Por Javier Torres-Goitia T, vía Página Siete.-
Había decidido no escribir sobre el coronavirus para no añadir mayor confusión a la que ya existe, pero la comprobación de que la angurria de poder está contra la salud me obliga a plantear estas observaciones. El gobierno está equilibrando medidas heroicas y sacrificadas como la cuarentena total, con auxilios económicos sociales indispensables. Ambos aspectos, polémicos, difíciles y de alta responsabilidad podrían ser motivo de debate, pero sin crítica fundamentada, está cundiendo un sabotaje criminal e injusto.
Los dos tercios de mayoría masista en el Parlamento, ahora cuando su gestión legal terminó hace tiempo y su respaldo electoral apenas llega a un tercio, es una ventaja que la está usando para abusar de su poder espurio y fomentar sabotajes francos o subterráneos.
Con respaldo de ese Parlamento, el candidato del MAS a la Presidencia de la República, demanda que Bolivia importe un medicamento que tiene 40 años de uso sin comprobación científica alguna de su acción contra el coronavirus y pide volver a contratar médicos cubanos. El candidato de Evo, como exministro de Economía conoce mejor que nadie los enjuagues sucios de esa contratación y sus resultados. Pero esto que parecería simplemente una broma de mal gusto, tiene por detrás grupos de agitadores masistas que sabotean la cuarentena decretada por el gobierno, acá en El Alto, en el Chapare en Yapacaní y en el Plan Tres Mil de Santa Cruz.
En El Alto, grupos irresponsables apedrean ambulancias para impedir traslado de enfermos. Aparecen afiches afirmando que el virus es invento de los “vendepatrias” del Palacio de Gobierno.
Este abierto sabotaje que por dañar a un gobierno lacera la salud de todo el pueblo no puede ser tolerado, ni ser parte de negociación política al margen de un mínimo de solidaridad humana. La mentira, junto a la corrupción se oficializaron en los 14 años pasados pero no pueden volver. El desafío sanitario actual nos obliga a todos no solamente a ser más limpios, ordenados y disciplinados, sino más estrictos en diferenciar claramente la verdad de la mentira. Los anuncios de drogas milagrosas, de vacuna ya disponible, o la existencia de equipos e instrumentos recién inventados para acabar con el coronavirus pueden ser falsos o verdaderos. Todo es posible por la intensidad con que avanza la pandemia, por el ímpetu de la ciencia para detenerla y la movilización mundial por la salud, pero el modo de saber la verdad es incompatible con la diseminación de la mentira y el engaño que sufrimos los últimos 14 años
En cualquier caso, los riesgos de ser víctima de indicaciones perversas son grandes, pero fácilmente superables. Igual cuidado demanda la publicación de noticias tremendistas, como las que siembran el pánico anunciando deficiencias ciertas e inventadas de los hospitales. Los comentarios de que en unas semanas más tendremos miles de casos que morirán sin remedio por falta de unidades de terapia intensiva son una exageración que parte precisamente de quienes alentaron el SUS con hospitales desmantelados. Los casos positivos hasta ahora están en ascenso, menor al de otros países, pero esto puede acelerarse o detenerse por una serie de circunstancias, entre la cuales la conducta de la población y su disciplina, es, según la experiencia actual, lo más importante porque todavía no hay cura comprobada.
La minúscula capacidad instalada actual puede abastecer hasta cuando los casos positivos se decupliquen, pero antes estarán en el país 300 UTI adquiridas por el Ministerio de Salud. Los recursos materiales son indispensables, tenemos graves falencias que superar, pero la conducta adecuada es insustituible. Romper la cuarentena para aglomerarse en vigilias contra el retorno de compatriotas al país en Pisiga ha sido simultáneamente actitud cobarde, egoísta y suicida. El miedo es el mejor aliado de los desastres. En lo personal inhibe las defensas del organismo, aumentando el riesgo de enfermar y contagiar. Colectivamente, ofusca las mentes y conduce a errores catastróficos. El aseo físico y moral, la disciplina y un frente sólido contra la mentira son las urgencias del momento para dominar la pandemia del virus invisible y pernicioso y para erradicar la infección de la mentira y el engaño, que todavía no hemos superado.
Javier Torres-Goitia T. fue ministro de Salud de Bolivia.