Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina y la impavidez de los postulantes presidenciales para lograr un frente que impida el retorno del masismo nos deja en una profunda incertidumbre y pone en vilo nuestra esperanza de una vida en democracia y libertad.
Si bien el voto se emitirá el 18 de octubre, el plazo para realizar cambios en las candidaturas se vence el 3 de septiembre. Es decir, la posibilidad de que se integren a las listas de los partidos o agrupaciones aquellos que provengan de una nueva alianza fenece en pocos días más.
Por el momento, nadie ha dado señales de querer unirse. No se les mueve un pelo. Cada uno lucha por su metro cuadrado. Ninguno manifiesta la intención de dar paso al liderazgo del otro ni de sumarse a un grupo que no le sea sumiso. Mientras unos se ubican en la comodidad de esperar el “voto útil”, no sopesan los peligros que enfrentarán en caso de ganar en un balotaje; los que, ante la ausencia de un frente común, dicen que se vieron “obligados” a postularse, sólo han logrado dividir más a los contendientes del masismo; aquellos que proclaman la muerte de los “viejos políticos” van con rumbo a hacerle el juego al tirano; los que juran que sancionarán las tropelías de los catorce años, no son capaces de ver lo lejanos que están de las preferencias ciudadanas. Ninguno da el brazo a torcer.
Lo peor es que, de no lograrse una clara victoria en primera vuelta, los que gritarán a voz en cuello que hubo “fraude” serán los que fueron sorprendidos con las manos en la masa. Entonces retomarán los bloqueos, las vejaciones y el enfrentamiento. Por algo los “movimientos sociales” (léase: grupos de choque) continúan en apronte y han declarado un cuarto intermedio hasta el día de las elecciones.
Si se llegara a segunda ronda ya habrán ganado, porque tendrán una legión parlamentaria dispuesta a hacerle la vida imposible a cualquier gobierno. Como muestra, basta ver que hoy dictan lo que se les viene en gana mediante leyes aprobadas por sus dos tercios. Desde obligar a que continúe el año escolar, mediante clases virtuales (como si tuviéramos las condiciones técnicas, físicas y pedagógicas para ello), pasando por fijar bonos de mil bolivianos y diferir los pagos a los bancos hasta el próximo año. Que viva la campaña electoral!
Otro elemento del escenario futuro es que hay quienes cuentan con ingentes cantidades de dinero, de ilícitos tráficos y apropiaciones indebidas, que les permitirán financiar su estrategia de desestabilización. Los planes del retorno triunfal están en plena sintonía con los intereses oscuros de las más viles y despreciables actividades delincuenciales.
Es que no estamos percibiendo el inminente riesgo en que se encuentra la Patria? Habrá alguien que crea que los inMorales se someterán a la ley y respetarán los derechos individuales? Cuánto tiempo pasará y cuánto dolor y sacrificio costará que la democracia retorne a Bolivia si se encarama otra vez el autoritarismo? Vale la pena llegar al gobierno a cualquier precio?
No hay lugar a medias tintas: Es ahora que demandamos que los políticos pasen de los discursos a la acción, para demostrarnos que son merecedores del apoyo ciudadano. “Si así fuese, Dios y la Patria os premien; si no, que os lo demanden”.