Por: Alejandro D. Canedo - Consultor
La publicación sólo decía lo siguiente: “Hagamos un récord del mundo juntos con el post con más likes de Instagram y superemos el actual récord de Kylie Jenner (18 millones). Tenemos esto”; lo que que tenían no era más que la foto de un huevo, tan común y corriente como sólo un huevo puede ser, acompañada por un hashtag igualmente sencillo: #liketheegg (dale me gusta al huevo).
Kylie Janner, quien ostentaba hasta entonces el récord de me gusta en Instagrám, consiguió sus 18 millones con una hermosa foto de su bebé agarrándole un dedo con la manita. Valga aclarar que la dueña de la publicación es un personaje famoso cercana a los Kardashian, sin dejar de considerar que hay 579 millones de norteamericanos y 100 millones de usuarios activos en Instagram. Realmente no eran tantos likes.
Volviendo al huevo, este bizarro récord se logró en apenas unos días tiempo suficiente para superar los 45 millones de likes. Parece una tontería, pero por algo así merece nuestro análisis pues es un necesario ejercicio de autoreflexión sobre la cultura humana global que estamos creando pues, en la otra mano, hay que decir que los crímenes infames tienen menos éxito en las redes, que la que tienen los gatitos. Aquí es donde surge la pregunta sobre si la humanidad digital es irremediablemente banal.
Para responder a esto, es necesario entender ciertos conceptos respecto al comportamiento digital. Para comenzar, está sobradamente probado que en las redes actuamos mucho más por gusto que por razón, reflexionar no es precisamente lo nuestro. Esto explica el éxito de los gatos, por ejemplo, si los comparamos con respecto a casos de violencia machista. Pero hay más factores, el principal probablemente sea la autoidentificación y el sentido de pertenencia, nada más tentador para el hommus digitalis que formar parte de una causa, principalmente si esta te costará un sólo click. 50 millones de personas de verdad se sintieron triunfadores con lo del huevo.
Otro factor importante es que el internauta tiende hacia las cosas que rompen el status quo y por tal razón, no importa cuán bueno sea, canibalizamos contenidos de forma permanente, a la vez que tratamos de destronar a cualquiera que se encumbre. Pero es mucho menos probable que se mejoren las formas en la que la Red ayuda a encontrar personas desaparecidas, pues las cifras demuestran que tienen mucha más posibilidad de prosperidad los memes políticos.
A lo antes dicho, hay que mencionar que normalización y el desgaste por repetición es las redes tiene índices bastante más altos que en los medios tradicionales, por lo que los actos infames o las causas más reales, una vez más quedan en desventaja. Pudimos habernos indignado ante un primer caso de violación y expresar ese sentimiento comentando y compartiendo contenidos al respecto, generando conversación con otros indignados por dos o tres días; eventualmente se llegará a organizar una manifestación en las calles repudiando el hecho. Pero ese fue el primer caso y seguramente la última marcha, porque más allá de la nobleza que hay en indignarse de la infamia, no es mucho lo que podemos hacer con esa indignación. 10 días después habrán sucedido más casos y al cabo de un tiempo, ponerle un “me enoja” nos valdrá lo mismo que comentar, compartir y marchar en las calles. Volveremos a preferir compadecernos por el gatito extraviado que por el niño abusado, nos sumaremos a esas causa banales y que no nos provoquen molestias.
Finalmente, no creo que este panorama debe desanimarnos por completo, la construcción de una la humanidad global e interconectada está en curso y aún nos tomará algún tiempo. Este tipo de contrastes debe servirnos para considerar los caminos y tomar decisiones, no sólo para observar las tendencias. La industria del marketing no nos ayudará a ser mejores y deberíamos tomar conciencia de ello, intentará exprimir al máximo nuestra inclinación hacia a lo banal y lo fácil que resulta mantenernos sentados y cómodos frente a nuestros dispositivos. Por ahora, necesitamos saber con urgencia qué rol tomará la educación frente a una generación que habita el territorio extendido de la sociedad digital que aún se gesta.