Por Enrique Velasco.-
Si, hubo fraude en las elecciones del 2019, y fue estructural. En las últimas semanas y meses se ha acentuado una campaña, interna e internacional, que trata de persuadir a la opinión pública que “no hubo fraude”. Los argumentos son tecnicismos estadísticos que no mellan las evidencias objetivas del fraude: actas adulteradas, actas llenadas por la misma persona, la intromisión de personas no autorizadas al sistema informático y de cómputo, etc.
En esta nota, mostramos que los resultados de la elección 2019, potencialmente, develan el uso fraudulento del padrón electoral biométrico y manipulación del voto, elementos que, en conjunto, implican un padrón biométrico contaminado que abre varias posibilidades de manipulación del voto. Implicaría que no operó un “simple” fraude informático; se trataría de un peligroso escenario en el que durante varios años se ha urdido una perversa y extensa trama de acciones destinadas a torcer la voluntad popular, y que hoy defienden quienes pudieron haberla diseñado y puesto en práctica.
Es ese fraude estructural el que generó los problemas políticos y sociales en los que estamos sumidos, a los que el COVID-19 ha sumado las crisis de salud y económica. Los voceros del MAS, en vez de amenazar otra vez con nuevos cercos y más muertos, deben dar la cara, y asumir sus responsabilidades; si insisten que no hubo fraude, están obligados a explicar, en facilito, las causas no fraudulentas que explicarían los resultados que pasamos a analizar.
Antes de entrar a los detalles, recordemos que la lista de inscritos en cada mesa electoral, se extrae de los inscritos en el padrón biométrico. El sistema informático usa el domicilio físico que declara cada persona, para asignarla al recinto electoral más cercano a su domicilio; los nombres de las personas asignadas al recinto, se ordenan alfabéticamente en grupos de hasta 220 – 240 personas por mesa electoral, lo que determina el número de mesas por recinto.
Debido a este procedimiento, la estructura de edades de los inscritos en cada mesa refleja las estructuras de edad y sexo de la comunidad asentada en las áreas circundantes al recinto electoral. Por ello, no se esperaría que, entre mesas de un mismo recinto, existan grandes diferencias en sus estructuras etarias respecto a la distribución normal en la comunidad; y tampoco, en razón de edades, quiebres totales en las preferencias políticas predominantes.
En consecuencia, serían casos anómalos los de mesas de votación que tengan desviaciones significativas de la estructura etarias respecto a las distribuciones normales y que, además, concentren sistemáticamente el voto en alguna tienda política.
En notas publicadas sobre el padrón etario antes de las elecciones de octubre, mostramos que los rangos de edad de 18 a 25 años (18-25) y de los de 66 años y más (66+), tienen un comportamiento estadístico que no es normal, mientras que los otros 8 segmentos (entre 26 y 65 años), sí se ajustan a las distribuciones normales. Con este antecedente, revisamos resultados de las más de 33 mil mesas de votación (en territorio nacional), correlacionando estructuras de distribución etaria en estos dos grupos (18-25 y 66+) con los resultados “oficiales” para el MAS y CC.
La participación promedio para 18-25 fue 21% y para los 66+ fue 10,7%; es decir, el 21% de votantes pertenecía al rango de edad 18-25, mientras que el 10,7% estaba en el rango 66+. Estadísticamente, en la medida que la participación de un grupo etario supera al promedio, la probabilidad que ocurra en alguna mesa es cada vez menor; como regla general, en la medida que la participación de un grupo de edad sea más de 2.5 veces el promedio (50% en el grupo 18-25, y 27% para 66+), mayor será su grado de anomalía (menor probabilidad).
El cómputo nacional, en números redondos, dio la victoria al MAS (44.3%) sobre CC (35%): por cada 10 votos para MAS, hubieron 8 para CC. Hay 1.659 mesas en las que la participación de 66+ es el doble del promedio, y en las que el MAS o CC logran 45% o más del voto (ganan la mesa): el MAS en 1.502 mesas (90,5%), en tanto que CC sólo en 72 (4,3%) que, traducido en votos, de los 251.836 válidos en las 1.659 mesas, el MAS acumuló 156 mil (72%) mientras que CC solo 7.200 (3,3%), es decir, 21 votos para el MAS por cada voto CC.
En 745 mesas la participación de 66+ es 3 veces superior al promedio; el MAS gana en 704 (94,5%) y CC en 12 (1,6%), lo que se traduce en casi 70 mil votos válidos para el MAS (75.7%) frente a 750 (0.8%) para CC: 95 votos para el MAS por cada voto para CC. En mesas con participaciones de 66+ de 4 o más veces el promedio, el CC no gana ninguna mesa; el MAS gana en mesas con hasta 70% de votantes 66+ que, además, participan igual o más que el promedio nacional, habiendo casos de asistencia al 100%. Las mismas tendencias en favor de votos para el MAS se observan en mesas en las que se analiza el segmento 18-25.
En una distribución estadística normal, todos estos son casos muy extremadamente poco probables. Los voceros del MAS, si insisten que no hubo fraude, están obligados a explicar al país qué y cómo sucedieron los casos anómalos que le redituaron tantos votos favorables. Entre tanto, una pronta y creíble auditoría al padrón electoral biométrico, es una condición necesaria para la confiabilidad de las próximas elecciones.
Enrique Velazco es otro de los más de 10 millones de ciudadanos hastiados con las imposturas