Por Johnny Nogales.-
Hay quienes siguen objetando los resultados de la elección. Están en todo su derecho y es de esperar que puedan demostrarlo con evidencias, para evitar que esta posición sea confundida con un barniz que pretende cubrir los desaciertos de la campaña. Ya hemos aprendido, con dura experiencia, que todo el andamiaje de la democracia se asienta en el pequeño detalle del voto. Si no hay transparencia o existe manipulación en la consulta, todo se desmorona; pero también se cae la estantería si no acatamos y respetamos la voluntad mayoritaria expresada en las urnas.
Con la esperanza de que esto se resuelva pronto y bien, es preciso quitar por un momento la atención a lo inmediato y otear lo venidero. Debo decir que, en principio, todo aparecía negro y desalentador, al influjo del resultado electoral; pero también reconozco que hay resquicios de expectativa.
Los nuevos gobernantes no dejarán de ser partidarios de la izquierda política; lo que no es necesariamente malo, a no ser que hagan genuflexiones y se dobleguen servilmente al llamado “socialismo del siglo XXI”; que fue un espantoso engendro creado con el afán de constituir “monarquías comunistas”. Ni siquiera Evo Morales se sometió a una doctrina que propugna el totalitarismo estatal en la propiedad y la administración de los medios de producción, excluyendo toda actividad privada. Pese a crear muchas empresas con recursos públicos, la gran mayoría ineficientes y deficitarias, logró alianzas y estimuló el crecimiento de los empresarios de varios sectores.
El nuevo gobierno no la tendrá fácil en el manejo de la pandemia y sus perversas secuelas económicas y sociales, pero podría inclinarse a realizar lo que previmos cuando se produjo el “Glasnost” de Gorbachov, se derrumbó el Muro de Berlín y Fukuyama pregonó “El fin de la historia”. En esa lejana época comprendí que teníamos el privilegio de asistir a un momento histórico en que había la posibilidad de unir lo mejor de los extremos: La eficiente forma de generación de riqueza, del capitalismo, y la proclamada preocupación por los más necesitados, del socialismo: Impulsar la creación de recursos económicos y distribuirlos para brindar igualdad de oportunidades. No se dio, pero no es una mala idea. Las necesidades y los problemas sociales encuentran mejores soluciones cuando hay dinero; pero el Estado ha sido un mal administrador de las unidades productivas, que han terminado casi siempre en bancarrota.
Previamente, sin embargo, Luis Arce y David Choquehuanca deberán tomar una clara definición existencial: ser los genuinos gobernantes o ser los títeres del evismo; entendido éste como el círculo que rodeó a Evo, apartándolo del contacto social y aprovechando su posición para libar las mieles del poder en su beneficio propio. Esa respuesta será crucial.
En segundo lugar, tendrán que dar señales inequívocas de que no desperdiciarán la gran oportunidad del voto mayoritario para construir la unidad nacional, tolerando y dando cabida a las genuinas fuerzas democráticas del país. Este fue uno de los mayores errores de su antecesor, quien se inclinó por la parcelación de la sociedad para establecer una especie de reinado. En este campo, el respeto a la institucionalidad en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional y la construcción de un sistema judicial probo serán pruebas inmediatas e ineludibles.
Pese a todas las dificultades que soportamos (incluyendo, cual paradoja, el confinamiento por la pandemia) lo mejor que tuvimos durante este año fue la sensación de libertad que nos invadió a todos; esa impresión de no ser intimidados es invaluable. Dios quiera que no vuelva el sobresalto de vivir oprimidos, pues el autoritarismo fue la semilla que germinó en el descontento y la rebelión colectiva. Ojalá que la libertad sea un valor fundamental respetado. ¿Lograremos avanzar hacia la quimera o simplemente cambiaremos de sayón? ¿Será un nuevo MAS o más de lo mismo? ¡Muy pronto lo veremos!