Por Amalia Pando.-
La presidente Jeanine Añez informó hace pocas horas que también ella se contagio con el coronavirus. Esta penosa noticia muestra el masivo y descontrolado avance de la pandemia en nuestro país y la inviabilidad de la exigencia del magisterio paceño para que estudiantes y maestros vuelvan a las aulas a retomar la educación presencial suspendida hace cuatro meses.
UNA IMPROVISACIÓN VIRTUAL
El 12 de marzo pasado se cerraron las escuelas, institutos, universidades y también los parques. Cuándo se constató que el cierre daba para largo, los privados fueron los primeros en responder a la emergencia educativa convocando a sus estudiantes a clases vía zoom, la empresa que aprovechó la pandemia para multiplicar exponencialmente sus ganancias.
Vía decreto, el Ministerio de Educación intentó ampliar la experiencia virtual a la educación fiscal. Se experimentó durante un tiempo hasta que en las calles explotó la protesta de los profesores.
Nadie estuvo listo para un cambio tan radical. Primero, la educación necesita condiciones universales, para todos. Requisito que no cumple la educación virtual. A penas una minoría de las familias urbanas disponen a domicilio de computadoras y celulares, conectados al Wi-Fi o con un crédito suficiente para que cada hijo cumpla con sus clases virtuales. Ni hablar de quienes viven en las zonas rurales. Y, del otro lado, muchos maestros se han visto en figurillas porque el sueldo no les alcanza para un gasto adicional en crédito para sus celulares y el de sus hijos. Y lo más desafiante ha sido aprender a ritmo forzado a impartir educación virtual.
QUEDAN VARIOS MESES POR DELANTE
Frente a estas dificultades, el gobierno pudo, y aún puede, utilizar la infinidad de radios locales y estaciones de televisión que tienen tanta llegada a las comunidades campesinas y a los sectores populares citadinos.
La educación a distancia no es nueva en Bolivia, requiere organización y capacitación previa de quienes la imparten. Puede ser reforzada y actualizada con material que en cantidades industriales se encuentra en Google y YouTube. Pero, además, hay varias otras experiencias que se pueden recoger de países que han pasado exitosamente esta prueba de fuego. El problema es que no vemos que en el despacho de la Avenida Arce se haga el menor esfuerzo en resolver este drama.
Sin embargo, todo lo anterior es paliativo para un tiempo excepcional. Nada reemplazará a la educación presencial, aunque en el futuro se conviva con lo virtual. Para reabrir las escuelas primero hay que controlar la pandemia, como lo ha hecho Uruguay, el único que en nuestra región ha podido cumplir esta meta.
REBAJA EN LAS PENSIONES
Por otro lado, protestan los padres de familia de los colegios particulares porque los propietarios, avalados por el ministro Víctor Hugo Cárdenas, usaron las clases virtuales para negarse a rebajar las pensiones en 50 %.
La rebaja ofertada es tan pequeña que no se conduele del impacto social de la pandemia y la cuarentena. Fueron dos meses en los que nadie pudo trabajar y más de cuatro de pérdida masiva de empleos.
LOS NIÑOS, LOS MÁS AFECTADOS
También los niños protestan a su modo, con rabietas, tristeza, llanto frecuente, desinterés en sus materias y otras expresiones que resultan del confinamiento. Extrañan sus amigos, los ansiados recreos, los partidos de fútbol, las charlas, las risas, extrañan los parques y su escuela que es la parte esencial de la niñez y la adolescencia.
Además, los niños bolivianos vienen del miedo de la convulsión de octubre y noviembre del año pasado, y, cuando la sociedad iba saliendo de ese trauma social, ingresaron al encierro por el coronavirus.
Junto a la prolongada cuarentena, muchos niños tienen que vivir la penuria familiar porque el padre o la madre ha perdido su trabajo y otros cientos están viendo caer enfermos o muertos a sus seres más queridos. Y, para tantos otros, estos cuatro meses han sido de violencia a puerta cerrada con su torturador.
En este contexto, las ecuaciones, los quebrados, el pluscuamperfecto del modo indicativo, pierden relevancia. Ellos, nuestros niños y jóvenes, vivirán otra normalidad, cruzada por el miedo al contagio, la del barbijo, sin abrazos y con el distanciamiento de metro y medio.
TAMBIÉN HAY UNA OPORTUNIDAD
En esa nueva normalidad, la educación también tendrá que cambiar y tal vez la pandemia sea una gran oportunidad para una revolución en este campo. Tarea pendiente para un próximo gobierno democrático.
A corto plazo, el disparejo acceso al Internet y la Imposibilidad inmediata de regresar a las clases presenciales han condenado a este año escolar al fracaso y no deja de ser irónico que el ministro Víctor Hugo Cárdenas declare que la clausura será el 22 de diciembre. La clausura de un año escolar que no existió.
A continuación los invito a seguir el coloquio sobre todos estos tema que tuvo lugar en el programa Lucha Libre de Cabildeo con tres invitados experimentados en educación. Cecilia Salazar, socióloga, docente de la UMSA, directora del CIDES; Edgar Cadima, profesor de matemáticas, con estudios en Suiza e infinidad de experiencia docente; y, Elizabeth Machicao pedagoga, con especialidad en psicología y 30 años de experiencia en proyectos sociales, muchos vinculados a niños y adolecentes.
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