Por Manuel Morales Álvarez.-
Ya es conocido por todos (aunque no necesariamente comprendido) que al pueblo boliviano le gusta ejercer su derecho al voto, es decir, ir y hacer colas, saludar a conocidos, comer en las inmediaciones de los recintos electorales y votar. Es como ir al futbol (tan devaluado en su calidad y logros) o como asistir a una de las tantas entradas folclóricas o fiestas dispersas, recurrentes y masivas en la geografía urbana y rural de Bolivia.
Cada cierto tiempo se ratifica esa presencia masiva electoral, especialmente en momento cruciales o de crisis. Por eso es que se afirmó que la agenda política electoral se sobrepuso a la misma pandemia del Covid-19 y que la gente iría a votar masivamente. Por lo tanto, quedaron en offside (fuera de juego) aquellos que creían que las elecciones serían rechazadas por la población y que, por lo tanto, abriendo la caja de pandora al cuestionar al TSE, la fecha de las elecciones, la validez del padrón electoral, las inequidades de la Ley N° 421, o quitar la personería jurídica del MAS, es decir, una avalancha de cuestionamientos desordenados, no resueltos a su tiempo pero que en su faceta “acumulativa” daba para hacer política desde la “opción antidemocrática”.
Uno de los exponentes de esa corriente antidemocrática, es Carlos Sánchez Berazain (delincuente), que desde su exilio dorado en Estados Unidos se da a la tarea de arremeter contra el proceso electoral boliviano acusándolo de estar digitado por el “castro-chavismo” y el ex dictador Evo Morales tan presente durante el mismo gobierno de Jeanine Añez, es decir, Añez, Evo Morales, Mesa, Camacho, Tuto Quiroga son funcionales o son parte de un sistema electoral fraudulento que debe ser disuelto mediante el “retorno” a la “República”, por “decreto presidencial” (es decir, mediante un Golpe de Estado). Bueno, lo concreto es que este señor tiene deudas pendientes con la justicia boliviana y es uno de los autores de las muertes de ciudadanos durante la llamada “guerra del gas”, sin embargo le dan micrófono para hacer política con la esperanza de influir en algunos sectores ultraconservadores mediante una narrativa sin sustento y coherencia con la realidad. En consecuencia, este sector fue derrotado por la presencia masiva del pueblo en las urnas. ¿Pero, en que consistió este voto?
Creo que fue un voto tipo “pasanaku” que brinda una “salida política y democrática a la crisis”, pues el voto ha suspendido las manifestaciones de violencia que anunciaba el MAS en caso de obtener un resultado negativo.
Parece que a la población no le atrae la idea de caminar a una segunda vuelva, que determinaría una derrota electoral del MAS, una especie de premonición rígida creada desde el imaginario político, ya que nunca hubo en Bolivia un balotaje. Entonces, esta “paz” que entrega el voto ciudadano no es eterna, pero si resuelve transitoriamente la crisis.
El voto fue un pasanaku, sobre todo por parte de la población de indecisos (24% que sumo al 30% del voto duro del MAS) consistente en que “hoy te apoyo y tú nos devuelves dicho apoyo en el futuro”. Es un juego, donde un sector de la población espera el beneficio de bonos y estabilidad de la economía a cambio del apoyo político brindado.
El voto pasanaku no es un voto ético, y como dice José Núñez del Prado, se votó pragmáticamente por un partido político con prontuario y no con programa.