Pensar que todo empezó con "dos tres personas amarrando pititas". Nadie hubiera imaginado lo que eso iba a desencadenar, porque ignoraban el hecho que esas pititas estaban siendo atadas por bolivianos.
¿Alguna vez se pusieron a pensar en lo que significa ser boliviano? Llevamos estampado en nuestra identidad la herencia del libertador y portamos el legado de civilizaciones que han prosperado en lugares donde hasta es difícil respirar. Somos una nación diversa, de gente amable y valerosa.
Esto lo puedo decir con seguridad, porque ustedes mismos me lo enseñaron. Sin pensarlo, le dieron un nuevo significado al 21, convirtiéndolo en un emblema de la perseverancia. Nunca nadie se cansó, nadie se rindió. Y Evo... ¡al huevo carajo!
Qué loco pensar que ese individuo, prefiero abstenerme de adjetivos, estuvo al mando de nuestro país por 13 años, 9 meses y 18 días. Pero es más loco pensar que sin nada más que una tricolor en la espalda, cacerolas rotas, un par de pititas y mucha solidaridad, derrotaron a quien se creía invencible.
Ni su equipo de inteligencia ni el de sus aliados pudieron prevenir lo que se venía. Ignoraron que detrás de todo estaba inmiscuida una generación que creció junto a él, pero que siempre fue ignorada. Una generación apolítica que no se dejó llevar por ideales, sino por valores. Evo no calculó que está revolución era sostenida por la generación del amor, humanos que, en su mayoría, aún no habían sido pervertidos por las falencias del sistema.
Soy consciente que hasta que recuperemos la estabilidad en el país no es momento de cantar victoria, pero si es momento de agradecer; y es a ustedes, mis queridos compatriotas, a quien toca hacerlo. Sacaron ese espíritu revolucionario que tenemos los bolivianos, pero, sobre todo, sacaron todo su amor a relucir.
Gracias a todos los jóvenes que dejaron todo de lado y se pararon día y noche en sus puntos de bloqueo, y por 21 días y nunca se soltaron. Gracias a la valiente resistencia, nuestros legionarios en ruedas que empaparon de confianza a la población al hacerlos sentir protegidos. Gracias a todas las madres, que incluso cuando el abastecimiento amenazaba los hogares, dieron de su comida para aportar a las ollas comunes que alimentaron al pueblo. Nos enseñaron, una vez más, que siempre hay espacio para uno más en la mesa de los bolivianos.
Gracias a los grandes intelectuales de esta nación, que no se dejaron comprar con dinero del pueblo y mantuvieron intacta su ética de trabajo. A Carlos Valverde, Amalia Pando, Ximena Galarza, Casemira Lema y todos los valientes periodistas que arriesgaron su vida y la de sus familias por mostrarnos la verdad. A Fernando del Rincón, que abrió los ojos del mundo y puso en evidencia lo que realmente pasaba en Bolivia. Al Ingeniero Villegas y todos los genios informáticos que pusieron en evidencia el fraude antes que cualquier organización internacional lo hiciera.
Gracias a los líderes cívicos y sociales que pusieron en evidencia que nuestra moneda no lleva ese mensaje en vano, "la unión hace la fuerza". Y fuimos mas fuertes que nunca al ver a Camacho y Pumari unir Occidente y Oriente bajo una sola consigna. Lloré de emoción al ver a Nelson Condori abrazar con fraternidad la alianza entre campo y ciudad y que orgullo ver a la Adepcoca y otros movimientos sociales unirse a la lucha.
Gracias a los políticos cautos, que dejaron su color en nombre de la democracia y el bien común. A Rafita Quispe con su contagioso optimismo y humor, a Carlos de Mesa que tuvo las agallas de hacerle frente a Morales, a Tuto Quiroga por acompañar este proceso y a nuestra valerosa Presidenta que demostró que no se necesita de un par de huevos para liderar un país en su peor crisis.
A todos los estudiantes del país y al valiente rector Albarracín, que pusieron a brillar ese legendario coraje que caracteriza a los integrantes de nuestros centros de educación superior. A todos los médicos que pusieron sus vidas para proteger los centros de salud y dieron atención desinteresada a nuestros heridos, sin importar el bando al que pertenecían.
A los valientes mineros, que después de sufrir dos cobardes emboscadas a mano armada, que a más de 4,000 metros tuvieron las agallas de escoltar personalmente los buses para proteger a la población. Pocos en el mundo tienen semejante valor.
A nuestra Policía que se sublevó y en lugar de reprimir, luchó junto a su pueblo. Arriesgaron su trabajo, dejaron sus módulos policiales y dieron confianza al pueblo. Y por supuesto, nada hubiera sido posible sin el apoyo de nuestras Fuerzas Armadas. El General Kaliman, en quien yo no confiaba, pero al final nos enseñó que primero está la patria y siempre la patria. Gracias por devolvernos la confianza en ustedes y enseñarnos que detrás de esos uniformes hay seres de gran corazón.
Finalmente a nuestro mártires, no solo a los que entregaron su vida en estos días, sino a todos los que la perdieron en estos 13 años en busca de un país mejor.
Gracias a cada uno de los bolivianos que aportaron en esta lucha. Nunca sabré como devolverle este favor a mi patria, estoy en infinita deuda con ustedes. En 21 días, me hicieron sentir boliviano como nunca antes lo había sentido, son un orgullo para la patria y un ejemplo para el mundo.