Por: Juan Del Granado
No es buen inicio desconocer la historia reciente
como lo hizo Luis Arce a tiempo de asumir la presidencia. Atribuirle a Jeanine
Añez la causa de todos los males del país, es eludir la enorme responsabilidad
del Mas, no solo en el despilfarro, sino en el 7% de déficit, en el desbalance
comercial, en el endeudamiento externo, en la dilapidación de las reservas
internacionales y en los graves efectos del extractivismo y la depredación del
medio ambiente.
Y es Igualmente negativo reiterar esas falacias
discursivas de “golpe de estado” y “gobierno de facto” que pretenden
entrepapelar al prorroguismo autoritario, al desconocimiento del 21-F, a la
violación de la Constitución Política, al fraude, a la sublevación y la fuga.
Lamentablemente esa visión negacionista de la
historia supone ausencia absoluta de autocrítica, nada menos que en boca del
nuevo presidente y con motivo de su primer discurso.
Choquehuanca fue distinto. Sus referencias filosófico originarias, no sólo estarían buscando devolverle contenidos indígenas a un proceso que los trizó en Chaparina; sino también dar señales tan necesarias como la reconstrucción del “jiwasa”, del “nosotros” aymara, que incluye a todos y que supone consensos, equilibrios y destierro de exclusiones. Ojalá no sea sólo retórica ancestral sino vocación real de acuerdos, cuya primera prueba estará en el restablecimiento de los 2/3 en los Reglamentos de la Asamblea de la cual Choquehuanca es precisamente su presidente nato.
Es que los nuevos gobernantes deberán desterrar la polarización y promover el reencuentro porque son al menos tres los grandes desafíos: Los inmediatos pero de largo alcance como la pandemia y la crisis económica. El de la gobernabilidad democrática que supone sobre todo concertación entre los poderes públicos, concertación con la población y sus demandas y concertación con las regiones, municipios y gobernaciones; que son los componentes de la triple gobernabilidad, institucional, social y territorial.
Y el tercero, el desafío de la renovación, de la
reconstrucción de las instituciones, de la justicia, de la economía, de la
ética. Desafío enorme y casi existencial para quienes, en su momento como
ministros del evismo, fueron tributarios del vaciamiento del anterior proceso.
El nuevo gabinete, sin perfil político y con supuesto perfil técnico, podría ser un primer mecanismo de respuesta inmediata a las crisis, pero los otros desafíos, el de la gobernabilidad democrática y el de la renovación, requieren gobernantes con mayor talla y mejor carisma; talla y carisma no muy visibles en estos primeros días, pero que deben ser construidas y desplegadas frente a las grandes urgencias del país, dejando de lado los rencores mezquinos y poniendo verdaderamente en práctica los saberes ancestrales.