Por: Sonia Montaño Virreira - Socióloga feminista
Maduro saca tanques y militares armados que matan a decenas de ciudadanos, pero no es dictador. Maduro mete presos a los opositores que lo denuncian, pero no es dictador. Maduro cierra medios de comunicación que lo critican, pero no es dictador. Maduro llama a elecciones vetando a opositores, pero no es dictador. Maduro crea un poder paralelo a su Asamblea, pero no es dictador. Ilústrennos, gente llena de ideales y sed de justicia social, cuántos muertos, presos, medios cerrados, cuánta miseria se necesita para calificar como dictador (del muro de Patricia Alandia).
El conflicto en Venezuela no es entre buenos y malos, no vale este razonamiento para juzgar los hechos sociales y políticos que en el último tiempo han generado muchas reflexiones desesperadas, pero por eso mismo insensatas. Ver los matices, los énfasis y las tonalidades es importante en la vida cotidiana, pero sobre todo lo es en la política.
Una de las expresiones de esta insensatez, a menudo teñida de ideología, en el sentido de que dificulta la comprensión de la realidad, se está dando en torno a los dramáticos hechos en Venezuela. Un grupo importante de “opinantes” ha puesto el acento en las amenazas -reales- de una intervención militar por parte de Estados Unidos, para defender a Maduro con argumentos del estilo: “no es dictadura” o “ha sido elegido por el voto popular”, mientras que a Guaidó lo señalan de “autoproclamado” y aliado del imperio, equiparándolo con el dictador.
Un reciente pronunciamiento (http://revistadefrente.cl/intelectuales-y-academicos-chilenos-publican-manifiesto-guaido-oscurece-cualquier-salida-democratica/) de intelectuales chilenos ha llegado a decir que “Guaidó oscurece cualquier salida democrática”, en lo que pareciera más un manifiesto contra su gobierno y la frivolidad de su Presidente que no ha perdido la oportunidad para salir en la foto.
Este manifiesto de los también autoproclamados defensores de la paz omite cualquier referencia a las graves violaciones de los derechos humanos por parte de Maduro, ignora la tragedia humanitaria causada en gran medida por la corrupción y sobre todo cierra los ojos a la injerencia de rusos, chinos y cubanos. Cierra también los ojos a la intervención venezolana en Haití, Nicaragua y Bolivia, para dar algunos ejemplos, frente a cuyo destino esperemos que se pronuncien antes de que los muertos ya no se puedan contar. No quisiera creer que a eso le llaman solidaridad.
Aunque con matices, la mayoría de los países que se reunieron en Montevideo con la Unión Europea demandaron elecciones libres incluido México, que no firmó la declaración bajo el argumento de la autodeterminación y que en este momento actúa bajo la lógica antidemocrática “de tus amigos mis amigos y tus enemigos mis enemigos”.
Los firmantes del manifiesto pretenden mostrar un acuerdo entre México y Uruguay olvidando que este último país hizo un delicado trabajo diplomático para llamar a elecciones.
Mientras avanza la derecha y una derecha cada vez más fascistoide, es lamentable que la opción por el diálogo no vaya acompañada de prudencia y realismo para que éste no sea un pretexto para la figuración, en el caso de Chile, de Piñera y los intelectuales de la oposición.
Las elecciones son la salida en torno a la cual existe mayor consenso, tendrán que realizarse con la participación de todos los involucrados, ojalá bajo el papel veedor de los organismos internacionales. Si la comunidad internacional tira piedras contra Guaidó, quien también fue electo, lo que está haciendo es darle aire a Maduro y esto afecta sobre todo al pueblo venezolano.
Por eso vale la pena reiterar lo que el chileno Ariel Dorfman escribe en lo que sería una imaginaria carta de Salvador Allende a Maduro publicada en Página 12 el 21 de este mes:
“Aunque es verdad que muchos de los problemas que acosan a vuestro país se deben a USA, que ha boicoteado y saboteado vuestra economía, como lo hizo con la nuestra, es incontestable que su mal gobierno está dañando a las fuerzas progresistas del continente, donde se lo presenta a usted como un cuco, el hombre del saco y del saqueo”.
En fin, el manifiesto antes que mostrar lo que ocurre en Venezuela, retrata lo que ocurre con una parte de la izquierda latinoamericana que mide con doble vara el talante democrático de los actores políticos, que muestra el voluntarismo inútil -quisieran que Guaidó no exista- y tampoco se atreven a ponerle nombre y apellido a los protagonistas de la negociación que no pueden ser otros que los que están caminando sobre minas invisibles y que deben, con el apoyo de la comunidad internacional, impulsar las elecciones bajo las mejores condiciones posibles.