Por: Carlos Mesa - Expresidente de Bolivia
La pregunta que se hacen la mayoría de nuestros compatriotas es ¿Merecemos este comportamiento político? La renuncia y posterior huida de Morales ha generado una gran incertidumbre sobre el presente y el futuro del país.
Todo parece enredado, confuso y oscuro, gracias a una manipulación y tergiversación sistemática de los hechos y la construcción de lo que se denomina popularmente como posverdad.
Estos son los hechos tal como ocurrieron:
Una elección en 2019 en la que Bolivia votó por una candidatura, la nuestra, que afirmó por primera vez desde 2005, un repudio al autoritarismo, corrupción y burla de la voluntad popular (21F) que hizo el gobierno del MAS.
El resultado de esos comicios, comprobó el éxito de nuestra candidatura que obligaba, sin duda, a una segunda vuelta en la que nuestro triunfo y la derrota de Morales estaban prácticamente asegurados.
El gobierno – bajo las órdenes de Morales- llevó a cabo un gigantesco fraude que bloqueó la segunda vuelta para perpetuarse en el poder a través de ese flagrante hecho delictivo.
La heroica resistencia democrática ante un nuevo escamoteo de su voto, en 21 días de ejemplar movilización colectiva de repudio al autócrata (con un saldo de cuatro muertos víctimas de las fuerzas del gobierno), lo obligó a renunciar al cargo.
La renuncia del Morales, su petición de asilo a México y posterior salida del país dejó vacante el cargo presidencial.
La activación legal del mecanismo de sucesión constitucional que, de acuerdo a la situación de vacío dejada por la renuncia de los titulares de los cuatro cargos contemplados para la sucesión por la CPE, le encargó la responsabilidad presidencial a la segunda vicepresidenta del Senado, Jeanine Áñez, tal como había establecido una declaración del Tribunal Constitucional en una interpretación incuestionable sobre la forma de resolver la acefalía en el mando de la nación.
La pacificación del país se logró después de los dramáticos hechos de noviembre. La violencia generada por manifestaciones violentas de militantes del MAS, sobre todo en Sacaba y Senkata (donde se intentó volar la planta de almacenamiento de combustible de las ciudades de El Alto y La Paz), fueron respondidos con dureza por la policía y las FF.AA., con un saldo de por lo menos 16 muertos.
El proceso de acuerdos, con una inequívoca vocación patriótica, del nuevo Ejecutivo y del Legislativo de mayoría masista viabilizó la realización de nuevas elecciones presidenciales con el objetivo de reencauzar la democracia plena en el país.
La decisión de la Presidenta Áñez de presentarse como candidata, desafortunadamente confirmó que su gobierno, integrado mayoritariamente por militantes de su partido el Movimiento Demócrata Social, decidió apartarse de su único mandato: garantizar la realización de elecciones libres y confiables basadas en la neutralidad gubernamental y entregar el mando a la persona que gane legítimamente los próximos comicios.
En este escenario ¿Qué es lo que demanda Bolivia?, la recuperación de la democracia plena y sus instituciones. La certeza de que el nuevo gobierno va a caracterizarse por la austeridad, el respeto a la Constitución y las leyes, el fin del descarado reparto de cargos a favor de grupos de poder, la edificación de un Poder Judicial y un Ministerio Público constituidos por personas apolíticas, honestas y capaces y, sobre todo, la recuperación de los valores esenciales de la política por quienes aspiran a gobernar el país, cuyas metas de vida estén ligadas al servicio público, a la coherencia entre la palabra y la obra, al cumplimiento de un programa de gobierno que responda a los desafíos económicos, políticos y sociales de hoy y la garantía de honestidad y transparencia en sus actos.
Las preguntas que se hacen los votantes es si estas elecciones se harán en condiciones de igualdad y sin los dados cargados en favor de quienes gobiernan, si el número de candidaturas es adecuado después de la experiencia de 2019, y, finalmente si las características antes citadas acompañan a los candidatos, los partidos y alianzas que queremos competir en las próximas elecciones.
Mi respuesta personal es: Nos presentamos en estas elecciones porque fuimos las víctimas directas del fraude, porque obtuvimos por los menos 2,3 millones de votos, porque nos hemos comportado con coherencia, serenidad y responsabilidad en los momentos más difíciles y durante más de un año de campaña y resistencia democrática, y, por sobre todo, porque creemos representar los valores esenciales que harán posible la recuperación plena de la democracia y concretar una propuesta que está más allá de la conveniencia del momento o de los vaivenes del oportunismo.