana. Es incluso posible el riesgo de que se genere un mercado negro de vacunas, con prácticas deshumanizadas y mercantilistas.
Si bien el Gobierno comprometió la obtención de 15 millones de vacunas, de las cuales solo 6.000 llegarán a fin de mes, es importante que éstas lleguen a tiempo y tengan los estándares de calidad; pero también es necesario que se permitan y regulen iniciativas privadas o de sociedad civil para que lleguen oportunamente al país, no solo por la vía gubernamental, de esta manera contribuimos a que no se vaya a crear un clima de especulación que ya vemos con preocupación en la adquisición de insumos o medicamentos.
Las autoridades deben garantizar el acceso efectivo a medicamentos y a unidades de terapia intensiva para pacientes en estado crítico. El control de precios de medicinas y servicios referidos a la pandemia es de poca magnitud frente a lo que estamos enfrentando.