Por: Sonia Montaño Virreira - Socióloga miembro del Colectivo Mujeres por la Democracia
Menos mal que no soy una fundamentalista de las encuestas, pero reconozco que éstas, a diferencia de cualquier dios en el que la gente cree ciegamente, deben reunir algunos requisitos de rigurosidad, sobre los que no pretendo hablar en esta columna. Es más, reafirmo que como en el amor, el primer requisito, aunque no el único, para enfrentar una encuesta es no creer en ella. Quiero aprovechar para hablar de una encuesta que anda circulando y que me permite reflexionar sobre algunos rasgos del “ser nacional”, lo que sea que éste sea.
Dice la encuesta de marras que más del 48% de las personas creen que Evo Morales es el candidato más trabajador, casi 28% piensa que es el más honesto, 43% el más patriota y 45% el que más escucha. Sólo marca en segundo lugar cuando la gente responde quién es el más preparado. Incluso así, más del 17% lo considera el más preparado. Los otros candidatos figuran siempre a una gran distancia del jefazo.
Esta encuesta se asemeja a otra que preguntó a la gente cuáles son los principales problemas del país y como nadie se acordó que hasta la fecha habían muerto asesinadas 60 mujeres por el simple hecho de ser mujeres, concluyeron que “la mujer no aparece” en las encuestas, ergo no es prioridad de campaña.
Esas encuestas debieran servir para caracterizar mejor a la gente, antes que para complacerla. Deberían ser motivo de preocupación para alentar la creatividad de las propuestas y no para fomentar la mediocridad. Que tanta gente piense que Evo es el más trabajador, como lo reiteró también el expresidente Zapatero en su reciente visita, sólo puede ser fruto de la ignorancia popular que considera trabajo a las “horas nalga” o las “horas helicóptero” o las “horas bla bla” y/o de una cuidadosa campaña de mercadeo.
El trabajo, desde esa perspectiva, es considerado como cualquier actividad remunerada distinta del dormir y que gracias a la propaganda que nos agobia mostrando a un presidente madrugador, mucha gente ha quedado convencida de que el hombre trabaja mucho. A mi juicio, esa pregunta sólo muestra el grado al que ha llegado el deterioro de la ética del trabajo, si alguna vez la tuvimos.
Un tercio de los encuestados opinan que Evo es el más honesto a pesar de estar violando la Constitución para eternizarse en el poder, de ser dirigente de los cocaleros mientras es Presidente, de haber reconocido a su hijo con la señora Zapata y luego encarcelarla; a pesar de las violaciones a los derechos humanos y un largo etcétera. Parece que en Bolivia creemos que la honestidad y el cinismo son lo mismo.
¿El más patriota? Eso ya me supera. Que el candidato ilegal se llene la boca de antiimperialismo, que se humille ante Chile con fines electorales para dialogar después de la derrota en La Haya, que ahora felicite a cuanto deportista había olvidado en el pasado y que haya convertido el chauvinismo en doctrina, no parece interesar a quienes preguntan ni a quienes responden.
Que sea el que más escucha, ya es risible. Cómo no va a escuchar si tiene un ejército conocido de guerreros digitales y otro desconocido de pinchadores, hackeadores y soplones -algunos por miedo y otros por convicción- que lo tienen al tanto de lo que él quiere escuchar.
Parece que da lo mismo que no haya escuchado a los enfermos de cáncer, a los pacientes que buscan servicios de salud eficientes, a los discapacitados, a los familiares de detenidos y desaparecidos que exigen libertad, justicia, y reparación por los crímenes cometidos durante las dictaduras militares y durante su gobierno, que no escuche las denuncias de corrupción en su entorno. Eso no incluía la pregunta. Total, la gente cree que no es sordo.
Aunque el candidato legal y con más opciones de ganar es reconocido como el más preparado en esa encuesta, es notable que 17% de los encuestados lo considere más preparado. Eso indica que casi dos de cada diez personas lo creen más preparado a Morales tal vez en el sentido de estar dispuesto a todo. Tal vez porque creen que como fuimos gobernados por letrados indecentes en el pasado, es preferible que gobierne “uno como yo”, semiletrado, un poco ignorante y macho.
Es decir, esta pregunta nos lleva a pensar en el fracaso de dos políticas de nombre tan rimbombante como inútil: la descolonización y la despatriarcalización.
Cierro recordando que una encuesta para ser medianamente creíble debe comparar lo comparable. 13 años de millonarias campañas, unas elecciones precipitadas y una brecha gigante de recursos entre candidatos hacen que las respuestas y las preguntas huelan a propaganda antes que a información.