Por Amalia Pando.-
Estacionó a una hora y media de Trinidad, frente a la Iglesia Virgen de Loreto, patrona del Beni, desde donde parten las procesiones en un recorrido de 52 kilómetros hacia la capital y en cuyo homenaje también este pueblo lleva su nombre. El doctor Luis Pedro Flores está acompañado por otros cuatro médicos. Regresan de haber atendido a pacientes de Covid-19 en San Borja. Son las 14.30 de la tarde, hora de la siesta en esos pagos, pero como buen paceño no respeta ese ritual y desde la cabina de su vehículo se alista para conversar sobre su vivencia en el núcleo de las infecciones donde es inevitable contagiarse.
A esa hora, en La Paz se disfruta de un tibio sol invernal y el ingeniero industrial con especialidad en Políticas Públicas, Andrés Uzín, está frente a cuatro monitores que le permiten seguir curvas y flechas sobre el curso de la pandemia. Compara un país con otro y encuentra la razón del éxito en Tarija o del fracaso en Lima.
Ambos están en la pantalla dividida de mi computadora y descubro que se conocen y comparto ese instante de alegría por un reencuentro inesperado de dos compañeros de escuela.
Brigadas de salubristas recorren los barrios de Trinidad y la gente oculta a los familiares contaminados y enfermos. Por las noches, en los canales de televisión se muestran las cifras de contagios y muertes ocurridos en las últimas 24 horas. Más de lo mismo, todos los días una nueva batalla perdida. La primera línea está diezmada, hay desmoralización, renuncias y deserciones. Y, extrañamente, en la población no crece la solidaridad más bien la insensibilidad.
¿Hubiéramos podido cambiar el curso de los acontecimientos?, ¿estamos todavía a tiempo?, ¿sirve de algo aplicar testes rápidos cuando el contagio es masivo?
¿Cómo encontrar un ápice de optimismo después de recorrer las entrañas de la epidemia en los barrios pobres más contaminados, hambrientos y desolados?
El Dr. Flores está venciendo el Covid-19 y esto lo anima por doble partid: se salvó y además comprobó que su propio protocolo es el correcto y lo está usando hasta donde le dan sus fuerzas para sanar a decenas de pacientes que estaban condenados y sin esperanzas de sobrevivir.
En tanto que Uzín subraya las buenas políticas que en otros lados han acortado la catástrofe. Por lo menos, es bueno saberlo: Se puede salir del hoyo y no cuesta tanto.
Los invito a compartir esta entrevista que entremezcla la experiencia y la reflexión.