Por Johnny Nogales Viruez.-
A raíz de la convocatoria a elecciones municipales y departamentales se ha desatado nuevamente la fiebre de las candidaturas. Otra vez asoman de la cueva viejos lobos sedientos de poder y entran en escena nuevos aspirantes que muestran las garras para ser los caudillos de la manada.
Los novatos tienen menos predisposición a las uniones, pues todavía están envalentonados con las voces que los alborotaron y que les susurraron al oído sus grandiosas dotes y sus enormes posibilidades de triunfo. Los experimentados, en cambio, son más recelosos de los cánticos de sirenas y prefieren comer un pedazo del pastel antes que luchar por la torta entera.
Pocos, sin embargo, llegan al análisis de las posibilidades reales para alcanzar la deseada presea. Para algunos, es simplemente un negocio, cuya meta central es obtener ganancias. Son mucho menos los que se aferran firmemente a los principios que inspiraron su participación y al compromiso con los conciudadanos y con su propia conciencia
Duele decirlo, pero la norma general ha sido que en las elecciones nos inclinemos por el que nos parece “menos malo”, antes que por quien nos llene de esperanza y nos inspire confianza en su capacidad y en su honesto comportamiento. No importa si se trata del distrito, la región o la nación entera, la constante ha sido delatora de la falta de verdaderos líderes; pocas y honrosas fueron las excepciones.
Peor aún fue la terquedad que resultó en la división del voto y el enfrentamiento entre facciones que podrían haber tenido una complementación natural y un mejor destino en alianza. El creerse el centro del universo no es un pensamiento proclive a la concertación. Por eso es destacable el esfuerzo que realizan en Tarija y en Santa Cruz, en ese orden de aparición, la agrupación ciudadana “Camino Democrático para el Cambio”, de Mario Cossío, y el Comité Pro Santa Cruz, conducido hoy por Rómulo Calvo, para convocar a la unión de los afines. La entidad cívica cruceña hizo un intento similar a principios de año, pero no tuvo la voluntad de completar el proceso y convocar a quienes habían empeñado su palabra y que debían hacer el esfuerzo de entenderse. ¡Ya vimos cómo nos fue!
El socialismo/comunismo tiene partidos únicos y hegemónicos; no acepta la competencia y arrasa con sus adversarios, a los que trata como a enemigos; no está acostumbrado a la negociación, impone y listo. Las democracias más consolidadas del mundo muestran un par de agrupaciones que convocan a los ciudadanos y entre las que se resuelve la lid. Nuestras naciones “emergentes”, en cambio, tienen grupos políticos en cantidad suficiente para exportar; esa no es muestra de diversidad sino de parcelación.
No podemos desconocer los importantes avances que surgieron de la unión de fuerzas que parecían antagónicas, como lo fueron, en su momento, el MNR y ADN, o ADN y el MIR, luego. Tampoco se puede cerrar los ojos a los excesos que se produjeron y que terminaron debilitando a esos mismos partidos políticos, degenerados por la repartija de la cosa pública, cual botín pirata, la corrupción y la ineficiencia; pero esas mismas y aún peores perversiones se vieron en los gobiernos dictatoriales o autoritarios y también llevaron a su desprestigio y al rechazo colectivo.
La unidad no es una tarea fácil, por supuesto; pero sería una torpeza imperdonable no aprender de la reciente experiencia, que nos dejó el espinazo amoratado por la tremenda paliza propiciada por los que pensamos que no tenían la menor chance. Venciendo el escepticismo que nos quedó como una cicatriz del reciente acto electoral, es necesario que en todo el país se aliente y se propicie una toma de conciencia sobre las derivaciones y consecuencias de lo que significaría volver a fragmentarnos. Un signo inequívoco de estupidez es querer alcanzar un resultado distinto, haciendo siempre lo mismo. Pongamos manos a la obra. Intentemos la unificación. ¡No hay peor esfuerzo que el que no se hace!