Por Amalia Pando.-
INTRODUCCIÓN A UNA ENTREVISTA ESCLARECEDORA
Ayer no más estuvimos al borde de una guerra civil. Muchos ya lo han olvidado. La huida de Evo Morales fue la peor derrota sufrida por él y su partido, el MAS, que pagaron de este modo un intento prorroguista vía fraude electoral en los comicios del pasado 20 de octubre.
Y, en el otro extremo, para las fuerzas democráticas fue una gran victoria la consolidación de un gobierno de transición, con Jeanine Añez a la cabeza. Sin embargo, ese día, el 10 de noviembre, hace solo 7 meses y unos días, no se definió la pulseta política histórica que estaba en juego: democracia versus dictadura.
El MAS que representa a casi el 40 % del electorado, arremetió con una movilización violenta que iba a conducirnos a una guerra civil con el saldo de miles o cientos de miles de muertos. Y, dependiendo del resultado de ese violento enfrentamiento, recién se iba a definir el modelo político imperante, es decir, el retorno triunfal y definitivo de Evo Morales o su muerte y sepultura política para siempre.
Pero no hubo ese cruel y sangriento final. Ambos bandos transaron la pacificación del país a cambio de un proceso electoral con un gobierno efectivamente transitorio cuya única tarea fuera garantizar elecciones libres y democráticas en el plazo más breve posible. En ese marco, el parlamento controlado con dos tercios por el MAS eligió a un nuevo Tribunal Electoral que fijó las elecciones para el primero de mayo.
De entonces para acá ocurrieron tres hechos que desviaron la ruta política que debíamos transitar. Primero, la presidente transitoria Jeanine Añez lanzó su candidatura; segundo, apareció el Coronavirus que además de la tragedia sanitaria alargó la gestión de Añez y postergó las elecciones y, tercero, Evo Morales se ha lanzado a un complot mediático y político, con apoyo internacional, que combina la difamación con acciones terroristas. Pretende erigirse como el único pacificador y salvador, igual que el año 2005. Necesita un clima de incertidumbre y caos para ganar las próximas elecciones por las buenas o por las malas.
Entre tanto, las fuerzas democráticas se han dividido electoralmente en siete candidaturas. Tres de ellas con el mayor porcentaje de intención de voto: Jeanine Añez, Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho. Ninguno, por si solo, tiene la remota posibilidad de ganarle a Evo Morales.
Frente a este hecho político tangible, muchos ya no quieren las elecciones. La propia presidente y candidata Jeanine Añez, escudándose en el Coronavirus, se niega a promulgar la Ley que fija la nueva fecha de las elecciones para el próximo 6 septiembre.
Las redes sociales están llenas de mensajes contra el presidente del Tribunal Electoral, Salvador Romero, a quien, so pretexto del Coronavirus, exigen que siga postergando las elecciones y que proscriba de una vez por todas al MAS, autor del fraude del 20 de octubre. Es decir, que el TSE se convierta en el instrumento para acabar con el peligro cierto del retorno de Evo Morales.
Se suponía que esa contundente derrota al MAS debía surgir de las urnas y no del Tribunal Electoral que por ley y por razones políticas no puede proscribir a un partido que representa al 40 % de la población y que tampoco es responsable de la división electoral de las fuerzas democráticas.
En este contexto Amalia Pando entrevistó al presidente del Tribunal Supremo Electoral, Salvador Romero, quién fue nombrado en ese cargo el 19 de noviembre por la presidente Jeanine Añez y que por segunda vez dirige este poder del Estado. Antes condujo las elecciones nacionales del 2005 y terminó esa gestión el 2008. Hoy le toca organizar un proceso electoral en el contexto más difícil de la historia de nuestro país.
Cabildeo los invita a ver esta entrevista haciendo un click a continuación.