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ESPERAR LAS VACUNAS DE BRAZOS CRUZADOS ES LA PEOR OPCIÓN. Para vencer al COVID-19 debemos aplicar la receta completa II


Por: G. J. Andrés Uzín P. y Mónica Machicao | 

Han pasado más de 10 meses desde el primer caso de COVID-19 en Bolivia y más de un año desde la primera cuarentena mundial en Wuhan el 23 de enero del 2020. Desde ese momento el COVID-19 ha sido un reto para los hacedores y decisores de políticas públicas en todo el mundo, lastimosamente los fracasos de estas políticas públicas se cuentan en más de 2 millones de muertes. 

LA RECETA CHINA 

Sin embargo, también hay éxitos, comenzando donde el coronavirus hizo su aparición en el mundo, China. Desde la aparición del virus, China ha tenido 3,33 muertos por cada millón de habitantes, proporcionalmente es como si en Bolivia hubiésemos tenido desde el principio de la pandemia solo 38 muertos, recordemos que la cifra oficial está por encima de los 9.596 muertos u 822 muertos por millón de habitantes, no somos el peor país, pero llegamos a ser el cuarto, y ahora gracias a las segundas y terceras olas, nos han relegado al puesto 33 de acuerdo a los datos de la universidad Johns Hopkins. Debido a la débil capacidad de análisis estas cifras, aclaro oficiales y por lo tanto las únicas con las que se puede hacer prospectiva seria, más allá de las percepciones. A pesar de que sabemos que no miden a muchos de los infectados, enfermos e incluso muertos de la pandemia, a lo que llamamos subregistro. 

Para tener una idea del subregistro, hasta septiembre el ministerio de salud tenía 5.027 muertos registrados por la pandemia, mientras que de acuerdo a los muertos registrados en el Servicio de Registro Cívico (SERECI) se tienen registrados 20.186 muertos por encima de las proyecciones en esos meses, solo eso muestra que producto del COVID-19 se tuvieron, al menos, cuatro veces más muertos que los detectados por el sistema de salud, habrá que esperar los registros de diciembre y enero para tener una idea el subregistro en esta segunda ola.



LA RECETA ASIÁTICA 

En el caso de China, cuyos máximos dirigentes han conmemorado el primer año de la cuarentena con un museo en Wuhan y bajo el lema de que el Coronavirus vino del extranjero y no tuvo su origen en China, muchos argumentarán que no hay transparencia, como mínimo. Es cierto que en China pueden haber ocultado la cifra real, el mundo occidental ha dependido del periodismo ciudadano para saber que pasó y pasa allí. Pero más allá de estas consideraciones es evidente que en China ha habido un control y no es el único país que ha tenido este éxito ante el avance mortal del coronavirus: Vietnam tiene solo 0,36 muertos por millón de habitantes, Taiwán tuvo 0,294, Corea del Sur 24,36, Nueva Zelandia 5,18, Malasia 18,35, Mongolia 0,61, Singapur 4,95, Tailandia 1, Vietnam 0,36, Japón 33,69. Muestro esta diversidad de países, con la intensión de ejemplificar que el éxito en la lucha contra la pandemia está más allá de las condiciones geográficas, forma de gobierno y otras características de estos países; incluso Nueva Zelanda podría catalogarse como un país cuya población tiene una gran proporción de europeos, por lo que el éxito en la lucha contra el coronavirus tampoco está en el origen étnico de estos países, más allá de la ventaja de ser una isla

Recordemos que ninguno de estos países contó en un principio con vacunas para detener la enfermedad y su éxito parte de las políticas públicas empleadas para la detección, contención y aislamiento del virus. Es por eso que en este artículo reedito algunas ideas que puse en otro artículo que publiqué el 28 de mayo y que muestra un resumen de la receta asiática que incluye: pruebas masivas con un riguroso seguimiento epidemiológico, el confinamiento de familias de los enfermos en sus casas, Centros de Aislamiento y fuertes restricciones a la movilidad de los ciudadanos y en los peores casos cuarentenas.

PRUEBAS Y MÁS PRUEBAS

Además del distanciamiento social, uso de barbijo, higiene, etc., el primer ingrediente de la receta empleada por los países exitosos contra el coronavirus es que en todos ellos se realizaron una cantidad abrumadora de pruebas, más de 100 pruebas por enfermo detectado. Lastimosamente en Bolivia, si comprobamos que la segunda ola comenzó en diciembre, apenas hemos realizado 2.57 pruebas por enfermo detectado. Además, estas pruebas en su mayoría no son realizadas al azar, sino que cada vez que se detecta un infectado todos sus contactos (familiares, compañeros de trabajo e incluso se rastrea las personas que estuvieron en sus recorridos) son analizados en lo que el personal de salud llamaría un “riguroso seguimiento epidemiológico”. Esta es, talvez, la parte más débil de los países occidentales. En Bolivia, la mayor parte de los Servicios Departamentales de Salud (SEDES) te entregan los resultados del análisis PCR entre 5 y 10 días después de tomada la muestra, rara vez hace pruebas a asintomáticos y solo se analiza a tus contactos más cercanos si presentan síntomas, cuando es de conocimiento general que la mayor parte de los infectados son asintomáticos. La estrategia en el país, por tanto, obvia al 80% de la población que pasa sin sentir los efectos de la pandemia, pero que son el equivalente a armas biológicas que propagan la enfermedad de manera exponencial.

AISLAMIENTO DE LOS INFECTADOS

El segundo ingrediente de la receta es el aislamiento de los infectados, el confinamiento de las familias de los enfermos. La capacidad de contagio del Sars-CoV-2 nos demuestran que, si atendemos a un enfermo, toda la familia y convivientes tienen una gran posibilidad de que ya fueron contagiados y que la mayoría, sobre todo los jóvenes, serán asintomáticos. Son ellos, los asintomáticos, los que se están encargando de están transmitir y esparcir inconscientemente o en el peor de los casos incluso culposamente, la enfermedad, porque tras el fin de año es imposible ignorar el elemento de la irresponsabilidad y falta de empatía que nos llena de luto enero. 



Ante el comportamiento temerario de los infectados los chinos llegaron a poner sensores en sus puertas para evitar que los miembros de las familias infectadas salieran de sus casas. Claro que en China se pueden pisotear los derechos de cualquiera y nadie hará muchas preguntas, pero es también evidente que la conciencia ciudadana es mayor y tampoco protestarán porque saben que la indisciplina de uno puede costarles la vida a muchos. 

Esto solo será posible en Bolivia, con lo que se conoce con disciplina sindical o vecinal, si las familias infectadas son concientizadas, apoyadas y soportadas por la comunidad, sus empleadores y el Estado. Hasta ahora no ve visto en los medios acciones ciudadanas para llevar alimentos a familias infectadas, juntas vecinas o condominios que se organicen para hacer las compras a los confinados. Con acciones ciudadanas consientes, es posible, que no contaríamos con las cifras de hoy. No todo lo hace el gobierno. Aquí también hay falta de sentido de ciudadanía y comunidad. Es cierto también que el Estado debería garantizar el trabajo y sostenimiento de esas familias mientras están infectadas y pueden contagiar el COVID-19, en vez de promover el marcado de tarjeta en entidades públicas y privadas. 

MÉDICOS A DOMICILIO 

Más importante aún es que existan médicos que puedan llevar el control de la evolución de la enfermedad en los hogares de los enfermos. Como parte complementaria, también se crearon centros de aislamiento para cuidar de aquellas personas, que no llegaron a contactar a su familia luego de ser infectados o no tienen quienes los cuiden. En China, por ejemplo, se alquilaron hoteles para atender estas personas, en el país esta medida, implementada tímidamente, también ayudaría al ya golpeado sector turístico. Hay que comprender que la detección temprana y aislamiento no sólo detiene el contagio, sino que también permite un tratamiento temprano que evita en gran medida las complicaciones de la enfermedad coadyuvando al resto del sistema de salud.



Las experiencias mundiales mostraron que las reaperturas prematuras sin lograr una adecuada contención, aislamiento del virus y en busca de una apurada reactivación económica fueron muy dolorosas por la cantidad de infectados, enfermos y muertos que generaron. A pesar de las duras consecuencias económicas, en los países que han sufrido brotes y rebrotes fuertes, que han colapsado sus sistemas de salud y por lo tanto han perdieron el control de la enfermedad, han vuelto a implantar fuertes restricciones a la movilidad de la gente e incluso a las cuarentenas. En varios de estos países, lograron tener un final rápido de la primera ola debido a que se implementaron las medidas descritas. En Bolivia paso lo mismo en algunas ciudades como La Paz, se realizaron rastrillajes para detectar infectados y proveerles medicamentos además de tratar de concientizarlos para que permanecieran aislados mientras dure la infección. A nuestra manera tratamos de replicar algunas de las medidas y políticas implementadas en el Asia.

SEGUNDA OLA HASTA MARZO CON OTROS 807 MUERTOS

A pesar de ello las graduaciones, egresos, licenciamientos del cuartel, navidades y año nuevos, es decir, la irresponsabilidad de una buena parte de la población durante los diversos festejos de fin de año y la falta de políticas públicas claras, nos han llevado a una segunda ola que, en cifras oficiales de contagios diarios, ya ha superado las alcanzadas la primera ola. 



Las cifras de esta segunda ola nos muestran que desde diciembre tenemos 807 muertos y 49.028 enfermos registrados. Aún no existen señales claras de que hayamos llegado o pasado del pico de contagios, sin embargo, nada nos impide de ser optimistas y suponer que hemos alcanzado el pico. El comportamiento normal de una enfermedad viral como ésta , es decir sin políticas públicas que lo impidan, es que tengamos el mismo comportamiento en la escalada de casos como en la desescalada, es decir una simetría en la subida y bajada. Por lo que tendríamos que esperar, al menos, otros 807 muertos y 49.028 enfermos más y esta segunda ola se prolongaría hasta prácticamente el mes de marzo.

Gráfico de la Simulación y los Datos Oficiales de la Segunda Ola 



Lastimosamente, la situación es aún más grave. Tenemos entre un 40% y 50% de positividad en las pruebas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos internacionales sugieren que por encima del 5% de positividad ya se tiene un subregistro elevado, por lo que no sabemos cuanta gente se infectó o se curó por fuera del sistema de Salud. 

Tenemos un sistema de salud, que además, está colapsado hace semanas; no hay Unidades de Terapia Intensiva (UTIs) y la mayoría de la gente, tenga o no seguro de salud, se está teniendo que tratar, curar o morir en sus casas. Si bien una vacunación masiva podría parar esta segunda ola en seco, parece ser, que lo masivo, en el mejor de los casos se realizará una vez que esta segunda ola haya pasado. 

Para complicar más el escenario, las nuevas cepas, que los médicos han detectado y encontrado son más infecciosas, tienen nuevos síntomas y otras reacciones de los enfermos. El mundo aún no cuenta con estudios y estadísticas de reinfección, ni de los enfermos ni de aquellas personas que permanecieron asintomáticas en la primera ola. De hecho, se tiene la esperanza de que las vacunas mantengan un alto nivel de efectividad contra estas nuevas cepas, pero la verdad, no se sabe si las vacunas mantendrán sus niveles de eficiencia y si baja su eficiencia en qué medida bajarían.

En estas condiciones, reactivar la economía, realizar elecciones y otras actividades, no solo es difícil, sino que les costará la vida a muchos compatriotas, todos ellos candidatos, electores, abuelos, padres, trabajadores y amigos. En política pública, rara vez la solución llega por una sola medida u acción. Normalmente hay que aplicar varias medidas, en este caso la receta completa de aquellos que tuvieron éxito, y si podemos mejorarla con los rastrillajes y las vacunas y otras medidas aún mejor. Pero sentarnos a esperar que lleguen las vacunas, mientras que el COVID-19 se lleve al menos otros 807 muertos y 49.028 enfermos está demostrando que es la peor de las opciones.


G. J. Andrés Uzín P. es ingeniero industrial, Master en estudios del desarrollo – Especialista en políticas pública

Mónica Machicao es periodista

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