Por Amalia Pando. Foto: Routers.-
Se sintió mal, lo que se dice mal, de regreso a casa, en Nueva York, tras una jornada de trabajo en un complejo carretero ubicado en el epicentro de la epidemia, en Queens. Trabaja y vive en la ciudad más castigada de los Estados Unidos por el Coronavirus.
Ing. Alberto Beto Pozo. Sobrevivió al Coronavirus.
Ingeniero civil hace casi 40 años, Alberto Beto Pozo es un brillante ingeniero civil boliviano que partió de La Paz tras salir bachiller, cuando era un flacucho adolecente de notas siempre sobresalientes en matemáticas.
Beto Pozo podrá agregar a su larga hoja de vida: abril 2020, sobreviviente del COVID-19. Uno de los 30 mil recuperados en esa desolada ciudad ; pero también pudo ser uno de los 12 mil muertos.
¿Qué hizo Beto para sobrevivir? o simplemente es el azar, una ruleta rusa que decide quién está en una u otra columna de las estadísticas.
TOS DURANTE 8 HORAS SEGUIDAS
Como todas las tardes cuando retornaba de la obra, ese 31 de marzo dejó en la puerta de calle sus zapatos y parte de la ropa que llevaba puesta. Había una intensa campaña al respecto. Nueva York ya estaba en cuarentena a excepción de trabajos estratégicos como el suyo. No volvió a salir desde entonces. El 1 de abril se iba en tos y no paró en las siguientes 8 horas. Su esposa e hijas habían intercambiado miradas y sabían que el coronavirus había entrado en su casa y que podía llevarse a Beto.
Alberto Pozo, arriba segundo de la izquierda, y sus compañeros del Instituto Americano
Ese mismo día, las dos hijas que habían trabajado en el “Eglewood Hospital” próximo a la casa, lograron conseguir que se le haga un test.
“El resultado fue positivo. Llegó a mi teléfono cuatro días después ya que los laboratorios están saturados con casos similares y los servicios no pueden ser inmediatos”, nos cuenta a través del Skype .
MEJOR EN CASA QUE EN UN HOSPITAL COLAPSADO
“El 6 de abril, después de una semana de tos, empezó la fiebre y los temblores del cuerpo, parecía terciana”.
A través de una video llamada, los dos médicos que lo atendieron, a quienes Beto llama “amigos”, le pidieron que se quede en casa y se aísle completamente de la familia.
Ing. Alberto Beto Pozo y su esposa Toñy.
“Me aconsejaron que no fuera al hospital, podría comprometer aún más mi situación, donde además estaría solo, porque la familia no podría visitarme. Quedaría a merced del personal del hospital que ya estaba agotado y sobrecargado por el trabajo de atender a tanto paciente.”
También le advirtieron que no había disponibilidad de respiradores por lo que no tenia sentido internarse en un hospital. Entonces, lo mejor era quedarse en casa, aislado de toda la familia pero junto a ella. Toñy, su esposa, y sus dos hijas mayores, se encargaron de todo. Entre otras cosas, de las video llamadas con los médicos quienes iban observando la evolución de la enfermedad.
FIEBRE DELIRANTE, VÓMITOS Y TEMBLORES COMO DE TERCIANA
Los siguientes 6 días fueron un infierno. La imparable tos le provocaba dolor en el tórax y la fiebre iba en aumento.
“Me han dado fiebres altísimas. Estuve alucinando. Cerraba mis ojos y era una realidad, abría mis ojos y era otra realidad. No podía descansar. Pero lo que posiblemente más me afectó fue la falta de líquido. Me iba deshidratando poco a poco. Mi cuerpo estaba rechazando todo tipo de comida o líquido. El cuerpo no podía retener algo que me podía ayudar porque ingería una onza de líquido y botaba 6 onzas de líquido, vomitaba y vomitaba, no tenía sentido. “
Le recetaron, a través del tele contacto con los médicos, una dosis completa de antibióticos, Azitromicina, junto a otra dosis de Hidroxicloroquina y vitamina C. Los medicamentos los enviaba la farmacia del barrio mediante el servicio de entrega a domicilio. Pero le provocaron vómitos. Sufría de la tos, los temblores y ahora vómitos.
Su hija Laura, debidamente protegida, estaba a su lado y lo ayudaba a tomar agua. Por la computadora el médico instruyó que le pongan sueros y Zafrán intravenosa para contrarrestar las náuseas. Llegó una enfermera y lo salvo. Dos días después abrió los ojos y se sentía vivo.
DOS DÍAS CON SUERO Y ESTOY VIVO
“Al final, tuvieron que ponerme sueros durante 2 días que calmaron bastante la situación, y me dio el alivio que necesitaba… Estos productos no se si me sanaron o qué efecto me hicieron de verdad, pero lo cierto es que pude salir de este lio”, dice.
Ese alivio recién le llegó el Sábado de Gloria, 11 de abril y el Domingo de Resurrección sentía que había ganado la batalla contra el CAVID-19. Sin embargo, continuaba sin los sentidos del gusto y del olfato. Aparentemente no es tan grave, pero Beto dice que es una experiencia horrible.
LA NARANJA METÁLICA
“He empezado a comer alguito. Estoy comiendo una naranja al día que es una gran cosa para mi porque no podía, ni media, ni un poco de cereal, nada, ahora sí, ya empecé… He perdido, completamente, absolutamente el sentido del sabor. No puedo saber qué estoy comiendo. Claro, veo que es una naranja, pero no la siento, es como una naranja química, tiene un sabor metálico.. Pero tengo que comer y eso me ayuda. “.
10 días más tarde, 20 desde que empezó a toser, Beto pudo disfrutar de los sabores y recuperar el 50 % del olfato.
Una mañana Beto se levantó de la cama, todavía mareado y se puso hacer ejercicios, que junto a la naranja diaria y el cariño de su familia, lo salvaron. “Poco a poco he ido haciendo ejercicios y me ayudó muchísimo. Creo que sin ejercicios no hubiera podido volver a caminar y estoy tratando de hacer más y más.. “
Este 27 de abril ocurrió un acontecimiento familiar conmovedor. Por primera vez desde que le dieron el resultado del test, cruzó el umbral de su dormitorio. Para él fue como despertar de una pesadilla. Ya se aparece en la cocina a molestar a Toñy.
NADIE SE LIBRA, SALVO QUE TE QUEDES EN CASA
Su entorno no se contagio, o sí, pero no presentaron los síntomas esperados. En cambio se enteró que su hermano Gonzalo, su mujer e hijo, que viven en New Jersey, los tres enfermaron y se recuperaron.
¿Dónde cogí el virus? Pudo ser en el trabajo dónde otros dos también enfermaron, pero allí se estaba seguro, con lentes, botas y guantes. Pudo ser en un restaurante, donde fui a comprar comida, o en el supermercado.. No sabes de dónde vino, no sabes cómo te contagias, nadie se libra, tienes que tener mucho cuidado. No hay amigos, no hay hermanos, no hay esposa que te de la seguridad de que no te va a contagiar. Puede ser cualquier cosa, la manilla de una puerta, puede ser hasta el saludo a un vecino, puede ser cualquier cosa o persona. Dios mío, no quisiera que a nadie le caiga como me ha caído a mi que por suerte he sobrevivido para contarlo.”
No hay espacio en los hospitales ni en los cementerios.
Nueva York la ciudad que nunca dormía, está abatida y en silencio. Los contagios son tantos que los enfermos ya no caben en los hospitales ni los muertos en los cementerios. Pero un día la peste pasará y volverán a prenderse sus luces de neón.
Nueva York la ciudad estadounidense más castigada por el COVID-19.