El admirado modelo chileno escondía profundas grietas. Detrás de la estabilidad política y sus envidiadas cifras macroeconómicas, amplios sectores quedaron excluidos, hay pensiones bajas y elevados costos para acceder a salud y educación
Esto incubó por años un descontento social que estalló con fuerza con el alza de tarifas del metro en 3%.
La rabia copó las calles. Ni la salida de militares, decretada el sábado por el presidente derechista Sebastián Piñera en medio del caos, sirvió para ahogar el grito de miles de personas cansadas de las iniquidades de un sistema político que en sus pilares se mantiene casi intacto al heredado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
“Desde afuera sólo se veían los logros de Chile, pero dentro hay altos niveles de fragmentación, segregación y una juventud, que si bien no vivió la dictadura, que se restó de votar hace muchos años, pero que se hartó y salió a las calles a mostrar su rabia y decepción”, explicó a la AFP Lucía Dammert, analista de la Universidad de Santiago de Chile.
Con una inflación de 2% anual, una pobreza por ingreso de 8,6% y un crecimiento esperado para este año de 2,5%, uno de los más altos en una región en crisis, el llamado modelo chileno era la envidia de muchos en América Latina, aunque sus indicadores sociales -como salud, educación y pensiones- escondían demasiadas iniquidades.
Tensiones acumuladas
“Muchas demandas estaban latentes y no habían sido respondidas. Se acumuló la tensión, la frustración que se refuerza cada día con la cotidianidad”, señaló de su lado Octavio Avendaño, sociólogo y analista político de la Universidad de Chile.
Para este especialista no es casual que la génesis del estallido social haya sido el aumento de 3% en las tarifas del metro, un incremento que el presidente Sebastián Piñera congeló el sábado cuando las manifestaciones estaban fuera de control y habían sumado reclamos históricos de la clase trabajadora: Desigualdad crónica, en un país que ostenta el ingreso per cápita más alto de América Latina (más de 20.000 dólares).
Un sistema de pensiones que jubila a la mayoría con rentas inferiores al salario mínimo de unos 400 dólares; elevados costos en salud y educación y la presión del mercado inmobiliario que hace a muchos imposible acceder a vivienda, formaron un cóctel difícil de contener.
El sociólogo Alberto Mayol, de la Universidad de Santiago, explica que “en una sociedad donde todas las prestaciones públicas son de mercado y donde la integración social se produce a través del consumo, las personas necesitan comprar para estar dentro de la sociedad y para ello necesitan endeudarse”.
Uno de cada tres mayores de 18 años tiene una deuda que no puede enfrentar con sus recursos, según un estudio de la Universidad San Sebastián y Equifax. El endeudamiento es uno de los males que golpea a la gente.
La deuda afecta en especial a miles que en los últimos años salieron de la pobreza, pero que sufren el agobio de pertenecer a una clase media para la cual no hay muchos beneficios sociales.
Son los hijos y nietos de esas familias los que encendieron las llamas de esta revuelta sin precedentes. En una sociedad donde la mayoría de los funcionarios viven en las zonas más acomodadas de Santiago, la gente los percibe como desconectados de la realidad.
Piñera y la éliteRiqueza Con Sebastián Piñera -un magnate que amasó una extensa fortuna- liderando un gobierno repleto de figuras del mundo empresarial, las manifestaciones están cargadas de alusiones al poder económico de sus dirigentes y la injusticia de un sistema que privilegia el capital.
Evade Es una de las palabras más utilizadas por los manifestantes para aludir a los escándalos de corrupción que rodean al Gobierno.
Once muertos y 239 heridos desde que se inició conflicto
Miles de personas protestaron ayer en la céntrica plaza Italia de Santiago y en varios puntos de Chile, tras un estallido social que deja 11 muertos y cientos de heridos desde la semana pasada, obligando a decretar toque de queda por tercer día consecutivo.
“Que se vayan los milicos”, gritaban los manifestantes en la plaza Italia en el centro de Santiago “Va a correr sangre. Nos cerraron las puertas de todas las cosas”, advirtió a la AFP Adrián Castillo, un dentista de 30 años, que portaba una pancarta en que le leía: “Fuera Piñera”.
Y pese a los llamados a la calma del Gobierno, la intensidad de las protestas no cede, obligando a las autoridades a decretar por tercer día un toque de queda en Santiago y otras ciudades.
Hasta el momento, “la cifra de fallecidos oficiales que tenemos que lamentar en estos últimos dos días es 11”, dijo Karla Rubilar, intendenta (gobernadora) de la Región Metropolitana.
Las muertes han ocurrido en su mayoría a causa de incendios de instalaciones en medio de los extendidos saqueos. El Partido Comunista denunció la muerte por un disparo policial de un joven ecuatoriano en La Serena.
El ministro de Salud, Jaime Máñalich, informó de su lado que hay 239 civiles heridos, ocho de ellos en riesgo vital.
El titular de la cartera de Interior, Andrés Chadwick, dijo que 50 policías y soldados también resultaron heridos, en tanto que la Fiscalía dio cuenta de 2.151 detenidos en todo Chile.
El Instituto de Derechos Humanos reporta en tanto 37 heridos por arma de fuego.
//Pagina Siete//