Por Johnny Nogales, abogado.-
La reciente publicación de encuestas electorales ha atizado la confrontación. Guardábamos una remota esperanza de que las cifras hubieran orientado una tendencia hacia la unidad; todo lo contrario: Hasta los que figuran en porcentajes que parecen imposibles de remontar para llegar a los dos primeros puestos han radicalizado su posición.
Arreciaron los ataques, principalmente entre los candidatos que se definen como opositores al MAS. Están disputándose votos que vienen de la misma bolsa. Por ello, perciben que sólo podrán aumentar sus números quitándoselos al contrincante. Ese es el acicate para la mutua destrucción. La potencial veta está entre los ciudadanos que dicen no haber definido su preferencia (los indecisos) y los que podrían cambiar de opinión. La lucha por esos votos será dura y sin cuartel: a arañazos y dentelladas.
Reitero la necesidad de que el próximo Presidente sea ungido con una ventaja indiscutible. Eso le dará legitimidad. Es deseable que venga acompañado de candidatos que gocen de credibilidad y logren el apoyo social para conformar una buena brigada parlamentaria. Eso le dará gobernabilidad.
El peligro de postergar acuerdos para después de las elecciones es que, sin ninguna duda, serán tildados de volver al “cuoteo” de la cosa pública. Peor que eso: Como están las cosas, se le dará ventaja al masismo para ganar en primera vuelta o, por lo menos, lograr una numerosa representación en el Legislativo; en cuyo caso, hará una oposición despiadada al futuro gobierno; no tendrá reparos en emplear su capacidad de movilización social, con los grupos de choque; y, además, será el único que goce de una discrecional disposición de recursos económicos, con los que podrá comprar lealtades cuando no funcione su aún intacta maquinaria de cohecho y amenazas.
El siguiente período gubernamental no será fácil. El pésimo estado de la economía nacional y la destrucción de la institucionalidad, dejados por la desastrosa herencia del despotismo; los resabios de una prolongada gestión transitoria y los devastadores efectos de la pandemia serán el germen de graves conflictos. El que ocupe la silla presidencial deberá luchar contra los demonios internos y las no menos arteras agresiones externas de las arpías del cártel de Sao Paolo/Puebla.
No será un ciclo “normal”. Eso quiere decir que al menor error o vacilación recibirá el furioso embate de moros y cristianos. Los unos, porque dependen de que el futuro gobernante sea tan malo que la gente añore volver al pasado autoritario; los otros, porque no hay nada más frágil que la memoria de un pueblo hambriento y con necesidades insatisfechas. Ya lo dijo con todo su sentimiento de frustración el Libertador Simón Bolívar: “Los pueblos son como los niños, que luego tiran aquello por (lo) que han llorado”.
Ante este panorama, las decisiones no se pueden endosar y dejar en manos únicamente de los candidatos; los ciudadanos tenemos el ineludible deber de elegir cuidadosamente a nuestros gobernantes. Una acción desafortunada nos podría conducir al borde del abismo y desatar el enfrentamiento fratricida que algunos están propiciando, como una solución por el desastre. Pero aún estamos a tiempo… Aunque queda poco, mantengamos la esperanza y hagamos nuestra parte: votemos con seriedad, inteligencia y conciencia patriótica. Nuestro futuro depende de ello.
A pesar de saber que nos enfrentamos a estos evidentes riesgos, es previsible que se persista tercamente en no dar el brazo a torcer. Es muy posible que, recién ante la evidencia del fracaso, los postulantes perdedores y sus más fervientes seguidores se predispongan a apoyar a otro candidato en la segunda vuelta. Ese sería un error garrafal y nos llevaría al despeñadero del encono y la polarización. Baste recordar que la composición de la Asamblea Legislativa -el Congreso Nacional- no se altera en el balotaje.
Ojalá que en los próximos sondeos electorales se destaquen con nitidez aquellos que tengan mejores opciones. Si cada uno de los postulantes se mira en el espejo de la realidad y no en el de los deseos, se abrirá la posibilidad del renunciamiento y, por tanto, de aglutinar esfuerzos para enfrentar al enemigo común. Sin más vueltas y para que quede claro: Es preciso derrotar a la dictadura en primera vuelta y con un margen categórico. Lo demás es jugar con fuego.
Dios nos ilumine y nos guie.