“¿Por qué si hay infinitas estrellas el cielo es negro?” (paradoja de Olbers).
La recta final electoral ha estado plagada de paradojas en el sentido de hechos aparentemente disparatados protagonizados por personajes que forman parte del grotesco paisaje político, al que el MAS ha conducido durante sus largos años de gobierno.
La primera paradoja es la expresada por el Ministro de la Presidencia que ha dicho, después del cabildo de La Paz, que la resolución de este último en sentido de desconocer los resultados de las próximas elecciones si gana el binomio ilegal del MAS es antidemocrática, porque con ello se “usurpa” la voluntad popular del país.
La afirmación la hace quien pertenece a un gobierno que ha usurpado esa voluntad popular desde hace tres años al violentar la voluntad expresada en las urnas el 21F, cuando la mayoría ha votado contra el inventado “derecho humano” del Presidente a ser reelegido indefinidamente.
La hace quien representa un gobierno que en un claro abuso de poder ha manipulado descaradamente al Tribunal Constitucional y controla el Tribunal Supremo Electoral, responsable de numerosas arbitrariedades, como la habilitación ilegal del binomio oficialista, la aprobación de unas primarias inútiles, el rechazo a las modificaciones de algunos binomios y la habilitación de un coreano con antecedentes penales, entre otros, creando un ambiente de arbitrariedades que han hecho de este proceso electoral uno de los más azarosos e inequitativos de la historia democrática de Bolivia.
La segunda paradoja, esta vez arriesgada pero no disparatada, ha sido la apuesta de la oposición por participar en los comicios para no repetir el error venezolano de pavimentar el camino del autoritarismo hacia la perpetuidad.
No menos paradójico es el hecho de que, fraude y debilidades de la oposición de por medio, la madre naturaleza encendió los bosques y la conciencia ecológica, haciendo que la ciudadanía, y en especial la juventud, saquen a las autoridades regionales de su zona de confort, generalizando el grito de derogación de los decretos incendiarios, coreando “voto castigo” por todas partes gracias, en gran medida, a las voces y el liderazgo de mujeres que recuperaron los espacios públicos, de los indígenas que reemprendieron la marcha por el territorio y la dignidad, y modificando drásticamente el escenario electoral, al punto que hacen pensar/desear que el próximo 20 de octubre, Evo y el Linera sufran su primera derrota electoral, yendo a una segunda vuelta, aunque sus ministros lloriqueen contra la “usurpación” de la voluntad popular.
Los cabildos demandaron mucho más y con matices recogieron demandas nacionales, como el respeto a los derechos humanos, amnistía a los presos políticos y otras menos nacionales, pero muy poderosas, como el retorno del federalismo en Santa Cruz, anunciando parte de los desafíos que debe enfrentar el próximo Gobierno.
No menos paradójico es el hecho de que en el contexto de la lucha democrática aparezcan voces y gestos de religiosidad no necesariamente populares y que tienen su expresión en candidatos y líderes fundamentalistas, y antiderechos que, al igual que lo hizo el MAS en el pasado, hacen un uso instrumental de la democracia para recortar los logros obtenidos, especialmente por las mujeres. Por eso no logro entender por qué el Conade en La Paz, contrastando con las otras ciudades, dio la palabra a una mayoría de hombres e invitó a una mujer que ni cree ni defiende la democracia, pero que reclama tribuna y respeto a la libre expresión solamente cuando no es dueña del escenario.
Lo cierto es que los últimos días han puesto en evidencia la ausencia de proyectos políticos estratégicos de largo alcance. Han sido la naturaleza y la movilización social que han creado un escenario en el que lo único evidente es que la mayoría de las bolivianas y bolivianos, al salir a las calles, hemos mostrado el mayoritario convencimiento de que sin la derrota del MAS no habrá espacio para un debate democrático sobre el país que queremos, y el futuro que se avecina mostrará con más frecuencia a socialistas defendiendo las privatizaciones; a empresarios apoyando a esos mismos socialistas; a dirigentes sociales rifando sus organizaciones, a feministas levantando las manos o vociferando necedades.
Todos, o casi todos, pescando en río revuelto y vaciando la lucha democrática de los principios básicos que la hacen indispensable. Un cielo lleno de estrellas pero oscuro, o cambio de régimen mediante comprometernos con un cambio gradual y sostenido que ilumine, el país y el planeta.