Manazos a las tendencias pseudo-intelectuales

Por: Fanbián Gómez-Filósofo                                                                                                                                                           

La filosofía es un lenguaje continuamente violentado por la incapacidad de los círculos de autoridad académica e intelectual ante el juego del ego que termina dominándonos, más por no querer aceptar que hemos emprendido en ideas que inducen a un engaño, que por aceptarnos engañados. El entendimiento de la democracia en Bolivia es un asunto con peculiar importancia como alegoría del problema, es un país pequeño, sin abuso demográfico y aun no afectado por la falsa idea de que la industrialización sea conveniente, sin embargo un país dolido por tanto tiempo, consecuencia de autoridades que ignoran la verdad justificados en falsas nociones.

Consideremos lo siguiente: la democracia se define en el cultivo, es una práctica, y no la opinión académica o ideas políticas, que jamás dejarán de buscar ajustarse al gusto popular más que a la fundamentación de principios, continuidad de la moral y la ética. La democracia es una entidad biológica, va inscribiendo continuamente en el código genético, así pasa con cualquier cultura. De ahí la importancia de respetar y planificar las culturas en las que se basa lo que queremos ser como sociedad. Aceptemos que la determinante del término filosófico parte de un entendimiento y no el falso conocimiento de la necedad de discursos político-sociales parasitarios. Ejemplos claros son el ‘socialismo-comunitario’ como degeneración del lenguaje, al igual que los llamados ‘movimientos sociales’ o las famosas ‘plataformas ciudadanas’. Incurren en un sistema de falacias lógicas. El socialismo impide que la transformación social parta del individuo, secuestra en su ejercicio de poder toda determinación de necesidad por imposición o sosteniendo medios institucionales que llaman representativos y que ligados a los términos comunitario, social o ciudadano, se enmarcan contradictorios y contrarios a la democracia, por lo cual representan una afrenta a la libertad, son discursos que habilitan invariablemente el autoritarismo y el abuso.

La democracia solo puede ser el vínculo entre la autodeterminación del individuo y del pueblo con la libertad, no aceptemos la falta de humanidad que equívocamente continuamos habilitando; colectar la inteligencia al abrir las fuentes de las instituciones parte de la responsabilidad individual, donde la excepcionalidad biológica, es el origen del derecho natural y el principio esencial de la libertad.

Democracia (griego dēmokratía, significa literalmente "Gobernado por la 'Gente'"). Grecia Ática del siglo 5to A.C., se dice cuna del modelo democrático, donde el pueblo participaba en determinaciones de Estado con injerencia directa. De ahí que hoy se diga ‘la democracia es el gobierno del pueblo’. Sin embargo, la referencia histórica es falsa, induce a confundir el modo de sufragio practicado con el de una elección; si bien había injerencia ciudadana en las decisiones de gobierno, prevalece el hecho de que los griegos de ese tiempo no elegían a sus gobernantes, el proceso se realizaba a través de un sorteo practicado como ejercicio completo de azar, utilizando un dispositivo llamado “kleroterion”. Entendían perfectamente los griegos de aquel tiempo que el azar era el medio que mantenía la posibilidad de corrupción fuera del gobierno de la gente, el cual limitaba a los gobernantes poniendo toda decisión de la corte de Atenas bajo el resguardo de la ecclesia o ekklesia, la mayor asamblea de la antigua Grecia, en la cual se permitió la participación de todo ciudadano, sin discriminar por clase social o casta. ‘La tribu en asamblea, todos reunidos, todos valemos lo mismo’, es el principio único e inamovible de la democracia y su fundamento universal, el cual claramente no indica la elección de un gobernante a través de un voto o intervención representativa.

Se distinguen dos corrientes dominantes en la implementación del modelo democrático: la democracia que llaman directa, donde la gente determina sin intermediación alguna en las decisiones ejecutivas, la elección de los oficiales públicos o su revocatoria, creación de leyes y procesos judiciales; por lo anterior, vemos dos formas de democracia directa, la participativa y la deliberativa. La otra corriente es la representativa o ‘psefocracia’, la cual encuentra fundamento en oficiales electos para representar a la gente en el ejercicio de gobierno, siendo esta el ‘statu quo’ que predomina en el mundo occidental y los pueblos colonizados; son ejemplo evidente de esta forma, la monarquía constitucional, repúblicas federales y los Estados unitarios.

Estas corrientes, la directa y la representativa, omiten las necesidades que se infieren naturales a la definición estricta de democracia, en cuanto a que la primera niega la posibilidad real y objetiva de abrir las fuentes de las instituciones a los ciudadanos, justificándose como vía que complementa el desempeño de instancias representativas, solo para legitimarlas. En el otro caso, el de la democracia representativa, se niega enérgicamente la necesidad de excluir a los medios indirectos y simula aceptar medios directos manipulando su ejercicio con fundamento en premisas falsas y equívocas, para evitar la real apertura de las fuentes institucionales. Ambas formas obstruyen la libre participación de individuos que deciden tomar responsabilidad en la vida política sin intermediación, absorbiendo de una manera contraria y contradictoria, los espacios que debieran abrirse para dichas personas, afectando en esencia el derecho natural y humano, los principios esenciales del orden democrático y generando violencia al lenguaje induciendo una definición degenerada.