Por Johnny Nogales.-
Con total desfachatez, como si nunca hubiera ocurrido su ominosa pillería, puesta en evidencia por la OEA y la UE y que dio origen al levantamiento social, los principales portavoces masistas dicen que ahora se está gestando un fraude. Su vasta experiencia para falsear sufragios parecer ser el único argumento, pues no dan un solo motivo que compruebe su desconfianza.
Es más, parecen haber olvidado que ellos fueron quienes fraguaron una legislación especial para hacerse de los dos tercios en la Asamblea Legislativa y que toda la estructura legal e instrumental de su maquinaria no ha sido desarticulada. El cambio en la forma de elección y el número de senadores; la mañosa delimitación de circunscripciones; el pretendido empoderamiento de los pueblos originarios, con representantes especiales; los serviles funcionarios de los mecanismos de identificación personal y de notarías; la captura de la estructura completa del Órgano Electoral; el Padrón Electoral adulterado y los muertos que votaron por miles; los sufragios de los bolivianos en el exterior, que superaban el número de inscritos (o, mejor, de reclutados) por funcionarios de las oficinas diplomáticas y consulares; la contratación de empresas afines o funcionales para el procesamiento (o falseamiento) de los datos; y muchas otras sinvergüencerías que llegaron hasta el desesperado apagón de los equipos de cómputo cuando ya no pudieron seguir inflando las cifras.
Y es con estos precedentes que ahora amenazan con que respetarán los resultados “sólo si son iguales a las encuestas recientemente conocidas”, en boca nada menos que de su candidato presidencial. Por su parte, el novicio cabecilla cocalero advirtió que “el pueblo recuperará el poder en las calles, en caso de que se presenten irregularidades en las elecciones”. El minero orureño fue más tajante: “Que lo escuche la derecha de facto, al primer intento de hacer fraude con nuestro voto, Bolivia levanta el cuarto intermedio y vamos por el poder, mis hermanos”.
Esto nos recuerda que, después de la última tropelía, cuando bloquearon carreteras e impidieron el paso de oxígeno y hasta de las ambulancias, y que causaron decenas de muertos, no levantaron la medida; simplemente declararon un cuarto intermedio. Es decir, sigue vigente el plan de los 150 puntos de bloqueo y sus huestes están en apronte. Se acata la instrucción de formar las milicias armadas del pueblo.
Tienen la arenga lista, por si no funciona su maniobra actual. La estrategia electoral del MAS es muy clara: “Divide y vencerás”. Su artillería está orientada a impedir la unión de los opositores a la dictadura. Todo es válido: desde embozados asesores y analistas hasta guerreros cibernéticos que inundan las redes sociales con mensajes agraviantes, pasando por inesperados contribuyentes y expertos en guerra sucia. El objetivo común, donde los extremos se juntan, es alentar la pugnacidad entre quienes se disputan ahora la preferencia de dos tercios de la ciudadanía y evitar a toda costa una unión que frustraría las apetencias del MAS. Y les está dando buenos resultados…
Es que saben que si llegan a la segunda vuelta serán derrotados, porque la población apoyará ciegamente a quien resulte su contendor. Es por eso su desesperación de lograr el triunfo el 18 de octubre y superar en 10 puntos a su inmediato seguidor o, cuando menos, obtener el primer lugar. Ya están preparados para gritar “FRAUDE!” e incendiar el país. Así lo anuncian sin ambages.
Es tan grave la intimidación, que tanto la Canciller como el Ministro de Gobierno están desarrollando una serie de gestiones para conseguir apoyo internacional, a fin de conjurar el peligro. Saben que, de darse, el precio en vidas y el daño al conjunto de la nación sería terrible.
Sin embargo, hay ciudadanos que se muestran embelesados y gozosos con la contienda; entusiastas aportan leña a la hoguera del enfrentamiento entre Mesa y Camacho. Cada cual tiene derecho a apoyar al candidato de su preferencia, pero no podemos ser tan cándidos de no darnos cuenta que divididos le estamos haciendo el juego al MAS, que es el verdadero enemigo. De nuevo: Debemos conseguir una clara victoria que sepulte, de una vez por todas, las ambiciones del populismo totalitario. Es un gran riesgo dejar a la bestia herida; la única forma de darle el golpe de gracia es ganar rotundamente en primera vuelta. Para lograrlo, el que tenga menos posibilidades debe renunciar a sus pretensiones actuales y apuntalar al otro. Ambos líderes son valiosos y quisiéramos verlos, sumados a los otros dirigentes demócratas, en un gobierno fuerte que nos asegure la libertad y destierre la tiranía, al tiempo que nos conduzca a la recuperación social y económica.
Lo contrario será dejar que el fuego de la discordia nos consuma, como el incendio malsano que asola a nuestra Chiquitanía, para deleite y provecho de tenebrosos y autoritarios pirómanos, convirtiendo en cenizas todas nuestras esperanzas.